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—oh, diablos. . .—. susurro Tom con una sonrisa, mientras su mirada se fijaba en el techo, y su mano derecha situada en su pecho justo en el lado izquierdo donde yacía su corazón palpitando tan rápido y de una manera tan energética y fascinante solo con pensar en él, en Bill. . .

Tan solo pensaba en su nombre y ya el pelinegro aparecía en su mente, dominando por completo toda esa área de sus imágenes, facciones, sonrisas, risas, voz, personalidad, cuerpo y sobre todo, los besos que el pelinegro le había brindado en su mejilla.

Inconsciente llevo la mano desocupada hacía su mejilla en donde habían sido marcados con los dulces y cálidos besos de Bill.

—¿Porque me siento tan estúpido?—. Preguntó al aire, sin darse cuenta que alguien se había colado a su habitación y que había presenciado la actitud del trenzado, aunque este no era un alguien común. Si no su madre, quien sonreía al ver a su pequeño niño en ese estado.

—Porque estás enamorado —. Respondió ella, con esa voz tan dulce con la que siempre le hablaba a su pequeño hijo. Tom al escuchar esa voz se sobre salto de inmediato, tomando asiento de un brinco en la cama, con su respiración un poco agitada por el susto que su hermosa madre le había dado.

—Dios, mamá —. Dice Tom —No hagas eso, me haz asustado —. Menciona, arrastrándose con sus manos hacía el borde de la cama, para situar sus pies en el frío suelo y ponerse de pie.

—lo Siento cariño, venía a avisarte que la cena está lista —. Dijo ella, con una sonrisa suave en su rostro, Tom le sonrió igualmente, para después responderle con un “bajo enseguida”. Su madre, se cruza de brazos, haría una pregunta y no saldría ni dejaría en paz a su hijo hasta que se la respondiera —Dime, quien es la chica que tiene a mi hijo suspirando y sonriéndole a la nada, mientras está ensimismado en sus pensamientos —. Tom se estremece, y desvía su mirada de la de su madre. . .

Sonríe nuevamente y sin detenerse a pensar habla.

—Se llama Bill, no és una chica, es un chico y. . .me tiene loco. . .

Dicho eso, rodeo el cuerpo de su madre, el cuál se había quedado de piedra al escuchar tal confesión, y salió de su habitación. Prácticamente a Tom no le importaba lo que sus padres pensaran sobre su primer interés amoroso, y mucho menos si se trataba de un chico, simplemente con que él fuese feliz estaba bien, y satisfecho, no necesitaba la aprobación de sus padres, le importaba muy poco. . .o al menos le importaba en un diez por ciento. . .

—Tom, ¿Como haz estado?, eh muchacho —. Saludo su padre desde su posición, estaba sentado en la larga mesa, con su periódico mientras bebía de su taza de café.

—Mejor que nunca —. Mencionó un Tom alegre, su padre dejo el periódico sobre la mesa, para mirar a su hijo, con el ceño fruncido y una sonrisa. Para el era raro ver a su hijo tan. . .¿Feliz?, prácticamente se habían acostumbrado a ver a un Tom apagado, distante, amargado o incluso con una expresión de pocos amigos. Era raro, porque en tan solo un abrir y cerrar de ojos esa actitud había cambiado.

Sus padres eran conscientes sobre la adicción de su hijo a las drogas, gracias a que Tom un día antes de comenzar a asistir a rehabilitación, se los había confesado. Era sorprendente ver como Tom cambio en tan solo un año y que ahora, su actitud fuera diferente, como si hubiese dejado de lado el pensar en la muerte y aferrarse a vivír. Aunque claro, la razón para que sus metas cambiarán no era algo, si no alguien. . .como cierto pelinegro que robo su corazón.

—Guideon, avisa a Clarisa para que le sirva el desayuno a Tom, por favor —. Pidio Gordon, al chico que acababa de ingresar a la sala de comedor para volver a la cocina, no sin antes responderle a su jefe con un “Enseguida, señor”. Tom tomo asiento en una de las diez sillas, sonrió ensanchantemente al percatar la presencia de su madre, la cuál pareciera tener un tono de piel pálido y estar en shock todavía.

𝐀𝐃𝐃𝐈𝐂𝐓𝐈𝐎𝐍 | ᵀᴼᴸᴸ (𝑬𝒅𝒊𝒕𝒂𝒏𝒅𝒐)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora