—El veneno es un hábito desagradable—Cimopolia agitó la mano, y los nubarrones se disiparon—. El veneno de segunda mano puede matar a una persona, ¿sabes?
A Jason tampoco le gustaba mucho el veneno de primera mano, pero decidió no mencionar ese detalle. Sacó a Percy de la red cortándola y lo apoyó contra el muro del templo, envolviéndolo en la cáscara aérea del ventus. El oxígeno estaba disminuyendo, pero Jason esperaba que ayudase a expulsar el veneno de los pulmones de su amigo.
Su idea pareció dar resultado. Percy se dobló y empezó a tener arcadas. Tenía los ojos enrojecidos, llenos de lágrimas.
—Annabeth...—murmuró tristemente—. L-lo... lo siento... Gracias... Jason...
Jason espiró aliviado.
—Me tenías preocupado, hermano.
La diosa se elevó amenazante por encima de ellos.
—Espero que cumplas lo prometido, Jason Grace.
—Lo cumpliré—aseguró él—. Cuando ganemos esta guerra, me aseguraré de que todos los dioses sean reconocidos—posó la mano en el hombro de Percy—. Mi amigo puso en marcha el proceso el verano pasado. Hizo que los dioses del Olimpo prometiesen que prestarían más atención al resto de vosotros.
Cim hizo una mueca de desdén con la nariz.
—Ya sabemos lo que vale una promesa de un dios del Olimpo.
—Por ese motivo voy a terminar el trabajo—Jason no sabía de dónde salían esas palabras, pero la idea le parecía totalmente razonable—. Me aseguraré de que ningún dios sea olvidado en cada uno de los campamentos. Tal vez se les dedique templos o cabañas, o como mínimo santuarios...
—O cromos coleccionables—propuso Cim.
—Claro—Jason sonrió—. Viajaré de un templo al otro hasta que el trabajo esté terminado.
Percy alzó una ceja.
—Estás... hablando de docenas de dioses.
—Cientos—le corrigió Cim.
—Bueno, entonces puede que lleve un tiempo—dijo Jason—. Pero tú serás la primera de la lista, Cimopolia... la diosa de la tormenta que decapitó a un gigante y salvó nuestra misión.
Cim se acarició el pelo de medusa.
—Eso servirá—observó a Percy—. Aunque sigo lamentando un poco no veros morir.
—Por supuesto... que sí...—suspiró Percy, luchando por recuperar la compostura, aunque la voz le salía débil y entrecortada—. Respecto a nuestro barco...
—Sigue entero—confirmó la diosa—. No se encuentra en muy buen estado, pero deberíais poder llegar a Delos.
—Gracias—dijo Jason.
Cim le dio la vuelta al disco y mostró las correas que tenía en la parte inferior, como un escudo. Se lo colocó en los hombros al estilo del Capitán América.
—Seguiré vuestros progresos. Polibotes no mentía cuando dijo que tu sangre despertará a la Madre Tierra. Los gigantes están muy convencidos de eso.
—¿Mi sangre, concretamente?—preguntó Percy.
La sonrisa de Cim se volvió todavía más inquietante de lo normal.
—No soy un oráculo, pero oí lo que el adivino Phineas te dijo en la ciudad de Portland. Te enfrentarás a un sacrificio que tal vez no seas capaz de hacer, y te costará el mundo. Todavía tienes que enfrentarte a tu defecto fatídico, hermano mío. Mira a tu alrededor. Todas las creaciones de los dioses y los hombres acaban convertidas en ruinas. ¿No sería más fácil escapar a las profundidades con esa novia tuya?
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GIGANTOMAQUIA: La Sangre del Olimpo
FanfictionLos viajes terminan, los imperios caen, las vidas se extinguen. El tiempo todo lo consume, incluso a los mismos dioses. La guerra contra los gigantes ha alcanzado un punto crítico, los semidioses griegos y romanos se ven incapaces de la reconciliaci...