74. Control del cuerpo.

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Alessandra.

Al llegar a la enfermería lo encontré de inmediato. Había personal estabilizándolo, pero él estaba consciente y sentí que mi alma volvía.

—Te tardaste en venir, bonita.

—No pensé que llegarías en ese estado.

Entré a la habitación y me senté en la cama. Todos salieron y nos dejaron solos. Robert tenía vendado su hombro derecho y su brazo, algunos cortes en su pecho, pero todo superficial.

—Podrías usar tu poder divino y ayudarme, siento que un beso por cada herida estaría bien —bromeó y no pude evitar recordar a Istora con Aron en su batalla.

—No soy una Diosa, Rob —infundí mi gracia y puse la mano sobre su hombro—. Y tú nunca pierdes la oportunidad de coquetear.

—Me sale natural al verte.

Meneé la cabeza y recorrí su brazo para sanar sus heridas. No sentía que mi energía se agotaba, como sucedía antes, aún podía seguir.

—Déjame ver tu pierna.

—No puedo moverla —estaba serio por lo que concluí que era cierto—, tendrás que ayudarme.

Me levanté y rodeé la cama para tener acceso a su pierna izquierda. Enrollé hacia atrás las sábanas y Rob protestó.

—¡Espera! —Trató de cubrirse.

Cuando lo destapé, me di cuenta que estaba completamente desnudo. Cerré mis ojos de inmediato y giré mi rostro.

—Puedo escucharte reír, bonita, no es gracioso —sonaba avergonzado.

Giré mi rostro en su dirección, aún tenía mis ojos cerrados, pero podía sentir su vista en mí.

—No vi nada —mentí—, puedes estar tranquilo.

—Ya abre los ojos —su voz sonaba dura.

Abrí mis ojos y lo vi ruborizado con su mirada fija en su pierna izquierda que estaba descubierta.

Me senté cerca de su cintura dándole la espalda y examiné su pierna. Le quité el vendaje de apoco, examiné que todo estuviera en orden, y apliqué mi poder. Sentí que era más fuerte y su herida sanó más rápido que antes.

—No quería que me vieras así —posó su mano en mi cintura—. Es vergonzoso.

—Es normal lastimarse en batalla, Rob, no debes avergonzarte de eso.

—¿Qué? ¡Ah! No me refiero a esa tonta herida. —Fruncí el ceño y me giré para verlo—. He tenido heridas peores, lo más doloroso fue el veneno de esa maldita serpiente gigante.

—Entonces ¿Qué te dio vergüenza?

—Bueno —se ruborizó—, que me vieras así —apuntó su entrepierna—. No es la imagen que quiero que tengas de mí.

Mordí mi labio inferior para evitar una carcajada, no podía creer que le preocupara eso cuando ni siquiera tenía sensibilidad en su pierna.

—No te preocupes, yo tengo un buen recuerdo de ti —me giré antes de hacer contacto visual, pero alcancé a ver su labio curvarse hacia arriba—. Ahora solo me preocupa que recuperes tu sensibilidad y movilidad.

—¿Qué tan bueno es ese recuerdo? —Su mano subió por mi cintura y mi espalda.

—Tú solo escuchas lo que te interesa.

—Me interesa todo lo que sale de esa linda boquita que tienes.

—Me voy, Rob, pero vendré a verte más tarde —lo miré sobre mi hombro.

La joya de la corona (BORRADOR FINALIZADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora