ANNA
Revisando las redes sociales de los principales sospechosos de ser la Reina Blanca, no puedo evitar sentir el peso de la frustración, pues uno espera encontrar algo, alguna pista, algún indicio, pero es casi imposible.
Javier está a mi lado, en el escritorio de mi habitación, y juntos analizamos minuciosamente cada detalle. Primero, comenzamos con Kika. Sus publicaciones están llenas de selfies, salidas con amigos y comentarios sin importancia. No hay nada que indique que ella podría ser la Reina Blanca. Una vez más, la frustración me aplasta.
Pasamos a Adam. Sus redes sociales están repletas de fotos de fiestas, viajes y entrenamientos en el gimnasio. Todo parece superficial y nada parece indicar que tenga algún interés en desatar el caos que la Reina Blanca ha generado en nuestras vidas.
Quizás no es la Reina Blanca, o quizás, es simplemente muy bueno ocultándolo. Después de todo, la Reina Blanca parece ser una persona muy astuta, que sabe cómo limpiar sus rastros.
Anisha es la siguiente en ser escudriñada. Sus publicaciones son sobre moda, su canal de Youtube y sus mascotas: dos hermosos gatos, uno naranja y uno blanco. Todo es demasiado normal, demasiado ordinario. Cero indicios de conspiraciones o segundas intenciones.
Una vez más, no es la Reina Blanca, ¿o simplemente está siendo astuta?
Maldita sea.
Finalmente, revisamos las redes sociales de la profesora Débora. Sus posts son mayormente sobre literatura, eventos académicos y reflexiones personales. Todo muy profesional y serio, sin rastro de algún comportamiento sospechoso.
Cada perfil que revisamos me deja más frustrada. No hay nada que sugiera que alguno de ellos es la Reina Blanca. Cierro la laptop con un suspiro.
—Nada. No hay nada —digo, desinflándome en la silla al frente el escritorio. Javier me mira, compartiendo mi desánimo.
—Tiene que haber algo que estamos pasando por alto —responde, pensativo.
Miro hacia el techo, sintiendo la presión de todo esto. La Reina Blanca sigue ahí fuera, y nosotros no estamos más cerca de descubrir su identidad.
—Tal vez no encontraremos nada en redes —concluyo—. Si queremos atraparla, tendremos que pasar al plano de la vida real, de la gente de carne y hueso.
Javier me mira con los ojos bien abiertos.
—¿Quieres vigilarlos o algo así?
Me encojo de hombros. La verdad no sé si vigilarlos, perseguirlos todos los días, cada hora de la semana hasta pillarlos, o qué.
—Tengo que pensar esto bien —susurro, como un comentario para mí y no para Javier.
La Reina Blanca es como una oponente formidable del ajedrez, escondida detrás de una máscara de anonimato, moviendo sus piezas con precisión para mantenernos fuera de equilibrio.
Recuerdo una partida específica que jugué en el club de ajedrez de la escuela. Mi oponente, un chico llamado Lucas, era conocido por sus tácticas impredecibles. En esa partida, había movido su caballo a f6, un movimiento aparentemente inofensivo, pero que me llevó a una trampa bien planeada. Tuve que pensar varias jugadas adelante, anticipando sus movimientos, para evitar caer en su estrategia.
Me veo ahora en una situación similar. Cada publicación en las redes sociales es como un movimiento de una pieza. Estoy tratando de anticipar las jugadas de la Reina Blanca, buscando patrones, analizando cada detalle, pero todo parece estar diseñado para confundirnos. Es como si estuviera jugando contra Lucas de nuevo, pero esta vez en un tablero mucho más grande y complejo.
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Destruyendo a Javianna
Roman d'amour👑Anna tiene todo lo que una chica de 18 años podría querer: fama💅, dinero💵, poder y el novio más guapo💏. Todo gracias a que Javier Lleras, una estrella en Tik Tok y compañero de clases, le pidió que fuera su novia en un video que se hizo viral...