Capítulo 41

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Vincent.

Habían pasado cinco días desde el nacimiento de nuestros bebés. Cinco días de estar en el hospital. De crear una nueva rutina. La cual incluía ayudar a mi esposa en lo que aún cicatrizaba la cesárea y estar al pendiente de nuestras criaturas, por llamarlas de alguna manera.

—Buenas familia —entraron mis suegros.

—Ay mi niña —corrió Lucía a ver a abrazar a su hija con lágrimas en los ojos—. Estaba muy preocupada por tí. Ahora estoy muy feliz besó su cabello.

—¿Puedo abrazar a mi hija? —inquirió el papá de Binaca.

—Claro claro —su madre se apartó y miró a las cunas pero antes vino a mí—. Felicidades hijo. Que la vida les otorgue cosas buenas a los cuatro. Han formado una familia muy bella —me dijo con ternura y le correspondí el abrazo.

Don Antonio le susurraba cosas a su hija y le besaba la frente. Binaca estaba a pocos segundos de moquear.

Luego mi suegro me puso en el centro de su atención.

—Gracias por cuidar de mi hija. Espero que puedan ser muy felices los 4 —me dijo sincero para mí sorpresa.

— Es un honor, señor.

—Antonio, hombre. Llámame Antonio.

Los niños se despertaron y lloraron. Los abuelos los cargaron en brazos cantándoles nanas y mirándolos con adoración infinita.

Me acerqué a mi esposa, sentándome en la cama a su lado. La atraje a mí lado y la miré con devoción.

—Tengo sed —rompió el momento. Pero la entendía. Amamantar le daba mucha sed.

Busqué agua y se la di. Me hizo llevar la botella a sus labios y le seguí el juego.

—Toma pequeños sorbos —indiqué.

—Tengo hambre — planteó luego de terminar con la botella de agua.

—Te traje comida. Está en el bolso —dijo Lucía con Valéry en brazos.

Busqué el táper con arroz y vegetales al vapor para mí esposa. También me hizo darle a cucharadas parate de la comida.

—Ahora porque tienes que reposar. Pero no te acostumbres —reclamé.

Ella solo me dio una sonrisa a ojos cerrados mostrando unos hoyuelos en sus cachetes regordetes.

El celular de Binaca sonó.

—Me alcanzas el móvil amor. Por favor.

Le di la peor de mis miradas.
Caminé por quinta vez en la habitación. Saqué el teléfono de su cartera y se lo di. Fueron veinte minutos hablando con uno de sus compañeros de trabajo.

Los abuelos aún jugaban con los bebés. Entonces me entró una duda.

—¿Y si no me quieren, y si prefieren a su abuelo? — pregunté en un susurro casi imperceptible a Binaca.

—No seas tonto. Son dos tipos de amores diferentes. Claro que te van a querer —me dio un corto beso. Solo eso bastó para calmarme.

La Calma no duró nada. Mis padres entraron en la habitación.

—Buenas familia bella —entró mi madre con Dann.

—Hola —mi padre.

—Hola —saludamos al unísono los tres como si de terapia grupal de rehabilitación se tratara.

— Como está mi yerna —dijo mamá acercándose a Binaca para conversar con ella. Si. Pasé como a tercer plano.

—¿Esos son mis nietecitos? —quiso saber mi padre.

—Si —le dije.

—Felicidades hijo. Lo estás haciendo bien —me apretó el hombro.

A pesar de ser su único hijo. Escuché a mi padre decir muy pocas veces esa frase. Casi nunca lo vi con esa expresión de orgullo como hoy. Eso removió muchas cosas en mi interior. Rebobinando recuerdos del pasado.

No sabía cómo responder. Solo asentí con la cabeza y toqué la plama de su mano brevemente.

Solo les costó diez minutos a mis padres para acaparar a los bebés.
Los problemas empezaron cuando mi mamá, papá y Dann discutieron por querer cargar al otro bebé. Solo se pusieron de acuerdo para entonces querer cargar todos al mismo bebé.

—Ya basta —dije autoritario con tono grave —Tantas personas no pueden estar en la misma habitación. Dejen a mis hijos tomar la siesta —me terminé excusando.

Y así salieron de la habitación. Aunque la madre de Binaca se quedó. Era una presencia muy importante para Binaca. Sin contar que era la voz de la experiencia y la razón en estos momentos.

—Puedo quedarme con ella. Así vas a casa o a tus pendientes —me sugirió Doña Lucía.

No quería dejar sola a Binaca pero quién mejor que su mamá para pasar un tiempo con ella.

—Es verdad amor. Hace cinco días que no te despegas de aquí. Te lo agradezco pero puedes ir a casa o pasar a la oficina. Estaré bien hasta que vuelvas —me dijo amable y con voz tenue mi rubia. Sabiendo que temprano en la mañana recibí una llamada de trabajo.

—Vale vuelvo en dos horas —decidí. Le di tres sonoros besos a mi esposa. Uno tras otro como a la carrerilla. Lo que la hizo reír. Por último besé su cachete.

Me dirigí a mis nenes besando con amor y muchos muchos cariño la frentecita de cada uno.

Salí seguido de Andy como escolta. A Gonzalo lo dejé en el hospital. Pasé por casa y me di un baño. La casa de sentía triste y vacía estando solo.
Me cambié con un traje de tres piezas color caramelo con algunos detalles blancos. Me puse unos gemelos y zapatos.

Fui a la cómoda y me mire en el espejo peinando mi oscuro cabello con las manos. Cuando lo tuve en el sitio que quise. Caminé dos pasos al costado a una vitrina de la que saqué una llave.

Con dicha llave abrí un cajón forrado de negro que contenía mi colección de 28 piezas de relojería puramente fina.

Cómo no era una ocasión especial solo trámites de trabajo opté por no ponerme el regalo de Bianca. En su lugar usé un Patek Philippe Grandmaster de dos diales. Hecho de oro rosa, resplandeciendo en ese mismo color. Me puse perfume recogí todo y fui bajando las escaleras.

—Les puse comida y agua a Cucho y Chacha. Los saludé con cariño. Óscar se estuvo encargando de ellos estos días.

Monté en mi auto azul marino. Manejé el Mercedes de mi colección 10 autos a la oficina.

Entré a paso seguro al elevador de mi edificio. Salí cuando abrió sus puertas en el último piso.

—Buenas tardes Señor D'Angelo. Felicitaciones por sus bebés —me recibió Ursu mi secretaria.

—Gracias. Llévame los documentos más importantes al escritorio y dime cómo reprogramaste la agenda voy a tener para entender hora y media.

La siguiente hora y media la dediqué a los pendientes del trabajo.

Reprogramar reuniones. Finalizar entrega de planos y postergar compras de terrenos.

Aceptar presupuestos para algunas obras y desestimar otros. Preguntar por el avance de las principales construcciones en nuestras manos y permitir otras.

Antes le daba todo mi tiempo al trabajo. Hoy prácticamente estoy corriendo para acabar cuanto antes y volver con la familia que creé.

Extraño muchísimo a los tres.
Mi celular avisó de un mensaje entrante.

Cuánto tiempo sin saber de ti y tú de mí. Espero no me olvidarás

Anónimo.

No era de sorprenderme aún la policía no atrapa al que según ellos manda los anónimos. Digo según ellos por qué estoy seguro de que Levia tiene algo que ver.

Amor Agridulce Donde viven las historias. Descúbrelo ahora