TERCERA PERSONA XX:

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Piper conocía el miedo, pero aquello era distinto.

Oleadas de terror la invadieron. Sus articulaciones se volvieron de goma. Su corazón se negaba a latir.

Los peores recuerdos inundaron su mente: su padre atado y apalizado en el Monte Diablo; Percy y Jason luchando a muerte en Kansas; los tres ahogándose en el ninfeo de Roma; ella enfrentándose sola a la diosa Quíone y los Boréadas. Y lo peor de todo, revivió la conversación con su madre sobre los episodios que se avecinaban.

Paralizada, observó cómo el gigante levantaba su lanza para aplastarles. En el último momento, saltó a un lado y placó a Percy.

El golpe agrietó el suelo y salpicó la espalda de Piper de esquirlas de piedra.

El gigante se rió entre dientes.

—¡Oh, no ha sido justo!

Alzó otra vez su arma.

—¡Estás muerta, maldita rémora!—Percy se lanzó de frente, aferrándose con fuerza a su espada.

—¡Espera!—trató de advertir Piper, pero ya era muy tarde.

El gigante puso los ojos en blanco, apuntó su arma y disparó una estocada que hizo estallar el aire a su paso. Percy apenas y alcanzó a levantar su arma para parar el golpe antes de salir despedido dando vueltas por el aire.

—Pedazo de mierda...—siseó, una vez se estrelló contra el suelo. Un desagradable corte se había abierto en su frente, manchando el suelo de sangre.

El chico abrió los ojos como platos, pues no era sólo un gigante lo que se alzaba ante él, sino la inmensidad del cosmos y todos sus horrores primordiales.

—¡Levanta, Percy!

La joven lanzó una andanada de cuchillos con la esperanza de distraer la atención de su enemigo. Funcionó por un segundo, tras el cual todos los proyectiles cayeron hechos pedazos.

—Flechas, balas, espadas, lanzas, soldados—se burló Mimas, dedicándole una sonrisa demoníaca—. Cualquier cosa que entre en mi rango será repelida. Una sentencia muerte segura, esa es mi arte marcial...


¡¡¡KONGOUSHOU KIN-IKI: ZONA PROHIBIDA DE VAJRA!!!


Las carcajadas del gigante hicieron retumbar la recámara.

—¡Ni siquiera un dios sería capaz de adentrarse en mi espacio!

Percy se reincorporó temblando. Volvió a alzar su guardia, pero se movía lentamente, con los ojos muy abiertos y desenfocados.

Piper entendió por qué. El templo estaba amplificando sus miedos personales. Piper había visto cosas horribles, pero nada comparado con lo que Percy había experimentado. Si estaba rememorando escenas del Tártaro, acentuadas y combinadas con sus otros malos recuerdos, su mente no podría soportarlo. Podía volverse completamente loco en cuestión de segundos.

—Estoy aquí—aseguró Piper, infundiendo confianza a su voz—. Saldremos de esta.

El gigante se rió.

—¡Una hija de Afrodita llevando a un hijo de Poseidón! Lo que me faltaba por ver. ¿Cómo me vencerás, muchacha? ¿Con maquillaje y consejos de belleza?

Hacía unos meses ese comentario podría haberle ofendido, pero Piper ya estaba por encima de eso. El gigante se dirigió a ella pesadamente. Afortunadamente, Percy seguía por la labor de combatir.

GIGANTOMAQUIA: La Sangre del OlimpoWhere stories live. Discover now