✈✈ Capítulo 36 ✈✈

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ANNA

Despierto lentamente y el sol se cuela por la ventanilla. Hay un mar de nubes al otro lado del cristal. Son las nueve de la mañana en el espacio aéreo de Europa. Me desperezo, me rasco los ojos y parpadeo hasta que mi visión deja de ser borrosa. Mis oídos están saturados debido al constante zumbido de las turbinas del avión. A mi lado, siento una mano familiar que cruza dedos con los míos.

—Buenos días —me saluda Javi.

—Buenos días. —Le sonrío.

—Bienvenida a Europa. —Acaricia mi cabello.

Yo estaba preparada para seguir la pista que me dio la profesora Débora: su confesión de que la Reina Blanca es una estudiante universitaria. Eso lo supo ella debido a un comentario en el chat en el que a la Reina Blanca se le escapó que tenía que entrar a clases. En horas de la tarde, casi de la noche. Sin embargo, el viaje a Ámsterdam ha monopolizado todos mis pensamientos.

Ahora no existe la Reina Blanca. No existe Anisha, ni Débora, ni Kika, ni el premio, ni las elecciones a Presidente de la Clase. Solo existimos Javier y yo.

Me inclino hacia la ventana y puedo me quedo sin aliento al descubrir que la capa de nubes da paso a un extenso terreno lleno de verde y campos de cultivos. Algunas casas de campo, con techos rojos, rodean decenas de hileras de siembras de colores. ¿Son esas flores?

—Es hermoso. —No puedo sonreír más porque mis cachetes tienen un límite. Pero no la felicidad brota de mis poros.

—Lo es. —Me responde, Javi, pero él no está mirando por la ventana, me está mirando a mí.

No puedo creer que finalmente esté aquí. Mi sueño de visitar Ámsterdam está a punto de cumplirse y no podría estar más agradecida con Javi.

El avión comienza a descender y veo las primeras vistas de la ciudad. Los canales, los puentes, las casas estrechas con sus fachadas tan características. Me siento como si estuviera soñando.

—Estoy aquí —susurro para mí misma, con una sonrisa que no puedo contener.

Cuando el avión toca tierra, mi emoción se dispara aún más. No puedo esperar para explorar cada rincón de esta ciudad.

Cuando salgo del avión, mi corazón lleno de anticipación y alegría, lista para comenzar mi aventura en Ámsterdam.

Cuando Javier y yo bajamos del avión, nos golpea en la cara el bullicio y la diversidad de personas nos rodean. Mientras caminamos por el aeropuerto, advierto de gente de todas las razas y culturas, y me doy cuenta de que Ámsterdam es verdaderamente una ciudad cosmopolita. Miles de personas de todas partes del mundo vienen aquí, y ahora entiendo por qué. Es un destino obligado en Europa.

Salimos del aeropuerto y tomamos un Uber hacia el hotel en el centro de la ciudad. Me siento en la ventana, maravillada por las vistas mientras avanzamos. Las calles están llenas de bicicletas, la gente va y viene con una energía vibrante. Los edificios tienen una arquitectura única, con fachadas estrechas y tejados a dos aguas, algunos inclinados como si estuvieran saludando a los transeúntes.

—Mira esas casas —digo, señalando un grupo de casas flotantes en uno de los canales—. Siempre quise ver esto en persona.

Los canales serpentean por la ciudad, bordeados por árboles y puentes encantadores. Las calles empedradas añaden un toque de historia y romance al paisaje. Los cafés con terrazas al aire libre están llenos de gente disfrutando del clima.

Saco mi celular y empiezo a grabar el camino al hotel, capturando cada detalle.

—Esto es simplemente hermoso —comento, mientras la cámara capta las bicicletas aparcadas en filas ordenadas, los barcos navegando por los canales y las flores que adornan los puentes.

Destruyendo a JaviannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora