GIGANTOMAQUIA LI

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Hazel comenzó a caminar, paso a paso, como un demacrado cadáver en vida. Su rostro manchado de sangre lucía unos ojos ardientes en odio, como un demonio que se arrastraba desde el infierno con inconmensurable intención asesina.

Escirón respiraba agitadamente, apretando los disertes y sudando con nerviosismo. Apuntaba sus armas con manos temblorosas. Su corazón latía con fuerza. Podía sentir la sangre corriendo por sus venas.

"¡¡¿Pero qué demonios está pasando aquí?!!"—se preguntaba—. "Esta... esta bruja... ¡¡No puede ser verdad!! ¡¿Por qué no se muere?!"

—¿Cuál es tu problema?—bramó, mientras se deshacía de su Tommy Gun—. ¡Me das asco!

Disparó una vez más con su Desert Eagle. Un trozó del cráneo de Hazel le fue arrancado, pero su expresión no reflejaba nada más que desdén. La hija de Hades lanzó una estocada con su spatha, el bandido hizo el amago de esquivarla, pero igualmente recibió un profundo corte en su brazo izquierdo.

El hijo de Poseidón reajustó su cuerpo. En su mano apareció una nueva pistola con la cual le metió una bala en la cabeza a su oponente. Hazel se limitó a sonreírle, sin ni un sólo rasguño en su piel.

—Tú... no eres débil—dijo Hazel, mientras su oponente retomaba las distancias—. Has hecho de tu nombre uno afamado, aunque por actos un tanto estrafalarios. Eres poderoso y tienes un corazón fuerte. Debes tener una gran codicia. Eres un excelente bandido.

Las pupilas de Escirón se dilataron.

—¡Ja! Si me elogias con tanta condescendencia... tus palabras se vuelven vacías.

La semidiosa se encogió de hombros.

—Sé una o dos cosas sobre la codicia. Nací como una niña maldita, las consecuencias por la codicia de una única mujer. Mi padre es el dios de la riqueza, mi madre era la hija de una esclava liberada. Ella nunca supo reconocer cuándo tuvo suficiente, su insaciable deseo la llevó a aliarse con Gaia, y eso terminó por consumirla—explicó—. Tú estás en esa misma situación, Escirón. Ríndete, renuncia al poder que Gaia te ha dado, o serás destruido, ya sea por mí o por la propia diosa a la que sirves...

El bandido le disparó con sus dos armas al mismo tiempo, destrozando el cuerpo de la joven. La serenidad en la faz de Hazel se tornó en ira. El bandido siguió disparando y disparando hasta que se le terminaron las balas. La hija de Hades se lanzó de frente y conectó una estocada, haciendo que el hombro derecho de su oponente escupiese arena a chorros.

—¡Mierda!—aulló Escirón, sacándose a su oponente de encima con una patada.

El hijo de Poseidón soltó sus armas. Hazel le dedicó una mirada asesina.

—Ríndete—exigió—. Soy inmortal, nunca pereceré. Seguiré existiendo eternamente porque... ¡¡Esa es mi maldición!! ¡¡Yo soy el castigo por la codicia de la humanidad!!

Escirón hizo aparecer una Glock en su mano. Sus pies retrocedían por cuenta propia. Sus heridas abiertas entorpecían sus movimientos. Sentía dolor. Sentía soledad. Se suponía que combatía codo a codo con uno de los invencibles Dioses Gigantes, pero se sabía realmente por su cuenta. Como cuando estaba muerto, vagando perdido por el Valhalla, repudiado por las almas del más allá.

"¿Inmortal...? ¡Esto tiene que ser una puta broma!"—se decía a sí mismo—. "Joder... No importa cuántos tiros le acierte, ella ni se inmuta y avanza cada vez más. ¿Qué puedo hacer contra una mujer así? Piensa en algo... ¡¿Qué puedo hacer?!"

Hazel le miraba fijamente con aquellos orbes dorados, fríos, crueles, distantes. Los ojos de Escirón se abrieron de par en par. Las piezas comenzaron a encajar en su cabeza.

GIGANTOMAQUIA: La Sangre del OlimpoWhere stories live. Discover now