Capítulo 85: Pedazos que quedaron

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– Así que… todo ha terminado.

– Sí… Eso parece.

El señor de las moscas se levantó del suelo y se sacudió el polvo de la pequeña sotana que aún le vestía; por su parte, Buda no se levantó, sino que permaneció en el suelo, de rodillas, junto a aquel espacio vacío donde había estado la diosa africana… antes de partir al Nilfheim.

El dios azteca estaba bañado en sangre, de pies a cabeza; su mano derecha estaba abierta con magia negra manando de sus dedos preparando un ataque, sus ojos muy abiertos y enfocados en Atlach-Nacha. Mejor dicho, lo que quedaba de ella:

Una masa de carne destrozada y despedazada después de tal frenesí asesino con que la había golpeado; ni siquiera se podría definir dónde había estado el rostro alguna vez. Lo único que tenía forma era la pequeña flor negra que había sostenido, entrelazada en huesos y carne cortada en pedazos. A pesar de ese estado putrefacto, Tezcatlipoca seguía en guardia pues sabía que una Criatura del Caos aún podía tener trucos después de muerta…

Para su fortuna, no fue así: la carne destrozada de Atlach-Nacha se convirtió en polvo negro, como el cabrón, y empezó a flotar por el aire, relajando la postura y la guardia del dios azteca.

– Bien. Así que será… ¿Eh?

Una curiosa luz de color llamó su atención, justo colocada en medio del montón de carne destruida de la reina de las arañas; con curiosidad el dios azteca movió las piezas mientras se deshacían en polvo y encontró aquel objeto de luz…

Algo que nunca esperé encontrar allí.

– No me jodas…

– Oye, dios Primigenio, volvamos allá arriba.

Las palabras de Beelzebu le sacaron de sus pensamientos; guardó aquel objeto con cuidado y volvió a la pareja de dioses del Valhalla, Beelzebu y Buda, quién ya se había recompuesto…

No, no se había recuperado del todo.

– Tú… ¿Tuviste que esperar hasta el último momento para hacer tu aparición?

Las palabras acusadoras de Buda dieron de lleno en la precaria participación del dios azteca: su aparición en los últimos momentos del combate y el ataque final que destruyó Atlach-Nacha justo después de que Dziva hubiera sido derrotado. Además, Buda, con su Octava Conciencia, ya había percibido suficientes advertencias del alma del dios: arrogancia, codicia, avaricia, orgullo, desprecio y gran odio hacia los humanos.

¿Habría ayudado Tezcatlipoca… O quería deshacerse de la diosa que más amaba a los humanos?

– … No espero que un dios como tú lo entienda, mocoso.

– ¿Cómo dices?

– Esa cosa… Nunca debería haber estado aquí. Hice todo lo que pude para eliminarla… Y de todos modos, tuve que dar más… – sus ojos se volvieron hacia el muñón de su lado izquierdo – Sólo necesitaba tiempo para darle el último golpe. Que lo haya conseguido muriendo no es mi problema… ¿O te hubiera gustado darme ese tiempo?

– Tú…

– Cuando comprendas la gravedad de lo que acaba de suceder, comprenderás que los sacrificios que acaban de ocurrir fueron… Milagrosamente mínimos.

– ¿Te importaría explicarlo?

La pregunta de Beelzebu bastó para romper la tensa atmósfera entre los dos dioses; Tezcatlipoca suspiró y se llevó una mano al espejo del pecho, aún intacto.

Shuumatsu no Valkyrie - Last Ragnarok IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora