🏢🏢 Capítulo 21 🏢🏢

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ANNA

2 años atrás.

El aire fresco y puro llenaba mis pulmones mientras pedaleaba junto a mi padre, Julia y Hugo. Era un paisaje espectacular, con verdes colinas y árboles altos que parecían tocar el cielo. Podía escuchar el canto de los pájaros y el suave crujir de las hojas bajo nuestras ruedas.

Después de un rato, mi padre pidió que nos detuviéramos. Respiraba con dificultad y se apoyó en su bicicleta, tratando de recuperar el aliento. Hugo y yo nos miramos y no pudimos evitar soltar una risita.

—Papá, estás en pésima condición física —bromeé, intentando ocultar mi preocupación detrás del chiste.

Hugo se unió a la broma, sacudiendo la cabeza con una sonrisa.

—Sí, deberías hacer más ejercicio. Nos estás retrasando.

Julia, siempre la voz de la razón y el cariño, puso una mano en el hombro de mi padre y le sonrió.

—Robert, cariño, tienes que hacer más ejercicio —dijo, con su tono suave pero firme y con una débil sonrisa divertida.

Mi padre nos miró con una mezcla de cansancio y diversión en sus ojos.

—Algunos no vamos al gimnasio todos los días.

—Eso es porque te la pasas encerrado en esa oficina —replicó Hugo, entre risas—. Creo que no has visto el sol en meses, papá.

—Claro que lo veo. Por la ventana.

Todos nos reímos.

—Debieron verme en mi prime —suspiró Julia—. Podía recorrer más de cincuenta kilómetros en bicicleta en solo una tarde. Pero... esos días ya se han ido.

—¿Cincuenta kilómetros? —abrí los ojos de par en par—. ¡No puede ser!

—Oh, te lo juro, Anna. Veinte años atrás, yo era imparable.

Mi papá la mira con ojos llenos de cariño.

—Lo sigues siendo, amor.

Ella le lanza un beso en el aire.

Después de unos minutos de descanso, durante los cuales disfrutamos del paisaje y bebimos un poco de agua, él asintió y nos indicó que estaba listo para continuar.

Retomamos el viaje en bicicleta, ascendiendo por una colina que prometía una vista impresionante. El camino era empinado y exigente, pero el esfuerzo valía la pena. Cuando finalmente llegamos a la cima, el panorama que se desplegaba ante nosotros era impresionante.

Desde la colina, podíamos ver todo el bosque extendiéndose a nuestros pies. El sol comenzaba a bajar en el horizonte, bañando el paisaje en una cálida luz dorada. Nos quedamos allí, admirando la vista, sintiendo una paz y una conexión con la naturaleza que pocas veces se encuentra en la vida cotidiana.

—Miren esto —dijo Julia, con una sonrisa radiante—. Vale la pena cada gota de sudor.

Hugo y yo asentimos, sin palabras. Mi padre, aun respirando un poco pesadamente, se acercó y puso una mano en mi hombro.

—Gracias por convencerme de venir —dijo, su voz cargada de gratitud y afecto.

En ese momento, sentí una conexión especial con mi familia. Era uno de esos recuerdos que sabía que atesoraría para siempre, un día perfecto en medio de las montañas, lejos de las preocupaciones de la ciudad, disfrutando de la simple compañía y el maravilloso paisaje que nos rodeaba.

Destruyendo a JaviannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora