Capítulo 39

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Vincent.

Me senté en la sala de espera de maternidad luego de que se llevaran a mi esposa al quirófano.

Entoces me permití sacar mis pensamientos y miedos a flote.
Me permití llorar con mi cara enterrada entre mis manos.

Daría mi vida por ellos tres. Si era necesario que el destino tomara mi vida pero no la de ellos. Que no los apartara de mi lado
.
Al poco tiempo, estuvo Gonzalo a mi lado con el maletín. No preguntó simplemente se quedó en silencio en un apoyo que sabía que necesitaba y agradecía poder estar en silencio.

—Todos querían venir pero le dije que mejor quedaran en casa.

—Gracias.

—Hombre no hay de que.

—No. Gracias por todo lo que haces por mí.

Nos fundimos en un fraternal abrazo.

Parece que estoy en un bucle de tiempo infinito. Las agujas de mi reloj no caminan. El tiempo se detiene. No pasa y el aire se estanca. Negándose a transportarse a mis pulmones.

Si así pensaba en la ignorancia de lo que le pasa a mi esposa dentro de ese salón en todas estas horas, ver a la doctora salir me congeló por completo.

—¿Esa no es la doctora? —me hizo reaccionar Gonzalo y me acerqué a Hope.

—¿Salió todo bien Doctora? —nunca fui de creer en deidades pero en espera de su respuesta me recé a Dios y a todo Santo por mi conocido.

—Si —comunicó con una sonrisa —. Tiene un aniña preciosa que nació con 7 libras y por último nació un niño de 6.5 libras. Están en el peso adecuado y completamente formados. Pero aún vamos a tenerlos una semana aquí.

—Claro comprendo —. Escucharla me devolvió el aire y la vida misma — ¿Y mi esposa? —si tenía miedo pero también mucha fé.

—Lo hizo espectacular pero debe tener unas cuantas horas de sueño. Ahora mismo la suben a la habitación —me sonrió —. Esos son sus bebés —señaló y se fue.

Solté el aire que no sabía que retenía. El mundo que se caía alrededor de repente todo volvió a su lugar y sentí a mi corazón latir más despacio en felicidad y alivio.

Me acerqué a la enfermera que cargaba a dos bultos pequeñitos y frágiles pero que tenían una fuerza de voluntad nunca visto.

—¿Puedo cargar a mis hijos? —pregunté dudoso.

— Tengo que llevarlos a la incubadora allí podrá verlos.  El varoncito tiene menos peso y aún hay que hacerle pruebas médicas. Pero puede llevar a la niña.

La enfermera me tendió a un bultico envuelto en una manta amarillita. Sin mucho conocimiemto la tomé agarrando su cabecita y llevándola a mi pecho. Lugar que se calentó bajo su presencia. Después de reconfortante abrazando a mi niña la observé.

Estaba arrugadita con ojos cerrados. Hacia muecas raras y movimiento de sus piecitos descoordinados. Una nariz finita y labios carnosos.

Era muy parecida a mí pero no iba a presumir de eso aunque el orgullo me llenaba.

Tenerla en mis brazos fue un sueño cumplido y se desbloqueó un nivel de amor que nunca antes sentí y no sabía cómo actuar.

Llegamos a la sala y antes de entrar a los cuneros transparentes la enfermera me detuvo.

—Aquí tiene que dármela.

No quería soltarla pero iba a ser una actitud inmadura. A regañadientes se la di y besé la barriguita de la beba, pues el enterizo la tapaba. Podía enfermarse su la.besaba directamente a la piel. Luego hice lo mismo con el varoncito que mirándolo bien. Era casi la misma cara de la hermana.

Volví con Gonzalo con una sensación de satisfacción y sin peso en los hombros. Mientras los tuviera a ellos. El mundo podía esperar.

— Felicidades papá —me palmeó el hombro mi amigo de pelos rizos.

—Muchas gracias padrino.

—Voy a ser el tío favorito.

—No empieces —dije duro pero no estaba ni una pizca de enfadado.
Cuando llevaron a mi esposa a la habitación fui con ella y dejé el maletín. Les avisé a sus padres y sin más remedio a los mios a través de videollamada.

Le entregué otra muda de ropa y pañales a la enfermera que nos visitó después y estaba a cargo de la sala. Me informó que mis niños estaban en perfecto estado de salud pero como ya sabía se quedaban una semana en observación.

Me acerqué a mi esposa que dormía plácidamente. La mujer más maravillosa que conozco. Aún me pregunto hice para merecerla, sea lo que sea me regaló el amor más extraordinario de todos.Toqué su cabello delicadamente y besé su mejilla.

En la noche me acomodé en el sillón de la habitación. Era incómodo pero solo sería una semana y valdría la pena.

NOTA
YA SON PAPIS.

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