La mayoría de las veces Reyna podía controlar las pesadillas.
Había entrenado su mente para empezar todos los sueños en su sitio favorito: el jardín de Baco en la colina más alta de la Nueva Roma. Allí se sentía a salvo y tranquila. Cuando las visiones invadían su sueño—como siempre les sucedía a los semidioses—, podía contenerlas imaginando que eran reflejos en la fuente del jardín. Eso le permitía dormir plácidamente y evitar despertarse a la mañana siguiente empapada en sudor frío.
Esa noche, sin embargo, no tuvo tanta suerte.
El sueño empezó bastante bien. Se encontraba en el jardín una tarde cálida; el cenador estaba cargado de madreselva en flor. En la fuente central, la pequeña estatua de Baco escupía agua en la pila.
Las cúpulas doradas y los tejados de tejas rojas de la Nueva Roma se extendían debajo de ella. A casi un kilómetro hacia el oeste se alzaban las fortificaciones del Campamento Júpiter. Más allá, el Pequeño Tíber torcía suavemente alrededor del valle, siguiendo el borde de las colinas de Berkeley, perezosas y doradas a la luz del verano.
Reyna sostenía una taza de chocolate caliente, su bebida favorita.
Espiró con satisfacción. Merecía la pena defender ese sitio: por ella, por sus amigos, por todos los semidioses. Los cuatro años que había pasado en el Campamento Júpiter no habían sido fáciles, pero habían sido la mejor época de su vida.
De repente el horizonte se oscureció. Reyna pensó que podía tratarse de una tormenta. Entonces se dio cuenta de que una ola gigantesca de limo oscuro avanzaba arrollando las colinas y volvía del revés la faz de la tierra, sin dejar nada a su paso.
Reyna observó horrorizada como la marea de barro llegaba al linde del valle. El dios Término mantenía una barrera mágica alrededor del campamento, pero sólo sirvió para retrasar la destrucción un momento. Una luz morada explosionó hacia arriba como cristales rotos, y la marea se abrió paso a raudales, hizo trizas árboles, destruyó caminos y barrió el Pequeño Tíber del mapa.
"Es una visión"—pensó Reyna—. "Puedo controlarla".
Trató de alterar el sueño. Se imaginó que la destrucción era sólo un reflejo de la fuente, una inofensiva imagen de vídeo, pero la pesadilla continuó con todo lujo de detalles.
La tierra engulló el Campo de Marte y arrasó todo rastro de las fortalezas y las trincheras de los juegos de guerra. El acueducto de la ciudad se vino abajo como una fila de bloques de construcción de juguete. El Campamento Júpiter también se desplomó: las atalayas cayeron con gran estrépito, y muros y cuarteles se desintegraron. Los gritos de los semidioses fueron silenciados, y la tierra siguió avanzando.
Un sollozo se formó en la garganta de Reyna. Los relucientes santuarios y monumentos de la Colina de los Templos se desmoronaron. El coliseo y el hipódromo fueron arrollados. La marea de tierra llegó a la línea del pomerio y entró en la ciudad ruidosamente. Las familias atravesaron el foro corriendo. Los niños gritaban aterrados.
El senado implosionó. Villas y jardines desaparecieron como cosechas bajo un arado. La marea se agitó cuesta arriba hacia los Jardines de Baco: el último vestigio del mundo de Reyna.
Tú los dejaste indefensos, Reyna Ramírez-Arellano—una voz de mujer brotó del terreno negro—. Tu campamento será destruido. Tu misión es un encargo absurdo. Mi cazador va a por ti.
Reyna se apartó de la barandilla del jardín. Corrió a la fuente de Baco y agarró el borde de la pila, mirando desesperadamente el agua. Deseaba que la pesadilla se convirtiese en un inofensivo reflejo.
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GIGANTOMAQUIA: La Sangre del Olimpo
FanfictionLos viajes terminan, los imperios caen, las vidas se extinguen. El tiempo todo lo consume, incluso a los mismos dioses. La guerra contra los gigantes ha alcanzado un punto crítico, los semidioses griegos y romanos se ven incapaces de la reconciliaci...