Laberinto De Reflejos, Capítulo 33.

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El resto del viaje fue extrañamente silencioso. Argentina podía oír desde su lugar las canciones que reproducía perú desde sus auriculares, el volumen era tan alto que no importaba que argentina estuviera a una cierta distancia de Perú para poder escuchar aquellas canciones melancólicas.

Los ánimos estaban un poco bajos, pero todo cambió cuando vieron desde lo lejos los albores de su destino.

El pueblo estaba escondido entre árboles de gran tamaño, desde la distancia se podían ver las pequeñas montañas. La luz de la mañana las pintaba de un tono dorado, como si estuvieran bañadas en oro.

Argentina miró con fascinación y bajó la ventanilla de su ventana. Repitió aquella mala costumbre de sacar la cabeza por la ventana para poder admirar el paisaje en todo su esplendor. Miró a Perú y este tenía la misma cara de fascinación por aquellas montañas de oro, su sonrisa era infantil, estaba feliz de ver por primera vez montañas de gran altitud como describían sus libros y veía en películas. Argentina se alegró de verlo feliz, presientio que sería una buena experiencia.

―¿llegamos?―preguntó con entusiasmo perú.

―así es, hemos llegado―respondió Italia mientras se aproximaba más al pueblo.

Perú y argentina se miraron emocionados, no esperaban para poder llegar y por fin disfrutar de su verano juntos.

―he llegado a casa―susurro Italia para sí misma, hacía años que no visitaba a su familia y a su hogar natal.

Cuando por fin se adentraron al pueblo se quedaron maravillados por la estética de esta. Se veía todo tan pacífico y sereno, en la entrada había un gran cartel que decía "Bienvenidos a las Rosas" junto a rosales a su alrededor.

Si bien habían llegado temprano a su destino, se podía ver gente de pueblo haciendo su vida cotidiana. Las señoras barrían las veredas, los señores tomaban café y leían el periódico en los bares de la esquina, había niños que jugaban a la pelota o acompañaban a sus madres a hacer las compras al supermercado.

Cuando llegaron a su cabaña (cabaña que Italia había alquilado para una semana) se asombraron por lo linda que era. Era pequeña, el tamaño normal para una cabaña pero lo suficientemente grande como para tres personas. Estaba alejada del pueblo, tanto que para llegar tenían que caminar bastante. Tenía 3 habitaciones, un comedor cocina y un porche con una hamaca con la vista perfecta a las inmensas montañas y al atardecer.

Era un pueblo perdido entre los árboles y las montañas, era encantador. Estaban a kilómetros de su hogar, pero se sentía bien. En Las Rosas nadie sabía sobre ninguna foto comprometedora, ni algún noviazgo homosexual. Perú suspiro de alivio, sentía que por fin podía vivir su romance de verano en paz.

Mientras italia desempacaba sus maletas, argentina y perú salieron al porche de la cabaña a admirar el paisaje. El aire era fresco, generalmente las personas con algún tipo de enfermedad respiratoria como el asma, pasaban temporadas en aquel pueblo ya que el aire de las montañas ayudaba en esos casos.

Los jóvenes se sentaron en la hamaca, el cielo estaba despejado y se podían ver aves sobrevolando el bosque, ambos se sentían inmersos en paz y felicidad. Perú con una mirada cristalizada recostó su cabeza en el hombro de Argentina sin importarle que Italia apareciera de repente, ese momento era solo de ellos, quería apreciarlo lo más que podía.

―¿ocurre algo?― preguntó argentina.

―solo estoy feliz, estoy emocionado por pasar los próximos días contigo.

Argentina sonrió, no se miraban directamente, únicamente observaban el paisaje y surgían las palabras como impulsos sinceros de su corazón.

―yo también lo estoy―respondió argentina mientras sentía como sus cuerpos se fundían en aquella posición y en aquel momento.

Eros, Argentina x PerúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora