🌧🌉 Capítulo 39 🌉🌧

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ANNA

—¿Cómo lo supo, Javier? —Estoy conteniéndome para no tirarme encima de Javier y estrangularlo—. ¿Cómo obtuvo la Reina Blanca esas capturas?

—¡No lo sé! —Javier abre los brazos, como si no tuviera nada que ocultar—. ¡No tengo ni idea!

La puerta de mi habitación está cerrada, pero me da miedo de que mi padre o Hugo escuchen nuestros gritos. Así que intento bajar la voz.

—¿Tu amiguita te traicionó, Javier? ¿Otra vez? —Entonces, algo hace clic dentro de mí—. Oye, ¿tú de verdad le revisaste el celular en la fiesta? ¡Me dijiste que no habías encontrado nada!

Él se lleva las manos a la nuca y me da la espalda.

—¿Me estás escuchando, Javier? —Le insisto—. ¿Le revisaste el celular sí o no?

Su labio inferior tiembla y no es capaz de verme a la cara.

—¡Por tu culpa acabamos de hacer el ridículo! —estallo, mientras siento que la sangre se me sube a la cabeza—. ¡Solo tenías que revisarle el celular!

Javier se da media vuelta y me lanza una mirada fulminante.

—¿Disculpa, Anna? —Se acerca a mí. Se pone tan cerca que escucho su respiración agitada—. ¿Disculpa? ¡Fuiste tú quien me pidió que me acercara a ella! —Siento gotas de su saliva que caen en mi cara—. ¡FUISTE TÚ! ¡Yo te dije que esto era una mala idea! ¡Te lo dije! ¡Y ME LO PEDISTE IGUAL! ¡PORQUE TÚ NO ME ESCUCHAS! ¡PORQUE HACES LO QUE SE DA LA GANA Y NADIE PUEDE CONVENCERTE DE LO CONTRARIO!

Mi brazo se mueve como si tuviera control propio. Y una cachetada mía se estampa en el cachete de Javier. El sonido del golpe suena fuerte y la palma de mi mano queda plasmada en una marca roja en la cara de Javier.

Él permanece con la cabeza hacia un lado, como asimilando que le acabo de pegar. Lentamente, lleva su mano a su cachete y voltea a mirarme.

—¿Te sientes mejor, Anna? —pregunta, terríficamente calmado. No me grita. No me confronta. Solo me mira con ojos llenos de decepción y... ¿Lastima?

Julia, quien había estado allí, callada, sin opinar, por fin intercede entre los dos. Literalmente mete su cuerpo entre Javier y yo, y extiende sus brazos para apartarnos el uno del otro.

—¡Bueno, ya! ¡Suficiente! ¡Discutir no nos va a llevar nada! —Ella me mira con ojos desafiantes—. Y espero que esta sea la última vez que uno le pone un dedo encima al otro.

Yo rehúyo de su mirada y le doy la espalda. Trato de respirar profundamente. Tal vez si nos los miro, me pueda calmar.

—Javier, cariño —continua Julia, hablando con tono afable y apaciguador—. Necesitamos que hables con Kika y averigües qué fue lo que pasó. ¿Por qué la Reina Blanca tenía esas capturas? ¿Podrías?

—Sí. Mientras me lo pidan amablemente sí. —Él habla fuerte, inclinando su cuerpo hacia mí, como dejando claro que esa pulla va para mí.

Yo me muerdo los labios y me niego a verlo a los ojos. Sigo dándoles la espalda a los dos.

—Gracias, cariño —responde Julia—. Ve a descansar, mañana hablamos en la escuela.

Escucho que Javier abre la puerta y se aleja, dando pasos fuertes. Hasta cuando camina se le nota que está enojado.

Cuando se escucha que la puerta de la entrada se cierra, Julia me agarra con fuerza de los hombros y me obliga a darme vuelta de forma violenta.

—¡Qué carajo fue eso, Anna Echeverri! —Está hecha una fiera—. ¿Desde cuándo le pegas a Javier?

Destruyendo a JaviannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora