REYNA XLI

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Reyna nunca se había alegrado tanto de ver a un cíclope, al menos hasta que Tyson los dejó y se volvió contra Leila y Dakota.

—¡Romanos malos!

—¡Espera, Tyson!—dijo Reyna—. ¡No les hagas daño!

Tyson frunció el entrecejo. Era pequeño para ser un cíclope; todavía un niño, en realidad: medía poco más de metro ochenta de estatura y su único ojo era del color del jarabe de arce. Sólo llevaba puesto un bañador y la parte de arriba de un pijama de franela, como si no pudiera decidirse entre bañarse o acostarse. Exudaba un fuerte olor a mantequilla de cacahuete.

—¿No son malos?—preguntó.

—No—respondió Reyna—. Están obedeciendo órdenes malas. Creo que lo sienten. ¿Verdad, Dakota?

Dakota levantó los brazos tan rápido que pareció Superman a punto de alzar el vuelo.

—¡Estaba intentando ponerte al tanto de la situación, Reyna! Leila y yo teníamos pensado cambiar de bando y ayudaros a reducir a Michael.

—¡Es verdad!—Leila por poco se cayó hacia atrás por encima de la barandilla—. ¡Pero el cíclope se nos ha adelantado!

El entrenador Hedge resopló.

—¡Menudo cuento!

Tyson estornudó.

—Perdón. Pelo de cabra. Me pica la nariz. ¿Nos fiamos de los romanos?

—Yo sí—dijo Reyna—. Dakota, Leila, ¿sois conscientes de cuál es nuestra misión?

Leila asintió.

—Queréis devolver esa estatua a los griegos como prenda de paz. Déjanos ayudar.

—Sí—Dakota asintió moviendo la cabeza vigorosamente—. La legión no está para nada tan unida como Michael ha dicho. No nos fiamos de todas las fuerzas de auxilia que Octavio ha reunido.

Nico se rió con amargura.

—Un poco tarde para dudar. Estáis rodeados. En cuanto el Campamento Mestizo esté destruido, esos aliados se volverán contra vosotros.

—Entonces ¿qué hacemos?—preguntó Dakota—. Tenemos una hora como mucho hasta que amanezca.

—Las cinco y cincuenta y dos de la madrugada—dijo Ella, que seguía posada en el cobertizo para botes—. Amanecer, litoral oriental, 1 de agosto. Agenda de meteorología naval. Una hora y doce minutos es más que una hora.

A Dakota le entró un tic en el ojo.

—Retiro lo dicho.

El entrenador Hedge miró a Tyson.

—¿Podemos entrar en el Campamento Mestizo sin peligro? ¿Está Mellie bien?

Tyson se rascó el mentón pensativamente.

—Está muy redonda.

—Pero ¿está bien?—volvió a preguntar Hedge—. ¿No ha dado a luz todavía?

—"El parto se produce al final del tercer trimestre"—advirtió Ella—. Página cuarenta y tres, La guía de la madre primeriza para...

—¡Tengo que ir allí!

Parecía que Hedge estuviera dispuesto a saltar por la borda e ir nadando.

Reyna posó la mano en su hombro.

—Entrenador, lo llevaremos con su esposa, pero hagámoslo bien. Tyson, ¿cómo habéis llegado a este barco tú y Ella?

—¡Rainbow!

GIGANTOMAQUIA: La Sangre del OlimpoWhere stories live. Discover now