SALEM.
El hombre que está frente a mí es tan diferente y a la vez tan parecido al que dejé... Ahora tiene treinta y siete años, casi treinta y ocho si hago bien las cuentas en mi cabeza. Sus ojos marrones me absorben con tanta avidez como yo a él. Las líneas que los rodean son más prominentes ahora. Sus ojos son más brillantes, más claros que la última vez que lo vi.
Era el final de ese verano, y mi esperanza había disminuido. Fui a su casa una última vez, rogando y suplicando que se levantara, que viviera, porque eso es lo que querría Forrest. Se estaba bebiendo la vida, se me escapaba de las manos. Y nada de lo que hacía era suficiente. Al final, llamé a su hermano y le dije que Evan lo necesitaba, y volví a Nueva York con Lauren. Tenía un bebé en el que pensar y eso significaba ser fuerte incluso cuando yo también quería derrumbarme.
Me fijo en su ropa y zapatillas de correr, intentando desesperadamente luchar contra mi creciente sonrisa.
—Hola —digo estúpidamente.
Sus ojos siguen recorriéndome.
—Hola.
Sigo esperando sentir una incomodidad en mi pecho, después de todo, es Evan y no lo he visto en años, pero se siente natural. Como siempre.
No se parece a lo que esperaba.
Después de la forma en que lo vi por última vez, supongo que esperaba que se viera aún peor que entonces. Pero ese era un hombre que estaba afligido, y este es uno que de alguna manera salió de eso y se ha curado.
Se ve bien.
Saludable.
De alguna manera, eso hace que los últimos seis años sean aún peores.
—¿Cómo estás? ¿Cómo te ha ido la vida? —Me pregunta de una forma poco habitual en él: nervioso y sorprendido. Supongo que, a pesar de su amistad con mi madre, ella no mencionó mi regreso a la ciudad.
Me quito la sudorosa coleta y me paso los dedos por los mechones antes de volver a colocarla en un moño bajo en la nuca. Sus ojos observan mis movimientos y me pregunto si percibe lo nerviosa que estoy. Se me pasan tantas cosas por la cabeza que tengo en la punta de la lengua soltar: ¡Tuve un bebé y es tuyo! Pero creo que esa situación hay que manejarla con un poco más de gracia.
—Yo... pues... la vida... ya sabes...
Vaya, qué elocuente eres, Salem. Por supuesto, la vida es cómo es. ¿Podrías sonar más tonta?
—Oí que te casaste. —Entrecierra los ojos y levanta la mano para protegerse del sol naciente.
No es una pregunta.
Levanto mi mano izquierda, mostrando mi dedo anular vacío. —Y me divorcié.
—Es un idiota.
Me río, una carcajada completa que se siente tan bien al soltarla.
—No, la idiota soy yo. —Miro al suelo entre nosotros, golpeando con mi zapatilla un trozo de grava suelta en la acera. La chica vertiginosa de dieciocho años que hay dentro de mí está gritando ahora mismo de emoción como si estuviera hablando con mi enamorado. Pero la joven mujer de veinticinco años que soy ahora grita que me retire, que tenemos que protegernos de este hombre—. Yo soy la que pidió el divorcio.
—¿Por qué? —Sus labios se fruncen, sus ojos se entrecierran. Está sorprendido, pero también curioso, e intenta ocultar esos sentimientos. Me gustaría que no lo hiciera. Es tan difícil de leer, y valoro cualquier información que me dé sobre sus pensamientos.
—Porque, nunca podré amarlo como él me ama. Caleb es un gran hombre. Pero no es mi para siempre. Ya había entregado mi corazón.
¡Oh, Dios! ¿Por qué solté esa última parte? ¿No puedo mantener la boca cerrada?
Los ojos de Evan parpadean con curiosidad, y un destello de calor. —¿Ah, sí?
—Sí. —Intento no sonreír y fracaso—. ¿Pero el tipo? Era un idiota.
Evan echa la cabeza hacia atrás y ríe, ríe y ríe. Es música para mis oídos. —Supongo que te refieres a mí.
No dudo cuando digo:
—Sí.
Baja la cabeza, con la más pequeña de las sonrisas divertidas en sus labios. —Me lo merezco.
Ahora que la sorpresa está desapareciendo, el pánico se está instalando. Este es Evan. El hombre al que le di mi corazón, mi alma, mi todo. Era un desastre cuando lo dejé.
Mi matrimonio con Caleb puede estar acabado, pero él me ayudó a recomponerme.
Aclarándose la garganta, dice:
—Es... eh... bueno verte.
—Sí, igualmente.
La incomodidad se apodera de nosotros y nos quedamos de pie uno frente al otro, esperando que el otro haga o diga algo primero.
Soy la que rompe el silencio.
—Necesito ver cómo está mi madre.
—Bien. —Asiente, retrocediendo un paso, más cerca de su lado de la línea de propiedad—. Me invitó a cenar esta noche. Ya dije que sí, no sabía que ibas a estar aquí, no me lo dijo, de todos modos, la llamaré más tarde y lo cancelaré.
Poniendo los ojos en blanco, inhalo por la nariz y exhalo por la boca.
—Somos adultos, Evan. No me trates como una vajilla rota. Que me hayas destrozado el corazón no significa que siga estando dañada. Eres bienvenido a venir a cenar.
Me alegro de parecer más fuerte de lo que me siento.
—Oh. —Me mira sorprendido: ¿realmente esperaba que me derrumbara y llorara a sus pies al verlo de nuevo? —Si te parece bien, entonces...
—Está bien. —No le doy la oportunidad de responder, girando sobre mis talones. Antes de llegar a la puerta, me detengo y me doy la vuelta. Todavía está de pie en la esquina de la entrada—. No llegues más tarde de las cinco.
Se moja los labios con un suave deslizamiento de la lengua, ocultando una creciente sonrisa.
—¿Quieres que lleve algo?
—Sólo a ti mismo.
—Puedo hacer eso.
Agacho la cabeza y busco el pomo de la puerta. —Bien.
Entro y me apoyo en la puerta cerrada.
¿Qué demonios? Pasé de no ver a ese hombre durante años a volver a ponerle los ojos encima y ahora vamos a cenar esta noche, todo gracias a mi madre.
Todo esto es muy raro.
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𝖲𝖨́𝖦𝖴𝖤𝖬𝖤 𝖤𝖭 𝖬𝖨𝖲 𝖱𝖤𝖣𝖤𝖲 𝖯𝖠𝖱𝖠 𝖭𝖮 𝖯𝖤𝖱𝖣𝖤𝖱𝖳𝖤 𝖭𝖠𝖣𝖠
↓ ↓ ↓ ↓
𝗂𝗇𝗌𝗍𝖺𝗀𝗋𝖺𝗆: 𝗋𝖾𝖻𝖾𝗅𝗌𝖾𝗋𝖾𝗇
𝗍𝗂𝗄𝗍𝗈𝗄: 𝗋𝖾𝖻𝖾𝗅𝗌𝖾𝗋𝖾𝗇¡𝗚𝗥𝗔𝗖𝗜𝗔𝗦 𝗣𝗢𝗥 𝗟𝗘𝗘𝗥!
🧁𝗢𝗦 𝗔𝗠𝗢 𝗠𝗜𝗟🧁
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We (can't be friends) II « [Evan Peters]
Fanfic// OBLIGATORIO LEER ANTES LA PARTE I // Su corazón quedó irreparablemente destrozado. Mi existencia tomó un giro irrevocable. Así que me marché. Comencé de nuevo. Contraje matrimonio con otra persona. Pero jamás lo borré de mi mente. Han pasado...