80. Ya tienes rival.

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Narrador.

La emperatriz se hizo cargo de declarar estado de emergencia y todos los civiles fueron refugiados. Los ejércitos de cada nación del territorio avanzaban hacia la frontera, no sabían con exactitud a que se enfrentaban, pero sabían que sería una ardua batalla.

Al emperador con sus tropas, le tomó un día llegar a la frontera. Viajaban sin equipajes o suministros, solo con la caballería, mientras el ejército se movía a paso más lento.

—¿Cuál es la situación? —Preguntó Massimo a Darius Lossus, que estaba a cargo de las tropas en la frontera.

—Hay un enorme ejercito de ogros, duendes, trolls, arpias y esas malditas lamias —Lossus apuntó el terreno que tenía solo algunos árboles cerca—. Parecen estar en comunicación, no están atacando, solo están esperando sin moverse.

—¿Por qué?

—Por qué lo estaba esperando, emperador. —Una voz gruesa sonó de fondo.

Aron tomó su espada y se acercó al hombre que caminaba hacia ellos, pero Robert lo detuvo.

—No sea imprudente, Aron Cavel —Irus lo observó sobre el hombro—. He venido a hablar.

—Entrégame a Alessandra —dijo entre dientes Aron.

—Me temo que no es posible —la expresión de Irus no cambio—, ella decidió estar conmigo, no iré en contra de su voluntad.

—No es cierto —añadió Robert—, ella jamás se uniría a ti.

Ambos miraban a Irus con odio, en cualquier momento lo atacarían, pero sabían que debían escucharlo y tratar de recuperar a Les.

—Siempre decidiendo por mí, principito. —Los ojos de todos se desviaron a la figura de Alessandra que se iluminaba detrás de Irus—. Eso es lo que nos llevó a esto.

Ella dio unos pasos y su cuerpo se hizo visible ante todos los presentes. Sus ojos eran grises, un tono más claro que los de Irus. Su cabello completamente blanco, había cortado las puntas color lila y ahora llegaba poco más abajo de sus hombros. Vestía calzas negras y botas metálicas altas de color plateado oscuro. Usaba una camiseta se manga larga y cuello alto de color blanco. Sobre ella, llevaba una pechera negra con aleaciones plateadas. Sus hombros tenían hombreras que iba a juego con el resto de su armadura sencilla y sus brazaletes plateados.

Todos la miraron anonadados, se veía como ella, pero solo Aron podía percibirla como una persona diferente. Ella se acercó y se puso al lado de Irus, tomó su mano y miró a Aron y Robert con una sonrisa divertida, sabía que eso les molestaría.

—Ahorrémonos tanto discurso —habló y los ojos de todos se posaron en ella—, nuestra presencia aquí es mera cortesía, por el cariño que alguna vez sentí por este mundo... —Henry que llegó poco después llamándola, dio un imprudente paso adelante y ella se acercó hasta él, dejando a todos perplejos por su rapidez—. No seas tonto, príncipe —lo tomó del cuello—. No me interrumpas mientras hablo.

Ella lo dejó caer y sonrió. Era una advertencia, no estaba jugando.

—El mensaje también es para ustedes —Irus le habló a Robert y Aron que querían acercarse a ella.

—Como decía —Les se giró y caminó hasta Irus—, estoy aquí para ofrecerle una resolución pacífica —miró a su padre—. Que la humanidad se rinda y la mejor parte de ella, podrá sobrevivir.

—¿Qué pasa si no? —Desafió su padre.

—Morirán todos —lo miró sobre su hombro, su expresión denotaba arrogancia—. Sería una pena que todos murieran, en especial los que tienen grandiosas habilidades. —Sus ojos se desviaron a Aron y Robert.

La joya de la corona (BORRADOR FINALIZADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora