Salvarlo

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-¿Acaso debo matarte para que puedas entenderlo? - habló con gravedad Tritón

-No moriré. Este humano regresará con los suyos - declaró desafiante Proteo.

-Veremos cuánto puedes aguantar, escoria - expresó el dios mientras empezaba a silbar aquella melodía tan hermosa como amenazante que había sido escuchada durante el tercer combate.

Esa melodía, la melodía de la muerte creyó aquella vez el samurái. ¿Cómo era posible que pudiera escucharla? ¿Dónde se encontraba?

Tantas preguntas sin respuestas. Solo veía un enorme vacío extenderse frente a él.

Alguien estaba luchando, podía escuchar ecos de golpes a su alrededor.

-Debo salir de aqui- se dijo a si mismo -No puedo salvarlo así- pensó buscando a su alrededor algún rastro del templo, de Poseidon o de su sirviente.

En esa oscuridad, sus sentidos comenzaban a agudizarse.

Sintió una enorme opresión sobre su pecho. Esa sensación le era conocida. El recuerdo de aquella herida en su duelo con Musashi Miyamoto.


Él había sido su último rival. Con él había muerto.

¿Esta vez será igual? - no pudo evitar pensar como el mayor perdedor de la historia de la humanidad.

No quería darse por vencido.

Llevó su manos hacia su torso, trataba de encontrar el origen de la sensación. Tanteaba cada centímetro sobre sus costillas y el dolor aumentaba extendiéndose por su cuerpo.

-Sasaki - llamó una voz a sus espaldas

Se detuvo al instante.

Los recuerdos llegaron nuevamente: su caída en el mar; su despertar en la habitación y Poseidón tratando de forzarlo.

-Aceptame.... - pedía la voz - Solo una vez, quédate conmigo - suplicó con desesperación.

De pronto, unas manos recorrieron su cuello quitando todo posible aliento.

-No puedo salvarlo- repitió otra vez. Sintiendo hundirse nuevamente en aquellas aguas.

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-"No puedo contra él" - pensó el dios escupiendo sangre. Había cambiado tantas veces de forma que ya su cuerpo estaba empezando a adormecerse. Su rival, pese al cansancio seguía atacando con ferocidad.

Intento evadirlo una vez más. Tenía que huir. Solo debía acercarse a la mansión, estaban cerca quizás algunos kilómetros que podría atravesar con rapidez si se lo proponía.

-Sabes que no podrás salvarlo. Mí padre ha intentado despertarlo de todas las formas posibles. A pesar de eso, lo quiere a su lado. ¡Así que no estorbes, Proteo! - exclamó Tritón apuntando su arma al cuello del sirviente.

Su lanza era similar al tridente de su padre. No obstante era débil si se encontraba fuera del agua. Proteo lo sabía. Era cuestion de tiempo para destruirla.

Tomó la decisión. Tritón no esperó más, lanzó su ataque a gran velocidad.

Proteo esquivó levemente el golpe. El arma rozó su cuerpo provocando una herida en su flanco izquierdo. Sentía la sangre brotar, más logró tomar la lanza por encima de la mano de su rival.

-¡¿Qué demonios estás haciendo?! - exclamó incrédulo Tritón -¡ Vas a morir, escoria!

Proteo reunió sus fuerzas y atravesó su cuerpo. Aquella arma profundizó la herida y se clavó en el suelo. Rápidamente las grietas empezaron a verse hasta que logró romperse. Tritón apartó  su mano, alejándose del dios. Proteo estaba en su límite, solo debía golpearlo una vez más.

El dios inferior aprovechó el instante de vacilación para acercarse al humano y huir.

-¡No lo harás! - gritó con ferocidad mientras lo perseguía.

Proteo empezó a marearse, la pérdida de sangre estaba haciendo efecto. Trató de ignorarlo y un quejido lo sacó de sus pensamientos.

El humano estaba sufriendo, eso quería decir que estaba empezando a reaccionar.

-¡Proteo! - gritó mientras golpeó por la espalda al sirviente.

Ambos cayeron.
Proteo respiraba, escupía sangre. Estaba en perdiendo la consciencia.

-Ya es tarde - agregó Tritón antes que todo se oscureciera.

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En la mansión del Edén, tres figuras había llegado hasta la terraza gracias al vehículo del científico.

-Ustedes sigan, yo iré a dejar mi invento en un lugar seguro. Los veré en cuanto termine - comentó  el científico antes de marcharse.

-Yo buscaré a Okita y luego iré a la entrada - dijo el francotirador acostumbrándose a estar en tierra. Ese invento era extraordinario pero hacia mucho tiempo que no subía a un automóvil - vigila al demente - agregó antes de entrar.

El emperador no pasó desapercibida la orden del finlandés. Pero sabía que todos estaban en la peores condiciones emocionales.

Simo Häyhä caminaba por aquella habitación hasta llegar a la puerta. Ya en el pasillo solo quedaba unos pocos metros hasta la habitación del samurái joven.

No había nadie en el camino. Seguramente todos estaban ocupados buscando, pelando o esperando noticias de Sasaki.

Suavemente golpeó la puerta. Escuchó la voz del capitán de los Shinshegumi.

Al entrar lo vió sentado sobre la cama limpiando su katana.

-Hola, Okita - dijo llamando la atención del japonés

-Simo. Ya volvieron - dijo el humano sin verlo - ¿Hay alguna novedad de Sasaki?

-Si pero debes venir conmigo - no quería dar detalles. Debía ser directo para no darle oportunidad al lunático del Loki de escapar.

-Estoy algo ocupado, iré después - expresó aún sosteniendo su katana

Simo sabía que no debía hacerlo pero era la única manera de que el dios confesara.

-Es sobre Loki - dijo haciendo que Okita no solo dejara de su katana sino que lo miró amenazante

-¿Lo encontraron? - exclamó con enojo creciente

-Si. Está esperándote en la terraza - dijo sin preámbulos

Okita no entendía la situación. Tampoco quería saberlo. Ese dios estaba cerca, ahora podría vengarse de una vez. Se levantó de la cama con su arma, al pasar por al lado del francotirador este lo detuvo del brazo.

-Nadie debe saberlo todavia pero no estarás solo. El emperador y yo estaremos cerca- dijo con gravedad.

-No los necesito. No necesito que me salven. Yo puedo con él ¿Acaso dudan de mí? No soy débil, no necesito que sean mis guardaespaldas.

- Okita, lo sabemos pero tiene información sobre Sasaki. No podemos dejarlo huir. Ese dios es bastante problemático - expresó el soldado.

Okita bufó. Ellos tenían razón. Loki podría usar cualquier truco para engañarlos como en la fiesta o como en su batalla. Se soltó del agarre del finlandés y salió con brusquedad.

-”Espero que no nos equivoquemos" - pensó el einherjar mientras seguía los pasos del samurái.

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