Capítulo 1: Semillas del Futuro

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El 7 de diciembre de 1989, nació Satoru Gojo, un niño que alteraría el equilibrio del mundo al convertirse en el primer portador de los seis ojos y la técnica ritual del infinito en más de trescientos años dentro del clan Gojo. Su llegada fue aclamada a nivel nacional entre la sociedad de hechiceros. Pero su influencia trascendió más allá, pues el mismo año de su nacimiento, el comportamiento de las maldiciones cambió de manera radical. De agresivas y despiadadas, pasaron a esconderse y actuar de manera más discreta, como si reconocieran la presencia de un ser divino entre ellos. Los hechiceros maléficos suspendieron sus actividades criminales y la paz pareció asentarse en el mundo mágico. Satoru, con apenas meses de vida, se convirtió en un símbolo de esperanza y tranquilidad. Era, sin duda, el elegido.

No sorprende entonces que Satoru fuera un niño extremadamente consentido desde temprana edad. Alabado por su clan y sus aliados, respetado por toda la sociedad de hechiceros, temido por las maldiciones, recibía halagos constantemente. A sus 3 años ya contaba con una personalidad arrogante y presumida. Sin embargo, también era alegre y juguetón. En el palacio de su clan, Satoru disfrutaba de los amplios jardines, donde sus seis ojos le permitían percibir cada criatura que habitaba en la zona. Le encantaba buscar los insectos más raros y grandes, pero nunca les hacía daño; simplemente los observaba con fascinación durante horas. La perspectiva única que le ofrecían sus seis ojos era un misterio para todos los demás, una maravilla que solo él podía experimentar.

Durante una de sus aventuras matutinas, Satoru había encontrado una Popillia japonica. Su cuidadora gritó horrorizada al ver al pequeño con el escarabajo en sus manitas. Tan grande fue el susto de la mujer que casi olvida la importante reunión del clan Gojo a la que debían asistir. Era extremadamente inusual que a los tres años necesitaran de la presencia de Satoru, recordaba solo una vez que le pidieron asistir a una de esas reuniones, simplemente para presentarse como el heredero. Por lo tanto, cuando fue vestido con un elegante kimono azul y escoltado por sus cuidadoras a la gran sala, Satoru se sentó al lado de su padre desconcertado.

La costumbre ceremonial del clan Gojo era sentarse en el frente de la sala y esperar a los invitados en silencio. No pasó mucho tiempo antes de que el clan Kurayami llegara y se colocara frente a los Gojo, haciendo una reverencia como señal de respeto hacia sus aliados.

A diferencia del clan Gojo, el clan Kurayami no pertenecía a las tres grandes casas y no se enfocaban en la exorcización de maldiciones. Su misión era completamente distinta: custodiar la Kuroi Kekkai, una puerta que llevaba al otro mundo. Y lo hacían gracias a la posesión de los cinco sellos divinos, la llave para abrir aquella puerta. Debido a esto, eran discretos y preferían mantener un perfil bajo dentro de la sociedad Jujutsu. Mientras menos personas supieran la existencia de la Kuroi Kekkai, mejor. Otra diferencia con el clan Gojo era que la técnica ritual de los Kurayami se heredaba cada cincuenta años, y era posible que existieran dos herederos al mismo tiempo que contaran con los ojos Inshi-me - "Ojos del Visión de los Sellos". La siguiente heredera acababa de nacer hacía seis meses.

Satoru observaba con curiosidad al bebé que cargaba la señora Kurayami. Sus seis ojos, una habilidad única que le permitía ver la cantidad de energía maldita de las personas y también su técnica ritual, escudriñaban cada detalle con fascinación. Sin embargo, aquel pequeño ser no parecía albergar demasiada energía maldita, a diferencia del resto de los presentes.

"¡Es una bendición! La próxima heredera del clan Kurayami ha nacido en la misma década que el portador de los seis ojos", comentó la señora Gojo, la abuela de Satoru. "Es una oportunidad que no debemos desaprovechar".

"Sería un honor para nosotros prometer a nuestra querida Akari al clan Gojo", contestó sereno el líder del clan Kurayami. "Nada honraría más a nuestra familia que Satoru-sama se convierta en el esposo de nuestra heredera".

Mientras los adultos discutían sobre el futuro de Satoru y Akari, el pequeño no prestaba atención a su conversación. Su atención estaba completamente centrada en la pequeña recién nacida, que acababa de abrir los ojos. Eran de un rojo brillante, con destellos azulados que parecían danzar en su mirada.

"Está decidido", comentó en voz alta el jefe Gojo, el padre de Satoru. "El matrimonio arreglado para unificar aún más la alianza entre el clan Gojo y el clan Kurayami es oficial".

Todos los presentes hicieron una reverencia y saludaron a las matriarcas de ambas familias. Concluida la reunión entre los clanes, el ambiente formal y ceremonial cambió drásticamente a uno más casual y amigable. Los Gojo, a diferencia del clan Zenin, eran conocidos por su alegría y amabilidad, especialmente hacia sus aliados. En los jardines del clan se celebraba con entusiasmo la amistad entre ambas familias y el nuevo compromiso entre sus herederos.

"¿Quiere cargarla, Satoru-sama?" preguntó la madre de Akari al pequeño, cuyos ojos no dejaban de observarla.

El peliblanco no respondió de inmediato. Se puso nervioso y desvió la mirada hacia otro lado. Lo que realmente llamaba su atención no era el hecho de que fuera un bebé, sino los ojos que tenía, tan familiares y especiales. Se preguntaba si ella era algo parecido a él mismo. Satoru estaba plenamente consciente de la singularidad y la belleza de sus propios ojos. No pasaba una semana sin que alguien se lo recordara. Y ella también tenía unos ojos que no parecían ser nada comunes, aunque era extraño que su energía maldita fuera tan baja. Quizás era porque acababa de nacer, pensó para sí mismo.

"No seas tímido. Algún día ella y tú unirán lazos. Es normal que quieras conocerla", le dijo su padre, notando la confusión en la mirada de su hijo. "Algún día lo entenderás".

La señora Kurayami extendió los brazos, ofreciéndole a Satoru cargar a Akari nuevamente. Con cierta cautela, Satoru acercó sus pequeños brazos y tomó al bebé entre ellos. Akari se acomodó de manera natural en sus brazos y soltó una pequeña risa. Satoru se esforzaba por sostenerla con cuidado, temeroso de hacerle daño, pero al escuchar su risa se relajó un poco. Era una escena adorable. Los adultos a su alrededor sonrieron, y el padre de Satoru le acarició la cabeza a su hijo con cariño.

Ecos del Pasado, Destinos Futuros - Satoru Gojo x TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora