38. Lo hizo por mí.

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Aron.

Vi su pequeña figura alejarse. No entendía que le molestó tanto ¿habrá sido por lo que dije sobre Robert?

Maldición, él no estaba aquí, pero seguía en su pensamiento.

Cas se acercó. Él la saludo, pero ella lo ignoró, estaba realmente molesta.

—¿Qué hiciste ahora, Aron?

—Yo no hice nada —dije entre dientes.

—Es cierto —confirmó el emperador.

Me giré a verlos cuando perdí a Les de vista. Massimo me indicó que lo siguiera, no sabía que quería tratar conmigo, pero entre más rápido acabe con esto, más pronto podré ir con ella.

Llegamos hasta el despacho, dentro estaba Darius Lossus, la emperatriz y el sacerdote de la otra vez, no recuerdo su nombre. Cas, el emperador y yo entramos y nos sentamos alrededor de la mesa.

—Bien, ya están todos —dijo Massimo—. De los presentes, solo Aron y Monseñor no conocen esta historia, y debo pedirle que no divulguen lo que escucharán.

Asentí, todos estaban muy serios, no sabía sobre qué hablarían.

—Bien, primero les contaré una verdad sobre Alessandra. —La mención de su nombre me hizo poner atención en el relato—. Ella es especial, no solo por su gracia divina, hay algo más importante en ella.

Escuché con atención la historia, pero no podía creer lo que escuchaba, cada palabra daba bote en mi interior. Cuando el emperador terminó de contarlo, todos nos quedamos en silencio, hasta que el sacerdote decidió hablar.

—¿Por qué contar todo esto ahora, Su Majestad?

—Por la profecía —respondió el emperador—. Me temo que se refiere a Alessandra.

—¿Por qué? —el sacerdote se veía más interesado.

—Por lo que sucedió con el ataque de los Darof.

—Ella presentó señales de estar despertando un poder superior —interrumpió Lossus—. Estuvo sometida a una gran presión, primero con su encuentro con Lenox en el santuario —Me tensé al recordar lo que ese maldito me dijo que le hizo—, luego con la llegada del príncipe Cassius y las cartas del rey.

—¿Qué señales vieron? —interrumpí.

—Alessandra no puede someterse a emociones fuertes, y tuvo tres desmayos —contestó la emperatriz—. El primero fue frente a Darius y de mí, vimos una luz blanca salir su cuerpo y luego cayó inconsciente.

—La segunda vez fue frente a mí —añadió Cas—. Fue después de contarle sobre el plan del rey, cuando decidió aceptar el matrimonio. Esa noche ella desapareció, suponemos que pasó más de ocho horas inconsciente.

» La tercera vez estaba sola, pero la encontró Eliot. —Yo no sabía nada de sus desmayos, parecía que aún me ocultaban algo—. Él estaba a cargo de su cuidado esa noche y escuchó ruidos en su habitación. La encontró en su bañera rodeada de una luz blanca y la tuvo que sacar, se estaba ahogando.

¿Por qué no me dijiste nada, Les?

Eliot tampoco me lo dijo, pero debió parecerle importante si se lo dijo a Cas.

—Entonces ¿qué? —estaba realmente preocupado.

—Para evitar que ella colapse, debe rodearse de sentimientos positivos, no puede pasar por un estrés similar o peor —respondió Lossus—. Si eso sucede, podría desatar un poder que no podrá controlar.

La joya de la corona (BORRADOR FINALIZADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora