75. Noche en la biblioteca.

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Alessandra.

Robert me sonrió desde lejos y comencé a caminar en reversa hasta el despacho, me di media vuelta cuando llegué a la puerta, entré.

No sabía lo que estaba haciendo o que esperar de él. ¿Me decepcionaría si no viene? ¿o sería lo mejor que no viniera? Abandoné todos los pensamientos cuando sentí sus manos alrededor de mi cintura, bajando lentamente hasta mis caderas y girándome para quedar de frente.

—Dime lo que quieres de mí y lo tendrás, bonita.

—Si te digo, ya no hay emoción.

Me aparté de su agarre y me senté en el futón que estaba en el piso. Rob se arrodilló frente a mí y acarició mis piernas expuestas.

—Entonces haré lo que yo quiera —tomó mi pierna y besó mi muslo—. Estoy seguro que te gustará.

Dejó mi pierna en el suelo y se quitó su camisa. Su pecho quedó al descubierto y mis dedos avanzaron solos hasta tocar cada parte de su piel, acariciando su pecho y sus brazos.

Puso cada mano en mis hombros y me recostó en el futón. Él estaba sobre mí, se ubicó entre mis piernas, acercó sus labios a los míos y me besó apasionadamente.

—No creo que pueda ser gentil esta noche.

Solo mordí mi labio inferior. Rob se irguió y pasó sus manos por mis muslos levantando mi fino vestido y enrollándolo en mi cintura. Se dejó caer sobre mí y sus labios se estrellaron sobre los míos. Su lengua recorrió cada parte de mi boca y lo dejé, le entregué todo el control de mi cuerpo.

Enrollé mis brazos en su cuello y abrí más mis piernas, necesitaba sentirlo. Bajó una mano y acarició mi punto sensible. Solté un gemido y él lo absorbió en su boca.

—Ya te dije una vez que tus gemidos son solo míos.

Asentí con una sonrisa mientras él dejaba sus dedos vagar por mi zona húmeda. Sentí su erección palpitar contra mi entrada, ya nada se interponía entre nuestro placer. Con un movimiento rápido y profundo, entró por completo. Sus labios se pegaron a los míos callando cualquier queja de mi parte.

—Rob —jadeé—. Eso dolió —mi voz era baja, casi inaudible.

—Esto me lo debes hace mucho.

Sus labios bajaron hasta mi cuello y empezó a besar. El movimiento de sus caderas se hizo más rápido e intenso, no podía llevar su ritmo, solo podía apretar sus brazos y dejarme llevar por la oleada de placer que me estaba consumiendo.

—Solo aguanta un poco más, bonita —sus manos apretaron mis caderas y presionó más fuerte, más profundo en mi interior—. Aún no, Les.

Me estaba perdiendo en su movimiento, el calor en mi vientre se acumulaba y necesitaba soltarlo, no podía aguantar más tiempo. Solté un gemido agudo y arqueé mi espalda, mis uñas se clavaron en sus brazos que aún mantenían mi cadera bajo su agarre.

Su movimiento se intensificó y se pegó a mí. Su roce contra mi zona delicada me hacía temblar las piernas, sentía que todo que mi cuerpo cosquilleaba.

—Ya casi —sus labios susurraron sobre los míos— yo... Agh.

Dejó salir un quejido masculino y de apoco su movimiento se hizo más lento y pausado. Me besó con propiedad, con nuestras respiraciones entrecortadas. Se apartó solo un poco y acarició mi rostro. Abrí mis ojos y me encontré con los suyos, que vagaban por todo mi rostro.

—¿Qué? —sonreí.

—Eres tan hermosa, Les —su dedo indicé vagó por mi mentón—. Esta es mi nueva noche favorita.

La joya de la corona (BORRADOR FINALIZADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora