Capitulo 13.

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No hay ningún maldito vehículo, tuviste que seguir caminando. Y empezabas a cansarte, ya era de noche, no sabias que hora exactamente. Apenas te cruzaste con caminantes.

Desprevenida escuchaste el ruido de una moto tras de ti. Fuese o no quien pensabas que era, sin importar. Saliste disparada de la carretera, adentrándote en el bosque no tan frondoso a tu lado.

—¡ALEJANDRA!- Escuchaste gritar junto al motor apagarse. Era obviamente Merle siguiéndote.—¡TE HE VISTO JODER!— Te estaba persiguiendo.

Pero como siempre y en el peor momento, volviste a odiar como nunca ser mujer. Un dolor horrible se hizo presente en tu abdomen y bajo a tus muslos. Otra vez, tu peor enemigo. Los cólicos.

Si fuese una situación de vida o muerte casi no lo sentirías. Pero ahora te fastidiaba de verdad.

Mientras corrías al estar maldiciéndote internamente, te tropezaste con tus propios pies y caiste, no te lastimaste fue una caída torpe.

Cuando ibas a levantarte sentiste un peso sobre ti, pensaste que podría ser un caminante pero lo descartaste al sentir el característico olor varonil (sudor) de ya sabes quién, no el de la putrefacción de los caminantes.

Sentiste como tiraban de tu cuerpo para levantar del suelo, muy bruscamente tanto que te sorprendiste. Aprisionado tus muñecas con fuerza inmovilizándote.

—¿Que cojones hacías?—Te dijo merle furioso, con voz de susurro pero con un tono que no era para nada de susurro.—¿QUÉ MIERDA TE CREES QUE HACES?—Grito fuerte al ver que no responde.

¿Y como hacerlo? Tenias miedo, este hombre era tan impredecible, no querías que te hiciese daño ni algo peor. Estabas asustada. Y se reflejaba en tus ojos que luchaban por no llorar.

Esto Merle pudo notarlo y relajo su entrecejo un poco a la vez aflojo el agarre sobre ti e intento calmar su respiración.

—¿A dónde ibas Alejandra?— Pregunto de forma mas neutral.

—Lejos de ti, obviamente— Le respondiste con un hilo de voz, empezaste a temblar ligeramente, intentando reunir las agallas y sobretodo ganas, para responderle.

—¿Lejos de mi? ¡AJA!, ¿por qué? ¿Es por traer comida todos los días? ¿Por protegerte?- Dijo con ironía. —¿Crees que duraras algo por ahí sola? Eh, niñata.-

—Si, estaba muy bien sola, antes de conocerte— Le respondiste fría.

—Claro, de echo no vas ir a ningún lado— Te sonrió.

Antes de que pudiera reaccionar este dio la vuelta y ato tus manos a tu espalda con una soga.

—¿Qué haces?! — Desesperada te moviste violentamente para soltarte, pero no valió de nada.

--Tenias razón, tenemos que buscar otro lugar para vivir, los caminantes tarde o temprano empezara un venir en manadas al bosques— Explicó mientras terminaba de atarte.

—Merle suéltame— Ordenaste enfadada.

—vamos muñeca, te entiendo, las hormonas y eso, ademas eres joven, a tu edad tomáis decisiones de retrasados mentales— Empezó a caminar hacia la carretera nuevamente.—Pero aquí estoy yo para que no hagas tonterías- Termino de decirte.

—Merle, ya está bien, déjame en paz—Dejaste de caminar, sentándote en el suelo.

—No me jodas cariño, levanta el culo— Intento tener paciencia.—¡MIERDA ALEJANDRA!— Te levanto con brusquedad y te coloco sobre su hombro.

•••

Estabas atada de una muñeca al respaldo de la cama. Era una cuerda, no tan larga solo lo necesario.

Merle te había atado en cuanto llegasteis, era todo tan surrealista que no te lo podías creer. ¿Como había escalado todo hasta aquí?.

Sabias que Merle había encontrado un coche y que lo estaba reparando, te lo había dicho antes de dejarte sola en esa habitación. Estabas enfadada pero agotada también. Decidiste rendirte ante esta ridícula situación y dormir unas pocas, muchas horas.

•••

Te acomodaste sobre el cómodo pecho desnudo de Merle, apuntó de despertar de un sueño profundo, removiéndote entre las sábanas. Estabas demasiado cómoda.

Espera.

Recordaste toda la situación y te apartaste bruscamente, dándole un empujón al Merle dormido. Te diste cuenta que tu muñeca por fin se encontraba libre de la atadura de aquella soga.

—Ouch...— Se quejo soñoliento, ante el dolor de tu empujón.—¿Que haces Ale?— Ese apodo, aunque te derritiese cuando hablaba así, tenias que dejar las cosas claras y no ceder ante él.

—Quiero irme— Le respondiste después de un rato, ya que pensaste en irte y no volver nunca, hasta que tomaste el pomo de la puerta y esta no se abría, estaba cerrada con llave.

—¿Qué? ¿Pensaste que la dejaría abierta? ¿En serio?— Se burló con una voz ronca y soñolienta.— Ale...¿otra vez con eso?-

—¡Aléjate!—Exclamaste al ver que tenía intenciones de acercarse a ti.—Estás loco— Le dijiste con más calma.

—Alejandra...— Merle suspiró para no enojarse.—He terminado de reparar el coche, nos podemos ir hoy— Se hacer o a ti lentamente mientras retrocedías, hasta que sentiste el frío de la pared en tu espalda.—Ale yo... de verdad quiero estar conmigo, por favor nena, no me hagas esto— sentiste sus manos en tu cintura, lentamente. El no solía ser suave contigo, lo estaba intentando, eso era algo ¿no?.

Sin saber porque, ese toque te tranquilizo, era como si algo, te dijera: "todo va estar bien, vas ha estar bien, estoy aquí". Si este hombre podía decirte eso solo con sus manos e intensa mirada... No podías pensar en estar lejos de el.

Apoyaste tus manos en sus trabajados brazos y te dejaste llevar. ¡Oh no, habías caído!.

Y Merle se dio cuenta, lo vio en tus ojos y el animal que llevaba dentro sonrió triunfante y con malicia.
Te beso, lentamente como no lo había hecho nunca antes, no era lo suyo pero si te quería sumisa como antes. Tenia que dejarte completamente prendida de el.

Un beso que siguió por unos cuantos minutos, el deseo de ambos cuerpos se representaban perfectamente en el. Aun que obviamente el beso lo controlaba Merle, era un dominante por naturaleza ni en sueños te daría el control.

Te quedabas sin aire así que empujaste su pecho para que se apartara. Y lo hizo, se te quedó mirando como si fuera un caníbal que en cualquier momento te mordería y arrancaría la carne a bocados.

Mientras respirabas agitada y sentías como tu corazón bombeaba sangre con la fuerza de un tambor enorme. Tus piernas flaquearon y te deslizaste al suelo lentamente extrañamente cómoda ahí. Ni siquiera tú sabías que te pasaba pero ese sentimiento era hermoso, confuso y extraño, extrañísimo de echo. Nunca lo habías sentido.

Merle DixonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora