La luz del amanecer se filtraba tímidamente a través de las cortinas desgastadas. Los primeros rayos pintaban las paredes de un tono dorado suave, como si el sol mismo estuviera tratando de acariciar la habitación. Las partículas de polvo danzaban en el aire, iluminadas por la luz tenue. El ambiente estaba cargado de una quietud frágil, como si el mundo aún no hubiera despertado por completo. El resplandor matutino se posaba sobre la cama, delineando las sábanas arrugadas y la figura inmóvil que yacía en ella.
Poco a poco fuiste despertando. Los primeros rayos de sol del día impactaron contra tus párpados. Abriste lentamente los ojos con molestia. Sentías un leve dolor en tu cadera y también un persistente dolor de cabeza.
—Buenos días, cariño— Merle estaba al lado tuyo. Viste una bandeja con un, realmente apetitoso, desayuno. A su lado de la cama.
Estabas confundida.
—Me duele la cabeza— Era lo único en lo que podías pensar.
—Toma— Miraste extrañada las pastillas en su mano, esperando una explicación
—fui a un par de farmacias, hasta que encontre pastillas seguras para embarazadas— Te dios la cajita con comprimidos— deberia quitarte el dolor, aquí lo poner, ¿ves?— Señaló el pequeño texto en la caja. Su actitud era una mezcla de impaciencia y amabilidad. Qué raro...pensaste.Tomaste un par de eso comprimidos, junto al vaso de zumo que estaba en la bandeja.
Giraste tu cabeza hacia la ventana. Aún estaba amaneciendo. ¿Cuando se supone que le dio tiempo a todo eso?
—¿Cuando te dio tiempo a eso?
—anoche— Dijo sin importancia con una expresión demasiado amable para tu gusto.
¿Anoche? Oh, anoche. Recordaste todo lo que pasó la noche anterior. Merle inmediatamente lo noto por el cambio tan brusco en tu expresión.
—¿Que estabas fumando ayer? No olía a tabaco—Acusaste.
—Nada, no era nada— Intento inútilmente mentirte—Sobre eso-
—Te estabas drogando...— Lo interrumpiste.—y bebiendo...— tu voz estaba decepcionada.
—hey, hey, Ale lo siento— se disculpo con voz afligida, parecía arrepentido de verdad—Lo siento mucho— Su mano se dirigió a tu vientre.
—¡NO ME TOQUES!— Tú grito lo hizo apartar la mano con amargura. Qué te negarás a su toque le molestaba más que otra cosa. Pero ahora no era momento de demostrarlo.
—Me diste un buen golpe— Intento argumentar—¿No podemos estar en paz?— Mantenía la esperanza en su voz.
La habitación parecía más pequeña de lo que recordabas. Las paredes, pintadas de un blanco desgastado, parecían cerrarse sobre ti. Merle permanecía junto a la cama, su mirada fija en ti. El dolor de cabeza iba disminuyendo, las pastillas habían sido muy efectivas. Ahora tenías hambre, tomaste una tostada para llevartela a la boca. Merle sonrió complacido al verte comer.
—¿Por qué? —susurraste, sin apartar los ojos de él.
Merle se removió incómodo. Sus dedos jugaban con el borde de la sábana. No era la primera vez que te encontrabas en esta situación, podías tolerarlo, pero creías que se había pasado bastante. Nunca lo habías visto tan mal, en el sentido de llegar a tal punto de recaer, en drogas y alcohol.
—Nena, lo siento ¿Qué más quieres que diga?—dijo, su voz apenas era un susurro—. No debería haberme dejado llevar. Fue un error.
Un error. La palabra resonó en tu cabeza. ¿Cuántos errores podía cometer una persona antes de que todo se desmoronara? Miraste la cajita de pastillas en tus manos. Pastillas para embarazadas. El pequeño texto en la etiqueta parecía burlarse de ti. ¿Qué sabía Merle sobre ser padre? ¿Qué sabía él sobre las responsabilidades que venían con ese título?
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Merle Dixon
RomanceAlejandra encuentra a Merle en la azotea antes de que se cortase la mano. Alejandra: Reader. -Aquí Merle nunca se corto la mano. -No morirá obviamente. -No se relaciona con El Gobernador. -Por obvias razones no tendra gonorrea. -Alto contenido +18...