72. Esta es tu verdad.

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Alessandra.

Desperté recostada en el suelo, el césped largo rozaba mi nariz y me hizo cosquillas. Me incorporé y me senté, el cielo brillaba de color azul claro y una suave brisa hizo ondear mi cabello.

—Hasta que al fin despiertas. —Me giré ante la voz—. Nunca te había visto dormir aquí.

—¡Lía! —me sorprendí—. ¿Dónde estabas?

—Esa cueva era un lugar especial, muy pacifico, fue como si me suprimiera por completo.

—¿Sabes qué pasó?

—Volví cuando Istora te traía de vuelta al palacio, pero como tengo accesos a tus recuerdos, se lo mismo que tú.

—Debí dormir mucho para estar de vuelta en el palacio.

—En realidad... solo ustedes dos están aquí, ella no volvió con el pelotón de reconocimiento.

—¿Qué pasó con ellos?

—Ni idea —se encogió de hombros—, pero sé que llevas tres días inconsciente, e Istora no se aparta de tu lado.

—Debo volver y averiguar que sucede.

Lía me miró fijamente y luego levantó la vista. La imité y noté que el domo transparente sobre nosotras estaba trizado, parecía que en cualquier momento caería.

—No sé qué sucedió, Les, pero debes encontrar las respuestas.

—¿Tú estás bien?

—Sí, pero no sé si nosotras... —nos apuntó— ...lo estaremos.

—Cuídate, Lía.

—Cuídanos, Les.

Cerré mis ojos y de apoco sentí que volvía al plano mortal. Pestañeé varias veces y dejé escapar un gemido bajo cuando llevé mi mano a la cabeza, me sentía un poco mareada.

—No te levantes de inmediato —Istora puso su mano sobre mi pecho—, espera un poco.

Pase unos minutos acostumbrándome a mi visión, realmente me sentía muy mareada. La emperatriz entró a la habitación y sonrió al verme, se sentó a mi lado y tomó mi mano.

—¿Cómo te sientes, querida?

—Mucho mejor ahora —tomé un poco de agua—, pero quiero saber que pasó.

—Te contaré lo que sucede, Alessandra —Istora se apoyó en la ventana—. Esta es tu verdad.

Mi madre se sentó a mi lado y acarició mi cabello, su cercanía me sorprendió, pero no dije nada, me sentía cómoda con ella en este momento.

—El día que conocí a tu padre, yo vagaba por el bosque buscando a mi hija, ella solía escabullirse al plano mortal para ayudar a los humanos. Se disfrazaba y entablaba relaciones con ellos —sus ojos estaban fijos en mí—. Yo sentí su presencia, siempre lo hacía, pero no podía encontrarla, ella se escabullía de mí —una leve sonrisa apareció en su rostro—. Mientras la buscaba, vi a tu padre de apenas diez años correr llorando desconsolado, su madre había muerto el día anterior y él corría sin rumbo fijo. Cruzó un lago congelado, pero había una fractura en el hielo y cayó. Desde lejos pude ver la escena y dudé en ayudarlo, pero ganó mi empatía y lo saqué del agua. Iba a dejarlo ahí, era suficiente con haberlo salvado, pero mi hija apareció a mi lado y le entregó su capa al niño que temblaba de frio —su mirada cayó, como si le doliera recordarlo—. Le dije que debíamos irnos, pero ella me ignoró y le habló, fue amable con él, como siempre lo era con todos. Tu padre estaba sorprendido al verla, tocó su cabello de inmediato y dijo: Pareces una Diosa. Yo sabía eso no era bueno, no debíamos ser vistas, no deberíamos poder cruzar la barrera de Triade —ella meneó su cabeza y sus ojos se desviaron por toda la habitación—. Demisa le dijo que no debía decirle a nadie que nos había visto, y que, si cumplía con eso, ella lo visitaría otra vez. Luego de eso, tomó a Massimo en brazos y lo acercó al palacio.

La joya de la corona (BORRADOR FINALIZADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora