Capítulo 1: Una sonrisa especial.
El sol apenas se asomaba por mi ventana cuando me di cuenta de que había cometido un error garrafal: había apagado la alarma sin darme cuenta. Mi corazón dio un vuelco al ver la hora en el reloj de mi mesita de noche. ¡Maldición! Iba a llegar tarde a mi primera clase particular de matemáticas. Mientras me vestía a toda prisa, no pude evitar pensar en la advertencia de mis padres. Sus palabras resonaban en mi cabeza como un mantra implacable: "Si sigues con esas calificaciones, puedes olvidarte del partido de voleibol de finales de junio". La amenaza pendía sobre mí como una espada de Damocles, y sabía que no podía permitirme el lujo de fallar. El voleibol era mi pasión, mi escape, mi todo. La idea de perderme ese partido me provocaba un nudo en el estómago.
Salí corriendo de casa, con la mochila a medio cerrar y el estómago vacío. Para mi desesperación, vi cómo el autobús se alejaba de la parada justo cuando llegaba. Solté una maldición entre dientes. Este no era el mejor comienzo para mi primera clase con el tutor que mi madre había contratado.
Mientras esperaba el siguiente autobús, repasé mentalmente lo poco que sabía sobre mi nuevo profesor. Era un estudiante universitario de segundo año que necesitaba dinero urgentemente. Mi madre, siempre buscando una ganga, había acordado un precio reducido por las clases. Lo que no tuvo en cuenta fue la distancia. La casa del tutor estaba prácticamente al otro lado de la ciudad, lo que significaba más de una hora de viaje en autobús. Una perspectiva nada alentadora para alguien tan inquieto como yo.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, llegué a mi destino. Google Maps me indicó que estaba a solo cinco minutos de la casa. Me levanté del asiento, sintiendo cada músculo protestar por la inmovilidad prolongada. Mis piernas parecían de gelatina y mi trasero estaba completamente entumecido. Al bajar del autobús, busqué frenéticamente el número de la casa. Cuando la encontré, corrí hacia la puerta y toqué el timbre con más fuerza de la necesaria. El ladrido de un perro fue la única respuesta que obtuve. Los minutos pasaban y nadie abría. La ansiedad comenzó a apoderarse de mí. ¿Me habría equivocado de dirección?
Justo cuando estaba a punto de tocar de nuevo, la puerta se abrió. Un chico apareció en el umbral, mirándome con una ceja arqueada en señal de interrogación. Traté de componer mi mejor sonrisa, a pesar de estar jadeando por la carrera.
— Hola, soy Hinata Shouyou. — me presenté, intentando recuperar el aliento.— Estoy buscando a Atsumu Miya. ¿Se encuentra? — El chico asintió sin decir palabra. Su silencio me desconcertó. ¿Sería mudo? Decidí continuar — Eh... él me dará clases de matemáticas. ¿Podrías decirle que he llegado, por favor?
Sin mediar palabra, se hizo a un lado para dejarme pasar. Entré con cierta vacilación, observando el interior de la casa. El chico cerró la puerta y me guió hacia la sala de estar, donde me indicó que tomara asiento en el sofá. Luego, soltó un bostezo prolongado y desapareció por un pasillo oscuro. Mientras aguardaba en aquel sofá desconocido, decidí sumergirme en el mundo digital para calmar mis nervios. Desbloqué mi teléfono y, como de costumbre, fui recibido por una avalancha de notificaciones del grupo de WhatsApp de mi equipo de voleibol. Una sonrisa involuntaria se dibujó en mi rostro al deslizar mi dedo por la pantalla, absorbiendo el torrente de memes ingeniosos y TikToks hilarantes que mis compañeros compartían sin cesar.
Entre risas, me detuve en un mensaje que captó mi atención: el equipo estaba tramando grabar un video viral durante nuestro próximo entrenamiento. La idea era simple pero ambiciosa: convertirnos en las nuevas estrellas de internet y, quizás, ganar ese codiciado club de fans que tanto anhelábamos. No pude evitar que mi mente divagara hacia aquellos tres afortunados miembros de nuestro equipo que ya gozaban de tal privilegio. Koshi Sugawara, con su sonrisa cálida y su carisma innegable; Tobio Kageyama, el genio del voleibol cuya intensidad en la cancha dejaba a todos boquiabiertos; y por supuesto, Kiyoko Shimuzu. Ah, Kiyoko... Su nombre solo bastaba para que media escuela suspirara. Con su belleza etérea y su actitud reservada, se había convertido en la chica más codiciada de toda la preparatoria. Sin embargo, lo que pocos sabían era que detrás de esa fachada de inalcanzable perfección, se escondía una amiga leal y comprensiva.
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˚₊‧ 𝐍𝐨 𝐦𝐞 𝐠𝐮𝐬𝐭𝐚𝐬 ‧₊˚→ ᴀᴛsᴜʜɪɴᴀ
Fiksi PenggemarUn interés inexplicable emergió, inquietante y profundo, en el corazón de Hinata. Nunca antes había experimentado una atracción tan intensa, y mucho menos hacia otro hombre. Se encontraba al borde de un abismo de emociones desconocidas, a punto de a...