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Escuchaba gritos y ovaciones, había ganado el primer lugar en su competencia, cosa que le aliviaba enormemente, ya que eso solo significaría que sus padres no estarían molestos con él para variar.

Ya no sentía sus logros como propios, solo era algo más que había obtenido, otro trofeo, otra medalla, nada realmente importante, no sabía si era por aquel extraño sentimiento que estaba teniendo cada vez que patinaba.

Sostuvo su medalla, bajando del podio, mirando a su alrededor, buscando a sus padres, encontrando solo a su entrenadora, quien le sonreía, felicitándolo y abrazándolo apenas él se le acercó.

—¡Sunghoon! ¡Lo hiciste increíble!

Al escuchar aquellas palabras, quiso llorar, ¿era tan difícil que su propia madre fuera quien le dijera aquello?

—Ven, vamos a que descanses.

Sunghoon de doce años, se quitó sus patines, para colocarse sus zapatos e ir al camarín, donde su entrenadora, al igual que siempre, le ayudaba dándole agua o incluso algún masaje en la espalda.

Ese día no era la excepción.

—Sunghoon... ¿Sunghoon que es esto?

Preguntó la mujer, de unos cuarenta años, quien llevaba siendo la entrenadora del pequeño desde que este había entrado al mundo del patinaje.

—¿Eso son marcas de cigarros? Sunghoon contesta.

Inmediatamente se sobresaltó, alejándose de la mujer, negando con su cabeza. Lo cierto es que si lo eran, eran de su madre, que en más de una ocasión había apagado un cigarro en su cuerpo.

Era increíble como, conforme el castaño crecía, sus padres aumentaban el grado de daño que le hacían al chico.

—Tenemos que hablar con alguna autoridad, ¿Quién te hizo esto Hoon?

La madre de Sunghoon siempre se aseguraba de colocarle maquillaje a las heridas de su hijo, sin embargo, aquel día, había olvidado hacerlo, ya que iban tarde a la competencia y claro que ganar era más importante que cubrir el maltrato que Park sufría.

—Tú no hablarás con nadie.

Sunghoon se tensó al escuchar la voz de su madre, esta se escuchaba claramente alterada. 

Lo siguiente que pasó es que su madre, finalmente despidió a su entrenadora, a la única mujer que lo había tratado como ser humano, con cariño y respeto. Luego de aquello, se llevó al chico a su hogar, encerrándolo en su habitación, lo que para Sunghoon fue un alivio, ya que por lo menos no habría castigo.

Así, Sunghoon ya no tenía amigos ni a su entrenadora, solo a sus horribles padres, quienes hacían que toda su vida se basara en competir.

Through Ice • SunsunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora