🔚Capítulo 50🔚

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ANNA

Se abren las puertas del salón de eventos del Club Campestre y, de inmediato, todas las miradas se posan en mí. Siento el peso de cientos de ojos evaluándome, juzgándome. El murmullo comienza a crecer, como una ola de susurros que me envuelve mientras camino entre las mesas lujosamente decoradas.

Estoy sucia, mojada, con el pelo hecho un desastre y el maquillaje corrido, pero no me importa. Sigo avanzando, mis pasos firmes y decididos, ignorando las miradas y comentarios de los demás.

¿Dónde está Hugo? ¿Sebastián? No veo rastro de ninguno de los dos. ¿Acaso los encontraron antes de que pudieran hacer algo? ¿Javier y Julia los detuvieron? No tengo idea.

Cada paso que doy, siento cómo se intensifican los murmullos.

—¿Qué le pasó? —escucho a alguien preguntar.

—¿Así piensa recibir el premio en la ceremonia? —dice otra voz, con tono de burla.

Pero no me detengo. Mantengo mi mirada fija en la tarima al final del salón. Este es mi momento, y no dejaré que nada ni nadie me lo arrebate. La rabia y la determinación me impulsan hacia adelante, hacia la tarima donde se decidirá mi destino.

—¿Señorita? —me habla el presentador en la tarima. Un hombre de mediana edad. Cabello plateado y un elegante traje blanco—. ¿Se encuentra bien?

No la respondo.

—¡Anna! —me llama Javier, asomándose detrás de la tarima—. ¿Qué te ha pasado?

—No contestaste mis llamadas... —le digo con voz queda.

Él me explica que se encontró cara a cara con Sebastián. Me balbucea algo sobre que casi se fueron a los puños y que, por unos minutos, Hugo los encerró a ambos en un cuarto. Pero gracias a Julia y los de seguridad, pudo salir, pero cuando intentó llamarme, yo no respondía.

Yo asiento débilmente.

—Hugo y Sebastián están fuera del club —explica Javier, tratando de no levantar la voz—. Ganamos, Anna. Solo tenemos que subir allá arriba y llevar a cabo el plan.

Me muestra el estuche del anillo. Lo abre y es el anillo más hermoso que haya visto. Justo como lo soné.

—No... sé si sea necesario —le digo, antes de subir las escaleras laterales que llevan a la tarima.

Al subir los escalones, siento que el murmullo se convierte en un murmullo más bajo, casi un susurro, como si todos estuvieran esperando mi próximo movimiento. Puedo sentir la mirada de Hugo en algún lugar detrás de mí, pero no me vuelvo para buscarlo. Este es mi momento de enfrentar a todos los que alguna vez me rechazaron y humillaron.

El presentador me mira confundido, incomodo, paralizado. Veo en sus ojos que no tiene ni idea de lo que está por ocurrir.

Me acerco a él y tomo el micrófono.

—Si me disculpa, señor. Necesito hacer un anuncio importante.

El presentador mira a todos lados, como buscando a alguien que lo ayude, que le explique está sucediendo. Pero no suelta el micrófono. No obstante, yo aprovecho su confusión, para arrebatárselo.

—¡Vete! —le grito—. ¡Vete!

El presentador baja de la tarima, entre confundido y ofendido, y veo que entran al salón los de seguridad. Recuerdo esa mañana cuando uno de ellos casi no deja entrar a mi madre al club.

—Buenas noches —digo, con mi voz firme y clara—. Sé que muchos de ustedes deben estar preguntándose qué me pasó y por qué estoy aquí en estas condiciones. La verdad es que en los últimos días he pasado por muchas pruebas, pero estoy aquí. Estoy aquí porque no dejaré que nada ni nadie me derrote.

Destruyendo a JaviannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora