58. Corona de flores.

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Alessandra.

Estaba sentada en mi silla cerca de Henry. Podía sentir su mirada cada cierto tiempo, era asfixiante.

Rob había dicho que todo era un mal entendido, que él había confundido mi amabilidad y que cuando intentó hacer algo más, yo lo frené y él se enojó, pero sabía que nadie le creía, solo lo aceptaron para que nada fuera más grave.

Finalmente se aceptaron los matrimonios, todos ocurrirían después de tres meses, mientras, Elena y Robert pasarían tiempo en el palacio imperial como prometidos. Las hijas de Edgar llegarían en unos días, la mayor iría a Argo con Damián y la menor al ducado con Cas.

—Si no hay nada más que agregar, doy por terminada la sesión —mi padre sonrió.

—Yo quiero hacer una consulta —Edgar posó sus brazos en la mesa—. ¿Cuándo tendremos noticias del próximo heredero? —Sus ojos cayeron en mí.

—No seas desubicado, Edgar —mi madre lo fulminó con la mirada.

—Espero que pronto, padre —Henry tomó mi mano y la besó—. La princesa entiende la importancia de su deber como esposa y gobernante —sonrió, pero no era su sonrisa de siempre, esta estaba cargada de cinismo—. ¿Cierto, cariño?

—Así es —respondí sin apartar mis ojos de los suyos.

—Me alegra escuchar eso —dijo Edgar.

—Es al único —murmuró Aron.

Nuevamente el ambiente se volvió tenso, pero mi padre logró tranquilizarlos. Terminó la sesión y todos se levantaron. Me quedé sentada un momento mientras todos salían. Me puse de pie y me encontré de frente con Elena, estaba seria y no me decía nada.

—Lamento lo del compromiso...

—¿En serio lo lamentas? —me interrumpió.

—Claro —noté la ira es su rostro—. ¿Estás enojada conmigo?

—Pudiste hacer algo.

¿Qué carajos les sucede? ¿Qué podía hacer yo? No era mi decisión, no era la emperatriz, no podía ir en contra de la decisión de mi padre solo porque sí.

—¿Qué querías que hiciera? —traté de no elevar mi tono.

—Decir la verdad.

—Eso no habría ayudado —le pasé por el lado.

—Siempre huyendo, Les —alzó la voz y me giré a verla.

—Por qué mejor no me dices todo lo que quieres decir.

—No quiero casarme con alguien que está enamorado de otra mujer.

Sabía que ella sentía algo fuerte por Cas, pero no sabía que esto le afectaría tanto, solo me enfoqué en Rob e ignoré sus sentimientos, pero, aun así, no había nada que pudiera hacer.

—Nunca hemos sido dueñas de nuestras vidas, Elena, sabes eso.

—Para ti es fácil decirlo.

—¿Fácil? ¿Qué tiene de fácil?

—Tú no entiendes nada, Alessandra.

—¿Qué es lo que no entiendo, Elena? Dímelo.

—Siempre viviré a tu sombra, con Robert jamás tendré algo real y lo sabes.

—¿Y me culpas? —la encaré y ella bufó.

—Pensé que por una vez harías algo por mí, que tomarías la iniciativa, como yo tantas veces lo he hecho por ti —elevó más su tono.

La joya de la corona (BORRADOR FINALIZADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora