Capítulo 21

82 8 5
                                    

Bianca

Acababa de despedirme de mis padres, tenía un pequeño dolorsito en el pecho. En solo dos días me volví a acostumbrar a tenerlos cerca y ahora que vuelven a casa en el pueblo toca extrañarlos nuevamente.

Días en los que comimos juntos y paseamos por el Coliseo. Sin duda lo que más disfrutó mi madre de toda la parte turística fue visitar el majestuoso teatro Brancaccio, la obra en escena fue "CABARET" el musical protagonizado por Arturo Brachetti y Diana Del Bufalo.

Unos días bellísimos, claro, si no contamos los constantes ataques de celos sin sentido Por parte de papá.

Mi padre ya tenía 70, aunque no los pareciera, su estado físico era fuerte como un roble. Soy su versión femenina, lo que quiere decir que Antonio Fiore es mi versión adulta con barba, mis ojos azules eran de un color intenso mientras los suyos ya estaban claros. Un hombre de carácter fuerte. Era físicamente como papá con un forma de ser más afín a la de la mi mamá.

Ver a mi papá retando a Vincent era divertido en cierto modo. Soy su única niña, su solecito,como me llamaba,  era comprensible si tuviera una relación con D'Angelo, pero no la tengo.

Recordar me bajó el buen humor. En la soledad de la casa, tomé un pote de helado de la nevera. Sabor chocolate, ayer le pedí a Vincent  que lo comprara. Al Inicio refunfuñó diciendo que no iba a salir a buscar helado que dejara el antojo y el capricho que no estaba embarazada.
Finalmente fuimos ambos a la tienda.

Sin darme cuenta, terminé el pote entero. Seguía con hambre, lo siguiente que ataqué fueron unas donas restantes de mi última entrega para la que hice cómoda demás.

Cinco de la tarde y las calorías que consumí eran incontables. Fui al cuarto de huéspedes donde me quedaba.¿ Ya les mencioné que arreglaron la casa de empleados pero Vincent dice que aún no es seguro que vuelva a ella?

No me supuso algún problema. El cuarto es espacioso, con su propio baño, con bañera y todo. Las paredes eras un dorado oscuro y el piso de mosaicos blancos ¿ Vincent se molestará si cambio la decoración ?

Las cortinas blancas no me gustan. La cama es 2 x 2 pero la preferiría más lejos de la ventana y cercana al vestidor de mi derecha. Si me gusta mucho la lámpara de lava color violeta en mi mesita y el inmenso tocador y espejo cuerpo completo.
Pensaba en el diseño interior caminado por la habitación. Terminé frente al espejo.

Mi vestuario consistía en una blusa de mangas cortas bastante ancha color verde y unos leggins a juego. Subí mi blusa hasta la altura de mis senos.
Siempre me sentí cómoda con mi cuerpo y mi peso de 170 libras.

En esta ocasión fue diferente. Rememorar todo lo que comí me llevó directo al baño y utilizar mi cepillo de dientes para provocar la expulsión de todo.

Unos minutos en el baño y odiando todo en el instante que alguien entró sin más.

— ¿ Estás bien ? — quiso saber Vincent mientras me fortaba la espalda para que me calmara después de lo sucedido.

Ignorando su presencia me lavé los dientes, caras y manos, tomé una toalla secándome.Al querer salir, mi actual jefe me cortó el paso.

— No me asustes así rubia. ¿ Tienes algo ?Voy a llamar a un doctor.

— Estoy bien — lo frené.

— Bien no estás, Bianca.

— No lo sé. Yo solo... — me tapé la cara de vergüenza.

— No fue ningún alimento en si¿ verdad?. Confía en mi. No sabes el dolor que me da verte así — habló bajo rodeándome en un abrazo tranquilizador y cargado de paz.

— No. Yo.. Te juro que nunca me había pasado por la mente. Es un trastorno de la alimentación y sé que está mal. Creo que hay cosas que me afectaron más de lo que imaginé — terminé diciendo con dolor.

— Si quieres bajar de peso, este no es el modo. También es mi culpa. Prometí hacer deporte contigo y el trabajo ha absorbido mi tiempo.

— No es tu culpa.

— ¿ Me juras no volverlo a hacer?

— Te lo juro — respondí con la cabeza apoyada en su pecho.

— Igual para mí estás preciosa. Me encanta tal y como eres.

— Yo siempre dije estar bien conmigo misma y mira. — me solté de entre sus brazos — dentro de poco no dirás igual.

— Claro que sí. Todo depende de los ojos que te miren. Para mí eres la mujer que quiero a mí lado y ver cada día al despertar. Ser espectador de tus locuras, sin importar el hecho de que siempre buscas algo para molestarme. Contigo soy yo mismo, porque tú me permites expresarme libremente. Eres la mujer más auténtica que he conocido, la que derriba mis muros y la seriedad de mis acciones, la única a capaz de hacerme reír sin ser esa su intención. Solo a ti te voy a dejar no seguir mis órdenes.Y tienes un cuerpo que me vuelve loco, que me hace querer tenerte cada noche a mi lado. Y si eso no es suficiente... — silencio.

Sus palabras me dejaron en un limbo. Una sonrisa tonta tiró de mis labios. Me sentí la persona más especial del mundo por como me describió. Fácilmente me convirtió en la protagonista de los libros que leo, donde los amores son tan fuertes que te convencen de que nunca serán reales al mismo tiempo que darías lo que fuera por vivir uno.

— No sé qué crees pero yo quiero arriesgarme — Vincent me trajo devuelta a la tierra — ¿ Quieres ser mi novia?

Me encontraba entre la risa y lágrimas con restos de melancolía pero llenas de alegría.

— Si, claro que quiero. — respondí sin pensar en ninguna otra cosa.

Amor Agridulce Donde viven las historias. Descúbrelo ahora