Al final del pasillo había una puerta de nogal con una placa de bronce:
ASCLEPIO
DM, DO, EMD, DQ, DCV, MAEN, OMG, TEM, TTYL,
MCRM, MF, IOU, DO, OT, DF, BAMF, ER, INC., SMH
Puede que hubiera más siglas en la lista, pero a esas alturas a Leo ya le había explotado el cerebro.
Piper llamó.
—¿Doctor Asclepio?
La puerta se abrió de golpe. El hombre que había al otro lado tenía una sonrisa afable, arrugas en los ojos, cabello corto canoso y una barba bien recortada. Llevaba una bata de laboratorio blanca sobre un traje de oficina y un estetoscopio alrededor del cuello, el uniforme típico de médico, salvo por un detalle: Asclepio tenía un bastón negro pulido con una pitón verde viva enroscada alrededor.
A Leo no le hizo gracia ver otra serpiente. La pitón lo observó con unos ojos amarillos claros, y Leo tuvo la sensación de que no estaba en modo idiota.
—¡Hola!—dijo Asclepio.
—Doctor—la sonrisa de Piper era tan cálida que podría haber derretido a un Boréada—. Le agradeceríamos mucho que nos ayudara. Necesitamos la cura del médico.
Leo ni siquiera era su objetivo, pero la capacidad de persuasión de Piper le invadió irresistiblemente. Habría hecho cualquier cosa para ayudarla a conseguir la cura. Habría ido a la facultad de medicina, habría obtenido doce doctorados y se habría comprado una gran pitón verde enroscada en un palo.
Asclepio se llevó la mano al corazón.
—Con mucho gusto, querida.
La sonrisa de Piper vaciló.
—¿De verdad? Quiero decir, muy bien.
—¡Entrad! ¡Entrad!
Asclepio les hizo pasar a su consulta.
El tipo era tan amable... Leo había supuesto que la consulta estaría llena de instrumentos de tortura, pero parecía... la consulta de un médico: una gran mesa de madera de arce, estanterías repletas de libros de medicina y varios de esos órganos de plástico con los que a Leo le gustaba jugar cuando era niño. Recordó el lío en que se había metido una vez porque había convertido un corte transversal de un riñón y unas piernas de esqueleto en un riñón monstruoso y había asustado a la enfermera.
La vida era más sencilla entonces.
Asclepio se sentó en la cómoda butaca de doctor y dejó su bastón y la serpiente sobre la mesa.
—¡Sentaos, por favor!
Jason y Piper se sentaron en las dos sillas que había en el lado de los pacientes. Leo tuvo que quedarse de pie, cosa que le pareció bien. No quería estar a la altura de la vista de la serpiente.
—Bueno—Asclepio se reclinó—. No encuentro palabras para expresaros lo mucho que me alegra hablar con pacientes. Durante los últimos miles de años el papeleo se ha descontrolado. Prisas, prisas, prisas. Rellenar formularios. Hacer trámites. Por no hablar de la gigantesca guardiana de alabastro que mata a todos los pacientes en la sala de espera. ¡Le quita toda la gracia a la medicina!
—Sí—dijo Leo—. Higía es un poco deprimente.
Asclepio sonrió.
—Mi auténtica hija Higía no es así, os lo aseguro. Es bastante simpática. En cualquier caso, has hecho bien reprogramando la estatua. Tienes manos de cirujano.
YOU ARE READING
GIGANTOMAQUIA: La Sangre del Olimpo
FanfictionLos viajes terminan, los imperios caen, las vidas se extinguen. El tiempo todo lo consume, incluso a los mismos dioses. La guerra contra los gigantes ha alcanzado un punto crítico, los semidioses griegos y romanos se ven incapaces de la reconciliaci...