Capítulo 8

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SALEM.

Pongo la mesa para tres y luego extiendo la vajilla que he preparado a lo largo de la encimera para que Evan y yo podamos servirnos al estilo buffet, hago un plato para mi madre ya que no quiero que esté demasiado tiempo de pie, y así la mesa no estará demasiado abarrotada. —Huele bien.

La voz de mamá llega desde la puerta y mi cabeza se levanta rápidamente en respuesta.

—Mamá, se supone que debes pedir ayuda antes de levantarte.

Agita una mano desdeñosa.

—Todavía no estoy muerta. —Ese es su único argumento.

Mis hombros se desploman.

—Y me gustaría mantenerlo así el mayor tiempo posible.

—Tenía que orinar —argumenta.

—Ya que te levantaste, ve a sentarte. Te prepararé el plato. —No tiene sentido discutir con ella. A menos que no tenga energía para hacer algo, no hay manera de que coopere.

—No tengo mucha hambre.

Entorno los ojos hacia ella mientras saca la silla en la que sólo hay un cubierto, lo que significa que me veré obligada a sentarme al lado de Evan o a mover el mantel individual y todo lo demás, lo que quedaría raro si lo hiciera.

—Voy a poner un poco de todo en tu plato. Al menos intenta tomar un bocado de cada uno. —Parece asqueada ante la idea, pero asiente—. ¿Por qué invitaste a Evan si ni siquiera quieres cenar?

—Estaba siendo una buena vecina, Salem. Es un buen hombre.

Mis hombros se ponen rígidos y me doy la vuelta, lavándome las manos en el fregadero.

—¿Te gusta?

Suelta una carcajada.

—Me estoy muriendo, Salem. No tengo tiempo para que me guste nadie en el sentido que insinúas. Pero sí me gusta como persona.

—Mmm —tarareo.

Llaman a la puerta lateral a las 4:59 y abro la cerradura para dejarlo entrar. No puedo evitar que mis ojos lo recorran. Tiene el cabello recién lavado, todavía húmedo por la ducha. Observo con avidez la ligera barba incipiente de su mandíbula, esta vez de cerca. Sus ojos marrones son de un cálido chocolate en el que quiero fundirme. Incluso huele a colonia, como si se hubiera esforzado un poco más esta noche.

¡No! ¡Para! ¡No puedes dejar que este hombre te haga flaquear las rodillas otra vez! Ya te hizo suficiente daño.

Pero no puedo evitarlo.

Lo miro con ojos nuevos, más viejos. Ya no soy esa joven de diecinueve años recién embarazada que estaba muerta de miedo. Mirando hacia atrás, sé que tomé la decisión que creí que debía tomar. ¿Fue la mejor elección? En retrospectiva, probablemente no, pero la vida es una serie de elecciones y en ese momento no siempre sabes si son buenas o malas. Simplemente haces lo que puedes con la información que tienes.

Por aquel entonces, me aterrorizaba ser madre, pero nunca me planteé la posibilidad de no quedarme con el bebé.

Pero Evan estaba en una espiral de dolor después de perder a Forrest, comprensible sí, pero no podía sacarlo de ella, no por mi cuenta. Tenía que hacerlo él mismo, y lo sabía. Pero tenía que asegurarme de que mi bebé iba a estar segura y cuidada, así que lo hice de la mejor manera posible, y eso significaba darle espacio a Evan.

Pensé... pensé que me buscaría.

Llamaría.

Enviaría un mensaje.

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