Capítulo 9

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EVAN.

Cuando abro los ojos por la mañana, lo primero que pienso es: ¿le dije que la odiaba?

Qué cabrón soy.

Salem tiene todo el derecho a odiarme. Sé que me perdí en mi dolor después de la muerte de Forrest. Es algo que ningún padre debería tener que vivir. Hay días en los que el dolor vuelve con toda su fuerza y me paraliza. En esos días acabo llamando a los chicos, diciéndoles que no iré a trabajar, y me siento en la casa del árbol o visito su tumba.

Si no hubiera sido tan perezoso y la hubiera construido para él...

Quizás entonces... quizás entonces.

—Joder —gimo en voz alta, cruzando el brazo sobre los ojos.

Intento no dejarme llevar por ese camino con mis pensamientos, pero a veces es difícil no hacerlo.

Sacando mi lamentable culo de la cama, me meto en la ducha.

Mi cuerpo anhela la necesidad de una liberación. Me resulta imposible ignorar el dolor de mi polla. Ver a Salem de nuevo ha despertado en mí deseos que creía dormidos. Agarrando la base, la acaricio de arriba abajo, haciendo rodar mi muñeca alrededor de la punta.

No es mi intención, pero no puedo evitarlo cuando imagino a Salem en mi mente.

Siempre es ella. Incluso cuando no debería serlo. Incluso cuando nos rompimos.

Mi liberación es rápida y dura. Cuando termino, me apoyo en la pared de la ducha.

Termino de lavarme y me visto para ir al trabajo. Me bajo la camisa de Peters Landscaping por el torso y busco la gorra y las gafas de sol.

El mismo par de gafas de sol que Salem me compró.

Están sueltas y maltrechas, necesito un par nuevo, pero me niego a desprenderme de estas. Supongo que soy un idiota sentimental.

Me abrocho las botas, bajo las escaleras y me como un bol de cereales. No es el desayuno más saludable, sobre todo porque elijo cereales azucarados en forma de Fruity Pebbles, pero tendrá que servir. No tengo tiempo para nada más esta mañana.

Normalmente, me dirigiría al invernadero antes de salir, pero gracias a mi tiempo extra en la ducha, tampoco puedo permitirme el lujo de dedicar tiempo a eso.

Enjuago rápidamente mi cuenco, recojo las llaves del mostrador y me dirijo a mi camioneta.

Antes de que pueda salir de la calzada, una llamada telefónica entra por los altavoces. El nombre de Laith parpadea en la gran pantalla.

La verdad es que no tengo ganas de hablar con mi hermano ahora mismo, pero tengo un viaje de cuarenta y cinco minutos hasta el trabajo, así que más vale que acabe con esto.

Pulsando el botón de mi volante para responder a su llamada, le saludo con un simple:

—Hola.

—¿Estás sobrio? —Se ríe después de preguntarlo. Es su saludo habitual.

Pongo los ojos en blanco. Sabe que me he mantenido alejado del alcohol durante años. No tengo problemas con la bebida, pero dependí demasiado de ella tras la muerte de Forrest. Se convirtió en una droga que podía adormecer mis sentimientos y desconectarme.

Ahora, elijo mantenerme alejado porque no vale la pena sentirse como una mierda.

—Siempre estoy sobrio.

—No puedes culparme por comprobarlo.

—¿Por qué llamas?

—Porque puedo.

—Estoy de camino al trabajo, así que si es algo importante, suéltalo.

Se ríe.

—Ten un poco de paciencia, Evan. ¿No puedo llamar para ver cómo está mi hermano mayor?

—Lo siento, se me hizo tarde esta mañana y eso me tiene en vilo.

Lo que realmente me tiene en vilo es que no puedo quitarme a Salem de la cabeza.

—De alguna manera no creo que eso sea lo que tienes en mente.

Gimo, pellizcando el puente de la nariz cuando me detengo en un semáforo en rojo.

—Salem volvió.

Es todo lo que tengo que decir. Después de que ella fuera la que llamara a Laith hace tantos años y él acudiera al rescate, tuve que ponerlo al corriente de lo que pasaba con ella.

El cabrón se ríe.

—Oh, estás jodido.

—¿Por qué? —pregunto a través de los dientes apretados.

—No te hagas el tonto, hermano. Has estado colgado de ella todos estos años. ¿Todavía está casada?

—No —suspiro.

—¿No? Bien, eso es bueno entonces. ¿Por qué pareces enfadado?

Me quedo callado un momento.

—¿Y si la cago otra vez?

—Tranquilo, no la cagues.

—No quiero, pero tengo la sensación de que tenemos mucho equipaje que vaciar.

Esta vez es él quien se calla. Entonces pregunta:

—¿Vale la pena?

—Ella lo vale todo.

—Entonces te digo que no dejes pasar esta oportunidad. Te mereces ser feliz, más que nadie que conozca.

El apoyo de mi hermano me sorprende, pero supongo que no debería. Siempre me ha apoyado.

—Gracias. Tengo que irme.

—Claro. Hablamos pronto.

Termina la llamada y me paso el resto del trayecto preguntándome si es posible enmendar mis errores y conseguir por fin ser feliz.



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𝖲𝖨́𝖦𝖴𝖤𝖬𝖤 𝖤𝖭 𝖬𝖨𝖲 𝖱𝖤𝖣𝖤𝖲 𝖯𝖠𝖱𝖠 𝖭𝖮 𝖯𝖤𝖱𝖣𝖤𝖱𝖳𝖤 𝖭𝖠𝖣𝖠
↓ ↓ ↓ ↓
𝗂𝗇𝗌𝗍𝖺𝗀𝗋𝖺𝗆: 𝗋𝖾𝖻𝖾𝗅𝗌𝖾𝗋𝖾𝗇
𝗍𝗂𝗄𝗍𝗈𝗄: 𝗋𝖾𝖻𝖾𝗅𝗌𝖾𝗋𝖾𝗇

¡𝗚𝗥𝗔𝗖𝗜𝗔𝗦 𝗣𝗢𝗥 𝗟𝗘𝗘𝗥!
🧁𝗢𝗦 𝗔𝗠𝗢 𝗠𝗜𝗟🧁

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