Capítulo 19

1.8K 198 28
                                    


Meler paró, nuevamente, y bajo del coche.
No sabía si solo te habías dormido o habías quedado inconsciente. Estaba un poco ansioso, no se caracterizaba por gestionar bien las crisis.

Se las arregló para entrar en ese sitio y te llevo a dentro, colocando tu cuerpo en la primera especie de cama que encontró.

Fue rápidamente a por todos los medicamentos que había podido rescatar, de las diversas farmacias que exporasteis en el camino. Junto a algo de comida y se sentó frente a ti a esperar.

•••

La habitación estaba en penumbras, y tú yaces en una cama improvisada, con la respiración entrecortada y el sudor perlándote la frente. Merle está a tu lado, su rostro marcado por la preocupación y el miedo a la incertidumbre. En este momento, oyes la vulnerabilidad de un hombre que teme por la vida de su compañera.

—¿Puedes oírme, Alejandra?—pregunta, su voz es un susurro tembloroso que rompe el silencio de la habitación.

Abres los ojos lentamente, y el alivio que inunda el rostro de Merle es palpable. Él sostiene tu mano entre las suyas, como si fuera un talismán que pudiera mantenerte anclada a este mundo.

—si, un poco mareada aún— logras decir, y aunque tu voz es débil, tenía ese tono tranquilizador.

Merle asiente —No sabes cuánto me asustaste, pequeña—confiesa, y hay un temblor en su voz que nunca antes habías escuchado.

El mundo exterior puede estar lleno de horrores inimaginables, pero en este pequeño refugio, solo importan ustedes dos. La conexión que comparten es un faro de luz en la oscuridad, un recordatorio de que incluso en los tiempos más desesperados, el amor puede sobrevivir.

—No sé que ha pasado, nunca me había pasado algo asi, tal vez fue el cansancio— te cuestionas, ya no te sentías tan pero tan mal  como hace unos momentos.

—tienes que decirme exactamente que te pasa. No me parece normal que te desmayes así de repente— su actitud te confundió, ¿estaba enfadado porque te desmayaste?, ¿O frustrado de no poder controlar todo en todo momento?

—No lo sé, Merle. Estoy cansada, sí, pero hemos manejado durante horas antes y nunca me había pasado esto— ni siquiera tú podías llegar a una conclusión, a veces esas cosas pasan ¿no?.

—Pero nunca habíamos estado conduciendo durante 12 horas seguidas. Debe ser el agotamiento, ¿Comiste?— El ya sabía que si, pero si no era solo el cansancio, se pondría insoportable.

—Si, no mucho, pero eso tampoco es raro. Algo más debe estar pasando. No creo que sea solo el cansancio, tampoco creo que sea grave— Hablaste más para ti que para él.

—¿Podría ser algo que comiste? ¿O quizás algo en el aire, algún virus?

—No sé, ya no siento náuseas ni nada parecido. No, tiene que ser otra cosa—Tu estabas tranquila, no te ibas a morir, pero no estabas tranquilizando al ojiazul a tu lado.

—Entonces, ¿qué sugieres? No podemos ignorar esto, Alejandra. Si te pasa algo...

—Lo sé, lo sé. Pero no podemos saltar a conclusiones sin más, recuerda que estudie enfermeria, se cuidarme— Te incorpórate, ya empezabas a sentirte con energía.

—Vale... Hoy vas a descansar, no quiero verte fuera de esta cama— Demandó, no le convenciste.

Viste como se levantó a buscarte algo de comer. Mientras empezaste a sopesar en tu mente que podría haberte causado eso. Un virus era muy probable, pero si así fuera, no debías sentirte ahora como si nada hubiera pasado. Extraño...

—Toma— Merle puso frente a ti una lata abierta de tu comida favorita, tus ojos siempre se iluminaban al ver la etiqueta en la lata de ese manjar.

—¡Gracias!— Fuiste a tomarlo pero en cuanto sentiste el olor...el olor te pareció asqueroso y otra vez sentiste esa sensación de rechazo. Junto con las náuseas.

Saltaste corriendo de la cama y buscaste desesperada algo para vomitar. Viste un pequeño cubo de basura y corriste para vomitar dentro de el.

Merle se quedó en shock realizando la única acción que podía ayudarte, en ese momento. Apartarte el cabello, para que no lo mancharas y acariciarte la espalda. Y mientras lo hacía y te veía tan vulnerable sus caricias en tu cuerpo sirvió de anti-estres para sí mismo.

Te incorporaste, y te limpiaste la boca, que realmente no estaba sucia, con tu manga.

—Dios, a sido horrible...—Dijiste sintiendo el sudor frío empezar a formarse en tu frente.

—Dijiste que ya no te sentías mal— Está vez fue el quien habló más para sí mismo que para ti.

—No me sentía mal, esa lata está podrida— Dijiste convencida.

Viste a tu compañero mirarte, como si estuvieras loca.

El mismo había comprobado eso, antes de dártelo. Agarro la lata para olerla, una y otra vez. Luego agarro un tenedor y se lo llevo a la boca.

—¡MERLE!— Le reprochare, como era capaz de meterse esa cosa en la boca.

—Esto no está malo—Volvio a comer, y a remover buscando algún defecto en el producto.

—eso es imposible.

Viste como observo la comida y luego a ti, repitiéndolo un par de veces. acerco dicho objeto a tu cara, (aún te encontrabas de rodillas frente a la papelera) de inmediato te invadió ese olor ácido que te causaban ganas de vomitar. Todo se repitió y vomitaste sin poder evitarlo nuevamente.

Merle aparto rápidamente la lata y se la llevó fuera de esa habitación. Volvió corriendo hacia ti y se agachó para que te incorporas.

—¿pero que a sido eso? Te juro que no estaba mala, Alejandra por favor dime qué te pasa— te alzó para sentarse en la cama contigo encima. Tocándote la frente y diferentes partes del cuerpo, buscando tomarte mejor la temperatura. Pero nada, era normal.

—Si lo supiera— Respondiste al fin acurrucandote en su pecho. No te encontrabas mal, pero vomitar acababa con todas tus energías. Tener el estómago vacío tampoco ayudaba.— Tienes que llevarme a un hospital, así podré hacerme pruebas virales, ahora no se me ocurre nada más...— tu voz se empezaba escuchar baja, el calor de su pecho se sentia como una medicina.

—Recuperate un momento, iremos ahora mismo— beso tu frente y tú hombro y apoyo su cabeza ente último.

Esta era la primera vez que hacía algo así sin ninguna intención sexual y solo para ser reconfortante.






§§§§§§§§§§§§§§§§§§§§§§§§§§§§§§§§

Los comentarios me ayudan mucho a que me den ganas de escribir, solo digo...

Merle DixonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora