Piper no se sorprendió cuando los hombres serpiente llegaron.
Durante toda la semana había estado pensando en su encuentro con el bandido Escirón, cuando se encontraba en la cubierta del Argo II después de escapar de una gigantesca tortuga destructora y había cometido el error de decir: "Estamos a salvo".
Al instante una flecha había impactado en el palo mayor, y sólo sus reflejos habían evitado que perdiese la cabeza.
Piper aprendió una valiosa lección de esa experiencia: nunca des por supuesto que estás a salvo y nunca jamás tientes a las Moiras anunciando que crees estar a salvo.
De modo que cuando el barco atracó en el Pireo, a las afueras de Atenas, Piper resistió el deseo de dejar escapar un suspiro de alivio. Por fin habían llegado a su destino. En algún lugar cerca de allí (más allá de aquellas hileras de cruceros, más allá de aquellas colinas llenas de edificios), encontrarían la Acrópolis. Ese día, de un modo u otro, su viaje terminaría.
Pero eso no quería decir que pudiera relajarse. En cualquier momento podía caer del cielo una sorpresa desagradable.
Al final la sorpresa consistió en tres tipos con colas de serpiente en lugar de piernas.
Piper estaba de guardia mientras sus amigos se preparaban para la batalla revisando armas y armaduras, y cargando las ballestas y las catapultas. Vio a los tipos deslizándose por los muelles, serpenteando entre grupos de turistas mortales que no les prestaban atención.
—Ejem... ¿Jason?—gritó Piper.
Jason y Percy acudieron a su lado.
—Hmph—bufó Percy—. Dracaenae.
Jason entornó los ojos.
—No lo creo. Al menos no son como las que yo he visto. Las dracaenae tienen dos troncos de serpiente en lugar de piernas. Estas tienen uno solo.
—Supongo que tienes razón—concedió Percy—. Estas también parecen más humanas en la parte de arriba. No son escamosas y verdes. Entonces, ¿hablamos o luchamos?
Piper estuvo tentada de contestar "Luchamos". No pudo evitar pensar en la historia que le había contado a Jason sobre el cazador cherokee que había infringido su tabú y se había convertido en serpiente. Esos tres parecían haber comido mucha carne de ardilla.
Por extraño que pareciera, el que iba delante le recordó a su padre cuando se había dejado barba para el papel de El rey de Esparta. El hombre mantenía la cabeza en alto. Tenía una cara bronceada de facciones marcadas, los ojos negros como el basalto y el cabello moreno rizado y lustroso de aceite. La parte superior de su cuerpo era musculosa, cubierta únicamente por una clámide griega: una capa de lana blanca enrollada holgadamente y sujeta al hombro. De cintura para abajo, su cuerpo constaba de un gigantesco tronco de serpiente: unos dos metros y medio de cola verde que ondulaba por detrás cuando se movía.
En una mano llevaba un bastón rematado con una brillante joya verde. En la otra, una bandeja cubierta con una tapa de plata, como el plato principal de una cena de lujo.
Los dos tipos que iban detrás de él parecían escoltas. Llevaban petos de bronce y artificiosos cascos rematados con puntas de piedra verde. Sus cascos ovalados estaban engalanados con una gran letra k griega: kappa.
Se detuvieron a escasos metros del Argo II. El jefe alzó la vista y observó a los semidioses. Su expresión era intensa pero inescrutable. Podría haber estado enfadado, o preocupado, o desesperado por ir al cuarto de baño. Por fortuna para Piper, poca gente podía ocultar sus verdaderos colores de su ojo carmesí.
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GIGANTOMAQUIA: La Sangre del Olimpo
FanfictionLos viajes terminan, los imperios caen, las vidas se extinguen. El tiempo todo lo consume, incluso a los mismos dioses. La guerra contra los gigantes ha alcanzado un punto crítico, los semidioses griegos y romanos se ven incapaces de la reconciliaci...