👩‍🏫👩‍🏫 Capítulo 19 👩‍🏫👩‍🏫

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ANNA

2 años antes.

Estaba sentada en la primera fila, observando cada movimiento de Adam y su contrincante. La tensión en el aire era palpable, y podía sentir la presión que pesaba sobre los hombros de mi mejor amigo. Él era uno de los mejores jugadores del equipo, y todos esperaban una victoria de su parte. Pero algo estaba mal.

Adam jugaba con las piezas blancas y abrió con un clásico e4, a lo que su contrincante respondió con e5. Hasta aquí, todo bien. Luego, Adam movió su caballo a f3, y su contrincante replicó con Nc6. Adam parecía estar jugando de manera conservadora, quizás demasiado cauteloso.

¿Por los nervios, quizás? Quién sabe. A veces, uno prefiere comenzar de manera reservada y luego pasar a un ataque más agresivo.

Continuaron con Bc4 y Nf6. Sin embargo, en el cuarto movimiento, Adam cometió el primer error: movió su peón a d3 en lugar de desarrollar otro de sus caballos o proteger el centro. Su contrincante, que jugaba con las piezas negras, aprovechó la oportunidad y avanzó su peón a d5, desafiando el control de Adam sobre el centro del tablero.

Vi cómo Adam vacilaba. En lugar de capturar el peón con su propio peón, optó por retroceder su alfil a b3, perdiendo una oportunidad clave para mantener la presión. Su contrincante, en cambio, siguió con un agresivo exd3, y Adam recapturó con su c-pawn, pero el equilibrio ya estaba roto. Las piezas negras se desarrollaron rápidamente: Bf5, Qd7 y O-O-O, mientras Adam luchaba por encontrar una estrategia coherente. Cuando el alfil del oponente llegó a g4, atacando el caballo de Adam en f3, la posición de Adam se volvió cada vez más precaria.

El momento crítico llegó cuando Adam, sintiéndose acorralado, movió su caballo a h4, buscando deshacerse del alfil atacante. El contrincante simplemente retrocedió a e6, manteniendo la presión en el tablero. Adam intentó contraatacar con Qf3, pero ya era demasiado tarde. Las negras lanzaron un ataque devastador con Nd4, poniendo en jaque a Adam y ganando tiempo para un ataque decisivo.

Finalmente, con Adam en desventaja material y posicional, su contrincante remató la partida con un sacrificio brillante: Nxg3, seguido de hxg3 y Qh3, amenazando mate en la siguiente jugada. Adam trató desesperadamente de encontrar una salida, pero el contrincante selló su victoria con Qh1+, forzando el jaque mate inevitable.

Desde mi asiento, vi cómo la confianza de Adam se desmoronaba con cada movimiento errado. Sabía cómo terminaría antes de que la partida llegara a su conclusión. Cuando el jaque mate fue inevitable, Adam se levantó bruscamente de su asiento, con lágrimas en los ojos, y salió corriendo de la sala. Sentí una punzada en el corazón. No podía dejarlo solo en ese momento. Me levanté rápidamente y lo seguí, dejando atrás la atmósfera cargada del torneo de ajedrez.

Corrí detrás de él por los pasillos, hasta que lo encontré en un salón vacío. Estaba sentado en el suelo, con la cabeza entre las rodillas, llorando y respirando con dificultad. Parecía estar teniendo un ataque de pánico.

Me acerqué despacio y me arrodillé a su lado.

—Adam, tranquilo —dije, poniendo una mano suavemente en su hombro—. Estoy aquí contigo.

Él no respondió, pero sus sollozos se hicieron más fuertes. Lo abracé, intentando darle algo de consuelo. Podía sentir su cuerpo temblar.

—Sigue mi voz y respira —le dije, tratando de mantener mi propia voz calmada y firme—. Respira conmigo, Adam. Así.

Empecé a respirar profundamente, exagerando el movimiento para que él pudiera seguirme. Inhalé lentamente y exhalé con calma, esperando que él pudiera imitar mi ritmo. Al principio, fue difícil. Su respiración era irregular y rápida, pero poco a poco, empezó a calmarse.

Destruyendo a JaviannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora