Plan

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Definitivamente estaba furioso.

Todos sus planes habían fallado.

Seguramente porque estaba implicando a terceros, si quería lograr sus objetivos debía hacerlo solo.

¿Por qué?

Porque desde un principio el sabía cómo debía hacerlo, él era perfecto.

La figura caminaba por las ruinas de aquel lugar. Pese a la oscuridad y su aspecto devastado por el tiempo, aún mantenía su majestuosidad arcaica.

Para los humanos había pasado una eternidad desde que se produjo su caída. Muchos poetas cantaron sobre su origen, sus cimientos y su caída. Pero solo unos pocos lograron que sus voces perduraran hasta nuestros días.

Para aquel ser le parecía patético, innecesario y bastante tedioso que aquellos mortales buscaran con tanto anhelo aquel lugar por su valor histórico y mítico.

Buscar una ciudad solo por una batalla que asedió durante 10 años a la ciudad donde participaron varios héroes griegos. Quizás era una forma de seguir idolatrando las victorias humanas pese a la intervención divina.

Aquella ciudad, o al menos lo que quedaba de ella, era una prueba de las pocas veces que debió someterse a un humano.

Aquel lugar había sido edificado por sus propias manos junto a Apolo. Ellos construyeron los muros y fortificaciones alrededor de la ciudad para Laomedonte, hijo de Ilo, uno de sus fundadores. Sin embargo, aquel humano se negó a pagarles el salario convenido por lo que lo castigó con inundaciones y un monstruo marino que provocó estragos en la zona.

Después vino la Guerra por aquella mujer espartana y la ciudad imponente, amurallada, famosa por todos los rincones del mundo conocido en aquel entonces fue destruida.

El dios descendió por una de las puertas que algún humano había construido como recurso de escape. Ese camino lo condujo a un pasadizo secreto, seguramente, usado en aquel entonces por aquel mortal troyano para salvar a lo que quedaba de su pueblo y su familia de la destrucción.

Lo que nadie sabía es que también conducía a un templo submarino.
Poseidón lo había hecho poco después del incendio de la ciudad. De alguna manera, quería tener otro templo para alejarse de los dioses inferiores que constantemente lo molestaban.

Era un lugar perfecto, alejado del Valhalla cerca del mundo mortal.

-Seguramente a él le gustará - dijo mientras sonreía.

Aquel palacio no podía compararse a su templo en el Olimpo pero era bastante adecuado dada su ubicación en Midgard. Pocos templos aún persisten en la actualidad. El templo submarino de la ciudad de Troya, era su propio secreto.

Poco tiempo le llevó llegar hasta el Vαός, donde nacía una fuente con pequeñas cascadas y algunos peces. Todas las paredes estaban decoradas con telas seda de sus colores predilectos: el océano y el oro.

Mientras se acercaba a su trono, uno de sus sirvientes había llegado hasta él en cuanto lo vió.

-Mi señor, estábamos esperándolo. Todo lo que usted pidió está listo - dijo haciendo un reverencia.

-Bien, ahora sigue vigilando el Valhalla. No quiero sorpresas otra vez, Proteo - dijo con cierta ferocidad - No quiero que nadie venga a este lugar. Ni siquiera algún dios.

Inmediatamente el sirviente desapareció.

Proteo era un excelente siervo de su rey, el tirano de los mares. Uno de los pocos que respondían a sus órdenes con eficiencia, capaz de ver a través de toda la profundidad del mar.
Ahora que los dioses y los humanos estaban tomando medidas por lo sucedido en la fiesta, ya no podía confiar en nadie, precisamente lo había confirmado con Hermes.

-Maldita sea!, Debí matarlo cuando tuve oportunidad. Hermes se toma demasiadas libertades" - pensó para si mismo.


Luego, como un azote las palabras de su sobrino regresaron a su mente.

-"Dios Poseidón, el Einherjar lo odia"

Poseidón se acercó hasta su trono cerca de la fuente principal. Apretaba su puño con fuerza. Otra vez el dolor que lo abrumaba le enfurecía.

Nunca fue débil, nunca sintió algún tipo de miedo.
Odiaba ser tan dependiente de aquel Einherjar porque lo hacía vulnerable. Era peor que un Dios indefenso. Era un dios que ansiaba a un mortal que lo rechazaba.

Kojiro era un completo desastre, lo había vuelto en lo que más despreciaba.

-Aunque me odie, Sasaki Kojiro no escapara de mí - dijo para el mismo colocando una de sus manos para peinar su cabello hacia atrás.

Miró hacia el mar que se encontraba encima de él.

-Falta poco...Pronto acabaré con esto. Hades debe regresar a donde pertenece.

A pesar de su hermano, a pesar del pacto entre humanos y dioses después del Ragnarok, Sasaki Kojiro lo era todo para él.

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En otra parte, la noche había llegado al Valhalla.

Cerca de la mansión, un Einherjar caminaba en círculos. Le había pedido a su Valkiria caminar por un rato fuera de la residencia.
En vida nunca se había establecido en algún lugar, le gustaba recorrer el mundo que había frente a él.

Pese a los regaños de su valkiria, ella accedió.

-Está bien, Sasaki. Pero no te alejes de la mansión. Aún no sabemos que sucedió en el Consejo y no pueden correr peligro otra vez.

Sasaki asintió con una cálida sonrisa.

-Gracias por cuidarme. Soy bastante afortunado

-O eres bastante despreocupado - dijo la versión estruendosa de Hrist.

Hrist tiene razón. Esto es una mala idea pero no puedo seguir en esa habitación recordando lo que sucedió.

Le había costado calmar su mente.

-"Es imposible"- pensó

Gracias al emperador Qin Shin Huang había descubierto los sentimientos del dios del Inframundo. Ahora las cosas habían cambiado y él debía detener a los dioses que lastimaron a sus hermanos.

Debía detener a Poseidon.

-Yo también quiero... - susurraba el espadachin - yo... quiero verlo. Debemos hablar, debo hablar con Hades-san antes de buscar a Poseidón - dijo finalmente.

Se detuvo unos pasos antes de la salida. Sin darse cuenta, había llegado casi a la zona donde comenzaba la urbe humana en el Valhalla.

En ese instante, el humano vió como una figura caminaba rápidamente en su dirección.

Definitivamente era un dios.

Poco tiempo le llevó al samurái Sasaki Kojiro reconocerlo.



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