Capítulo 80: Terror cósmico

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Los Campos Elíseos se llenaron de una atmósfera tensa y oscura, algo que nunca había ocurrido en su existencia. Por la misma razón, todos sus cimientos temblaban como si estuvieran en peligro; las nubes se agolparon en el cielo y aumentaron la furia de la lluvia, apagando las luces del estadio para que sólo los focos y las cámaras mostraran el escenario.

Todo lo que había allí era una escena de terror:

Dziva apoyada de espaldas en el suelo, con los ojos muy abiertos y temblando de miedo, en un estado de shock imposible de controlar. La reina de las arañas, esa extraña criatura mitad mujer y mitad araña, de pie, con los ojos muy abiertos de curiosidad y asombro, pero también mostrando superioridad e indiferencia.

Ojos apagados que sólo con existir conseguían liberar tantas emociones, sin que nada quedara claro.

En particular, los dioses de las gradas estaban aterrorizados y asustados por esta criatura; especialmente los dioses chinos y japoneses.

– Hey… – Amaterasu se volvió al Emperador de Jade – Qué… ¿Qué demonios es eso?

– ¡No lo sé! ¡Pero no puede ser nada bueno viniendo de ese conejo que no debería existir!

Una declaración del dios chino que sorprendió a la diosa japonesa del Sol.

– ¿El conejo?

– Esos animales eran una plaga en el reino de Tian; amenazaban nuestros límites, ya que su sangre tenía el mismo poder que la ambrosía para convertir a los humanos en dioses. Además, algunos atacaban a los dioses para comerse su carne; supongo que de ahí provenían los poderes de su sangre…

» Por eso realicé en campaña para matarlos a todos y evitar que se convirtiera en un problema… Pero ella, Chang'E… ¡Maldición! Todo este tiempo, había estado ocultando a uno de ellos, el último… ¡Ahora ha pasado esto!

Amaterasu tragó saliva por ello bajo al ver que sus espíritus yokai también se sentían muy intimidados por la presencia de la araña.

También los dioses del CAD tenían esa sensación; divinidades muy cercanas a diversas criaturas mitológicas podían percibir la extraña existencia de aquella criatura: mitad animal… mitad dios. Algo que nunca antes habían sentido, ni jamás podrían imaginar sentir en sus existencias divinas.

– ¿Qué es esto…? – Mwari levantó sus musculosas manos para ver cómo le temblaban los dedos – ¿Por qué siento esto?

– Es instinto.

Anansi, la araña de la trampa y el engaño, actuaba ahora de forma muy distinta: se había escondido bajo la barandilla, retrayendo todo su cuerpo arácnido y temblando como gelatina; Mwari se atribuyó el mérito de ser el primer dios en ver esa faceta suya.

– ¿¡Eh!? ¿¡Anansi!?

– Eso… Eso me asusta mucho.

El dios africano acabó apretándose las manos, tratando de calmar sus temblores; aquella expresión de Anansi seguramente procedía de su naturaleza medio araña, que debía de ser afín a la cosa de la arena. Como si estuviera frente a la reina de la colmena…

Cariño, Dzivaguru… Salgan de ahí.

En la arena de combate, reinó el silencio entre ambas hasta que la araña fue la primera en actuar:

No agresivamente, sino con una pasividad muy curiosa; empezó a mover las patas para desplazarse por el campo de batalla, sin hacer el menor ruido a pesar de su enorme tamaño, para moverse en medio del lugar y conocerlo. Todos sus ojos estaban fijos en los alrededores, abiertos lo más posible para ver el estadio, especialmente el cristal que tenía encima en el que se reflejaban las numerosas gotas de agua de la lluvia ofrenda.

Shuumatsu no Valkyrie - Last Ragnarok IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora