⊹₊ ⋆ Capítulo 39

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Capítulo 39: No pinta nada bueno. 

Mientras el bullicio de la conversación con Nishinoya y los demás recién llegados llenaba el aire, mi mente se sumergía de pensamientos contradictorios. La presencia de Tobio a mi lado, antes tan natural y reconfortante, ahora se había transformado en una fuente de inquietud que me carcomía por dentro. Cada roce accidental, cada mirada furtiva, enviaba ondas de incomodidad a través de mi ser, recordándome la complejidad de nuestra situación. Me encontré reflexionando sobre cómo habíamos llegado a este punto. ¿En qué momento la línea entre la amistad y algo más se había vuelto tan borrosa? Las palabras de Oikawa resonaban en mi mente como un eco persistente, sembrando dudas donde antes solo había certezas. Debería estar agradecido, supongo, por haber abierto mis ojos a posibilidades que nunca antes había considerado. Pero, ¿a qué precio?

Cuanto más analizaba mis sentimientos, más claro se volvía que lo que sentía por Tobio no trascendía el cariño y el aprecio de una amistad profunda. Y sin embargo, ¿no había sido yo quien había permitido que las cosas llegaran tan lejos? La culpa me golpeó como una ola, arrastrando consigo la realización de mi propia responsabilidad en este enredo emocional. Me reprendí internamente por mi falta de claridad, por no haber establecido límites cuando tuve la oportunidad. Cada "¿y si...?" que había entretenido, cada momento de ambigüedad que había permitido, ahora se revelaba como un error, una traición no solo a mis propios sentimientos sino también a la confianza y las expectativas de Tobio.

La verdad, dura y cristalina, se asentó en mi corazón: había estado jugando con fuego, arriesgándome no solo a quemarme yo, sino a lastimar profundamente a alguien que no merecía tal trato. Tobio, con su lealtad inquebrantable y su corazón abierto, merecía mucho más que las migajas de afecto que yo podía ofrecerle. Porque la realidad, que ahora enfrentaba con una mezcla de resignación y determinación, era que mi corazón ya tenía dueño. Mis sentimientos, completos e indivisibles, pertenecían a otro. La idea de ofrecer a Tobio solo una fracción, un eco de lo que podría ser el amor verdadero, me parecía ahora no solo injusta sino cruel.

Me prometí a mí mismo, en ese momento de claridad dolorosa pero necesaria, que pondría fin a esta danza de indecisiones. Tobio merecía la oportunidad de encontrar alguien que pudiera amarlo completamente, sin reservas ni comparaciones. Y yo necesitaba ser honesto, tanto conmigo mismo como con él, sobre la verdadera naturaleza de mis sentimientos.

La conversación a mi alrededor continuaba, ajena a la tormenta interior que me sacudía. Mientras sonreía y asentía mecánicamente, mi mente trazaba el difícil camino que tenía por delante. Sabía que las palabras que tendría que decir serían dolorosas, que podrían incluso poner en riesgo nuestra amistad. Pero también sabía que era lo correcto, lo necesario. Porque al final del día, el verdadero acto de amor no siempre es corresponder los sentimientos de alguien, sino ser lo suficientemente valiente para liberar a esa persona, permitiéndole buscar la felicidad que verdaderamente merece. Y en ese momento, sentado junto a Tobio, rodeado de amigos pero sintiéndome más solo que nunca, entendí que había llegado el momento de ser valiente, por el bien de ambos.



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La música envolvía el ambiente como una niebla sonora, mientras yo me encontraba sentado en la sala de la imponente mansión de nuestro anfitrión. A mi alrededor, mis compañeros de voleibol se mezclaban con jugadores de otros equipos, creando un mosaico de rostros conocidos y desconocidos. Con cada minuto que pasaba, la casa parecía cobrar vida propia, engullendo más y más personas en su interior. En medio de aquel mar de desconocidos, mis ojos encontraron un faro familiar: Atsumu. A pesar de que el alcohol ya corría por mis venas, mi mente se mantenía sorprendentemente lúcida, aunque una extraña calma se había apoderado de mí. Mis pensamientos, usualmente un torbellino incesante, ahora fluían con una claridad inusitada, permitiéndome ser más directo con mis deseos. Me di cuenta de que no me separaba del lado de Atsumu, como si una fuerza invisible me mantuviera en su órbita. Sabía que estaba siendo empalagoso, pero él no parecía molestarse. Al contrario, su lenguaje corporal me invitaba a permanecer cerca, como si compartiera mi necesidad de proximidad.

˚₊‧ 𝐍𝐨 𝐦𝐞 𝐠𝐮𝐬𝐭𝐚𝐬 ‧₊˚→ ᴀᴛsᴜʜɪɴᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora