Así lo quiso

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Sasaki Kojiro jamás  había pensado que viviría algo así. Ya no podía reconocer al temible rival de su batalla. Poseidón se veía indefenso, atormentado y desesperado.

En el fondo, le molestaba ser la causa de eso y, al mismo tiempo, quería escapar. Sofocado, débil y ansioso, no era precisamente una buena combinación.

Pudo ver al otro dios alejarse con rapidez. Seguramente sabía que estaba en desventaja. Aquel dios que estaba en el suelo, salió  corriendo ante la reacción de su amo. Él debía huir como aquel.

Podría tomar el mismo camino que él.

Podría llegar hasta los demás .

Podría buscar a Hades.

Pero, ¿Cómo?

Actualmente no tenía las fuerzas para atacar al dios. Menos aún sin Hirst. Debía inmovilizar a Poseidón para que ganar tiempo y establecer una brecha de distancia. Al menos.

Respiró. Al parecer si cuerpo aún estaba resentido y le costaba controlarlo. Todo empeoraba. Tampoco sabía su ubicación. Solo tenía indicios de estar en un templo. Era una cuestión de vida o muerte escapar.

Su precognición le mostraba un salida. Una posibilidad de escape. Y para su mala suerte,  jamas aceptaría cumplirla.

Frente a Sasaki, Poseidón lo sabía. Lo sentia. Estaba llegando al limite. La misma discusión se había repetido tantas veces y nunca lograba su amor. La única barrera entre ambos, era él. Sasaki no lo ama. Hades, a estas alturas, debería estar muerto.

Quería que su hermano sufriera, pero en el fondo, su muerte era un daño colateral.

"¿Por qué había sido tan obstinado? ¿Por qué su hermano no se alejó de Sasaki? ¿Por qué?" -se preguntaba y maldecía.

El tirano quiso acercarse, fue detenido por el humano.

-Te lo dije antes, niño. Ahora, solo quiero proteger a Hades.  Yo soy el responsable de que esté sufriendo. Yo.... - intentó decir sintiendo sus propias manos temblar de impotencia - yo debería... Mori..

-¡No! - gritó con fuerza el dios de los mares apretando los hombros del samurái- Ni siquiera pienses en la muerte, me escuchas Sasaki Kojiro! - expresó sacudiéndolo -  Tú no eres el culpable, yo lo soy - sentenció finalmente.

Sasaki abrió los ojos con sorpresa. Tal vez, por esta vez, Poseidón entraría en razón. Pero antes había caído. Antes también había creído en sus palabras y lo había engañado.

-¿Vas pedirme algo a cambio, Poseidón?. ¿Vas a obligarme para poder cumplir mí deseo? - expresó con frialdad el samurái.

El dios alejó su cuerpo y se quedó mirando fijamente los orbes ámbar que estaban frente a él.

-Si tanto deseas salvarlo, lo haré - abrazó el cuerpo del humano con todas sus fuerzas - Te he lastimado, Kojiro - dijo con resignación - aquel día en la fiesta quería que fueras mío porque estaba seguro que podías amarme. Cuando Hades vino por ti, quería matarlo por tocarte. ¡Y era Hades! El único de mis hermanos que respetaba y apreciaba. Hades era el único que estuvo para mí cuando acabé con la rebelión del imbécil de Adamas.

-Poseidón... - trató de hablar pero el dios lo empujó bruscamente contra la pared.

-Hades era mejor que yo. Si él lo deseaba, tu te irías con él y así fue. ¿Crees que no puedo verlo? Todo mí plan era separarlos y enseñarte a amarme. Con el tiempo, lo olvidarías.... Y aún así... Él quiso luchar contra mí, quiso enfrentarme y protegerte... Hades renunció  a su vida para protegerte de mí!

Sasaki palideció.

-¿Qué?... - trató de hablar -No... ¿Qué significa eso, Poseidón?...¿Qué has hecho? - exclamó el mortal intentando apartarlo.

No esperaba que Poseidón lo soltara. Ante su propia debilidad, quizás la conmoción, no pudo mantenerse en pie.

-Asi lo quiso, Sasaki. Cuando lo enfrente estaba malherido. En este momento, las demás escorias deben estar velando sus restos. 

Eso era todo. Sasaki había tenido suficiente.

Sin poder esquivarlo, golpeó en el rostro del dios griego desestabilizandolo. Luego corrió en dirección a la salida.

Algún arma divina debía haber en el lugar.

Algún dios debía estar cerca o sus hermanos. No podía simplemente quedarse allí.

Debía buscar a Hades.

-¡SASAKI! - Escuchó a sus espaldas mientras salía de la habitación.

No se detuvo, corría y corría por todo el recinto sagrado.

Detenerse era lo mismo que rendirse. No, no podía. Ahora debía luchar como antes para proteger al persona que amaba.

A cierta distancia, el dios no podía seguirlo. El ataque lo había aturdido y su vista no le respondía completamente.

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