capítulo 23

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Limpiaron toda la casa. Y cuando ya estaba habitable. Merle y tú pasaron un mes entero yendo a grandes almacenes. Recolectando todas las semillas que encontraron. Y empezaron a plantarlas en el extenso campo de los alrededores.

Bueno, tú te sentabas en una tumbona con limonada, a ver cómo Merle trabajaba. No porque fueras una vaga, ayudabas siempre que él te dejaba. Esto debido a que te tropezaste con una azada el primer día, y caíste al suelo. Merle no se lo tomó muy bien.

•••

El segundo mes, Merle busco animales para tener algo de ganado. También se centro en llenar la casa de armas. Bien guardadas claro.

—ajajajajajajajajaja— No podías parar de reír,  Merle estaba persiguiendo a una gallina, y no paraba de escaparse.

—¡Alejandra! No hagas ruido la estás espantando— Volviste a reírte.

Estaban en un pueblo cerca de vuestra casa. El no quería dejarte sola, pero tampoco quería que vinieras con él por si se topaban con gente. Ya lo solucionaría. De momento, prefería tener la opción de protegerte.

Acabaron teniendo un par de gallinas, cabras, vacas y hasta un caballo. Algunos de estos animales, no tenías ni idea de dónde Merle los había sacado. Pero bueno, cuanto más mejor.

—Quiero montar en el caballo— Dijiste al ver lo esbelto que era ese animal.

—Ni hablar, estás loca— Merle te alejo del establo—Abortarias, en la primera galopada—Dijo serio y enfadado. ¿Cómo podías querer hacer algo así?

—No exageres, además, podemos hacer otro— Bromeaste.

—¡Alejandra!— Reprocho, poniendo fin a la conversación. No le gustaban nada esas bromas.

Bufaste, no te dejaba hacer nada. Pero podías vengarte con un maratón de sexo, sabías que esto lo dejaba agotado.

•••

Al tercer mes, ya se te notaba algo el embarazo. Merle comprobaba tu panza todas las noches al ir a dormir, te acariciaba el estómago comprobando si seguías embarazada. Para dormirse tranquilo.

—¿Cómo lo, o la llamaremos?— Preguntaste, sentías su respiración en tu nuca. Ahora siempre dormiais de cucharita, él tras de ti abrazándote.

—Nora, como mi madre— Dijo, parecía que ya lo tenía bastante decidido.

—¿Y si es niño?

—ojala no, no me gustan los niños, en ese caso elígelo tú, muñeca— dijo sin importancia, reiste, que bruto era—Si es niño, tendremos que intentarlo hasta que salga una niña— Rodaste los ojos.

—Merle, no soy una maquina de parir— dijiste enfadada.

—Venga, ya es hora de dormir, cariño— se acurruco apagando la lucesilla de noche. Ignorando tú molestia. Que astuto, decidiste dejarlo pasar. Solo por está vez.

Merle había colocado placas solares en el techo, estaba muy dedicado que pudieran disfrutar de todas las comodidades posibles.

•••

Saltemos al séptimo mes. Ya tenías una panza notable, que no te agradaba nada. Te pesaba todo el cuerpo al moverte y siempre estabas cansada, hambrienta y con ganas de hacer pis.

Te miraste al espejo, llevabas un vestido precioso, pero tú no te sentías igual.
Empezaste a llorar de la nada, Merle apareció sobresaltado en el marco de la puerta. Suspiro con cansancio al verte parada frente al espejo. Era la sexta vez esa semana que te encontraba llorando sin motivo aparente.

—Joder, que susto...¿Y ahora porqué lloras?—pregunto cruzándose de brazos, la última vez era porque no te cabían los pantalos. Obviamente no te iban a caber.

—S-soy go-gorda y fea..—Sollozaste alto, estabas llorando como si alguien se hubiera muerto.

—¿Pero qué...? Pero si estás preciosa embarazada, me gustaría que te quedaras así para siempre, me la pone muy dura— Dijo sincero, en los últimos meses había descubierto que tenía un fetiche con hacerlo contigo embarazada.

—¡Mentiroso!, lo dices para que me caye, ¡piensas que soy horrible!— Te dejaste caer a suelo triste, Merle te atrapó antes de que impactaras contra el suelo.—Ya no quieres estar conmigo.

—¿¡Qué!? ¿De dónde te sacas eso?—Ese tic en su ojo se había hecho muy frecuente. Junto a las ojeras, necesitabas atención día y noche. Para todo, lo estabas volviendo loco.—Hey, hey, no llores, levántate, eso no es verdad— hablo con compasión para consolarte.

—Dolera mucho cuando tenga que parir, ¿Y si no puedo hacerlo? ¿Y si tienes que elegir entre uno de los dos?— Lloraste con más ganas.

—Te elegiría a tí, además, tienes buenas caderas, parirás bien— Dijo convencido, su madre lo parió a él y a su hermano en la moqueta del salón.

—¿TÚ QUE SABÉS?, ¡LA ENFERMERA SOY YO, NO TIENES NI IDEA, IDIOTA!— Ahora estabas enfadada. Los cambios de humor los estaban matando.

Merle respiro profundamente, sin parar, hasta que sintió algo de alivio.

—Te llevaré a la cama— Te cargo hasta esta. Aún podía cargarte sin dificultad. Eso te hizo sentir menos gorda y horrible. Te dejo en la cama y se recostó a tu lado, con la esperanza de poder descansar un poco.

—gracias Merle, no se qué haría sin tí— Te aferraste a su brazo, sorbiendo tu naris constipada de tanto llorar. Besaste su hombro y sonreíste—te quiero.

—dios por favor, matame— dijo para sí mismo.

—¿que has dicho?

—nada.

Merle DixonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora