Capítulo 40

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//Holaaaaa, aquí me reporto de nuevo tras mis mini vacaciones, espero que hayáis disfrutado del finde, ya seguimos con la novela como siempre🥰🤍//



EVAN.

Luego de despedirme de mi equipo, subo a mi camioneta para dirigirme a casa. Me ducho y como algo antes de ir al hospital.

Estoy a medio camino de casa cuando suena mi teléfono y es el nombre de Georgia en la pantalla.

—¿Hola? —respondo con escepticismo, preguntándome por qué me llamaría la hermana de Salem. Aunque quizá el teléfono de Salem haya muerto y se esté preguntando dónde estoy.

—Evan —Georgia dice mi nombre en un arrebato de alivio—. ¡Ay! ¡Hijo de puta! ¡Mierda, mejor que no diga eso, porque eso me convierte en la ah! —me grita al oído—. Michael, toma el teléfono.

Un momento después, su marido entra en la línea.

—Eh, hola.

—¿Qué está pasando? ¿Pasa algo con el teléfono de Salem?

Se queda en silencio un momento. Sé que son sólo segundos, pero parecen minutos.

—Salem tuvo un accidente.

Se me cae el teléfono. Cae al suelo entre mis pies. Haciendo un giro en U muy ilegal, vuelvo a toda velocidad en dirección contraria al hospital.

Mi cerebro no deja de repetir dos palabras una y otra vez.

Salem.
Accidente.
Salem.
Accidente.

Cuando llego al hospital y aparco la camioneta, ya estoy hiperventilando y entrando a toda prisa por la puerta de urgencias.

La señora de la recepción se sobresalta por mi repentina aparición.

—Salem Matthews. ¿La trajeron aquí?

Mierda, podrían haberla llevado a la ciudad. Llevarla en helicóptero. ¿Y si estaba muy mal? ¿Y si está en el quirófano? ¿Y si está...?

No. No voy a ir ahí. No pensaré eso. Ella no lo está. No puede estarlo. Lo sabría si estuviera muerta. Lo sentiría. Tengo que creerlo.

—¿Quién pregunta? —Parece enfadada, y supongo que es culpa mía por venir aquí actuando como un loco.

—Su prometido —miento, pero sirve.

—Seguridad te llevará hasta ella. —Asiente con la cabeza al tipo con uniforme blanco y negro.

Me da una pegatina y me la pongo rápidamente en la camiseta.

Camina lo más lento posible por la sección de emergencias. Cuento los segundos. Los doscientos sesenta y tres para no asesinar al hombre y no encontrarla nunca en este laberinto de habitaciones seccionadas.

—Salem Matthews. Aquí mismo. —Golpea una puerta.

No doy las gracias. Paso por delante del hombre y entro en la habitación.

—¿Salem? —Aparto una fea cortina azul, preparándome para lo peor.

Se sienta en el extremo de la cama con una bata. Tiene un corte junto al ojo que parece que va a necesitar puntos de sutura y se acuna el brazo con ternura.

Sus ojos se abren de par en par al verme allí de pie.

—¿Evan? ¿Cómo llegaste hasta aquí? ¿Cómo lo supiste?

—Tu hermana y Michael. Me apresuré a venir aquí.

La adrenalina huye de mi cuerpo y caigo de rodillas frente a ella. Ni siquiera siento el dolor de mis rótulas al golpear la dura superficie del suelo, porque estoy jodidamente aliviado de que esté bien. Pensé... bueno, pensé lo peor. No quería creer que se había ido, pero mi cerebro no podía evitar pensar en el peor de los casos.

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