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Bill observaba a Tom dormir. Se veía tan hermoso, con sus ojos cerrados en un sueño profundo, sus labios entreabiertos y su respiración tranquila. El azabache había prácticamente obligado” a Tom a dormir, en los asientos traseros del coche. Mientras el lo observaba sentado en el porta vasos, que había entre los asientos del copiloto y conductor. Sonreía con los labios observándolo.

Sabía que no podía dejarlo allí por tanto tiempo, pero tenía un problema y era que él no sabía manejar. No aún. Y aunque supiera no tendría el carnet de conducir por lo tanto sería muy probable que los detuviera la policia. Por lo tanto, simplemente se dedico a dejar dormir a su principito.

—Quién debería juzgarse de si te merezco sería yo, porque no se qué he hecho para tener a alguien como tú a mí lado —. Susurro el azabache, mientras besaba la frente del trenzado, quien al sentir el tacto simplemente sonrió levemente —por ti pelearía con cualquiera—. Murmuró sin dejar de sonreírle.




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Cinco con cincuenta y dos minutos, y Tom aún no despertaba, el pelinegro estaba a gusto pero no podía negar que comenzaba a tener hambre, había tomado un poco de la botella de champagne mientras miraba y admiraba a su novio. Su perfeto novio. Porque así era ante sus ojos.

Sin poderlo evitar tomo asiento frente al volante, las llaves estaban ahí, solo tenía que girarla, media vuelta y el motor se encendería. Y eso hizo. En tres segundos, el motor de el Cadillac de Tom gruño, Bill sentía adrenalina recórrer por sus venas. Pero no podía arriesgarse, aunque tuviese hambre, y en esos momentos quisiera comerce dos hamburguesas gigantes enteras, por sí solo. . .

Correcto, olvidando el riesgo que conllevaba conducir sin tener experiencia en eso y sobre todo teniendo al amor de su vida en los asientos traseros, movió la palanca, puso su pie presionando el frenide vez en cuando. Pensó que tal vez no era tan difícil como alguna vez penso. Así que pisando aún el freno, se colocó el cinturón de seguridad, estaba nervioso. Pero se sentía capaz de hacerlo. Hasta que. . .

—¿Que haces?—. Esa voz a sus espaldas hizo que pegará un leve gritito y se removiera, haciendo que su pie se quitará del freno y el coche comenzará a andar por si solo, al punto de casi estrellarse contra la reja que por alguna extraña razón estaba cerrada.

El trenzado quien ya estaba un poco sobrio, tomo la palanca movió está, haciendo que el coche frenara de inmediato y se mantuviera así.

—Felicidades, joven Trümper. Ha usted reprobado la clase de conducir—. Dice Tom, un poco entretenido con el asunto.

—Y ¿Porque el reprobar, sería un motivo por el cuál felicitarme?—. Preguntó Bill, mientras controlaba su respiración. El susto que había comenzado a tener aún seguía presente, pensó, que no quería morír tan joven, y menos de esta imbécil manera.

—Agradezco haber despertado antes de que hicieses una locura —. Soltó el trenzado, mientras sonreía socarronamente. Bill quien lo veía a través del espejo retrovisor, entrecerró los ojos.

—No es gracioso, tommie. . .estuve a punto de morír —. Musitó Bill, estremeciéndose ante el pensamiento de siquiera estar muerto por tres segundos.

—Oh, pero yo estaba aquí para salvarte —. Susurro Bill contra la mejilla del azabache antes de dejar un casto y dulce beso en ella.

El pelinegro sonríe gustoso —¿Como dormiste?—. Preguntó.

—De maravilla aunque tengo resaca—. Dice asintiendo incontrolables veces mientras veía por la ventana —¿Que sucedió para que tuvieras la idea de “casi” matarnos?—. Preguntó está vez girando su cabeza para ver al chico que observaba sus uñas como si fuesen lo mejor del mundo.

𝐀𝐃𝐃𝐈𝐂𝐓𝐈𝐎𝐍 | ᵀᴼᴸᴸ (𝑬𝒅𝒊𝒕𝒂𝒏𝒅𝒐)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora