⊹₊ ⋆ Capítulo 53

155 32 11
                                    

Maratón 2/3 - Capítulo 53: Luego de clases. 

— ¿Faltarán al entrenamiento? — La voz de Oikawa flotó en el aire como un globo de helio cargado de curiosidad mal disimulada. Sus ojos, dos sondas alienígenas diseñadas para extraer información, escanearon primero a Osamu y luego a mí, como si esperara que nuestras caras fueran mapas detallados de nuestros planes.

Me encogí de hombros con la gracia de una tortuga artrítica. Que Osamu respondiera por mí era la mejor opción; después de todo, ¿para qué están los hermanos gemelos si no es para ser tu portavoz no solicitado en situaciones incómodas? Además, mi relación con Oikawa era tan cómoda como un suéter de lana en pleno agosto tropical.

Él, Oikawa. El chico maravilla, el nuevo competidor por el codiciado puesto de armador. Desde que se unió al club, nuestros partidos se habían convertido en un carrusel de cambios, un juego de sillas musicales donde el premio era tocar un balón durante unos minutos. Iniciaba yo, luego él, como un vals descoordinado donde ninguno de los dos sabía realmente quién llevaba el ritmo.

Y sin embargo, por algún giro perverso del destino, el chico me agradaba. Me irritaba como una piedra en el zapato, sí, pero era una piedra con la que había aprendido a caminar. Gracias a él y a su enciclopédico conocimiento sobre Shouyou —mi sol personal, mi razón de ser y de vivir— había logrado acumular suficientes datos para alimentar mi obsesión y justificar su presencia en mi vida. Era como tener un Google personalizado de Hinata Shouyou, pero con mejor cabello y un servicio de voleo incluido.

Claro que Oikawa no podía ser simplemente útil sin ser también un dolor de muelas. Su pasatiempo favorito parecía ser recordarme, con la sutileza de un elefante en una tienda de porcelana, que Tobio —el eterno rival, el coco de mis pesadillas volleybolísticas— esperaba pacientemente en las sombras, listo para arrebatarme a su "regalón" al menor desliz mío.

"¿De qué bando estás?" le había preguntado una vez, exasperado por su aparente lealtad dividida. Su respuesta, entregada con una sonrisa que rivalizaba con el gato de Cheshire en enigmática satisfacción, fue simple: 

"Me considero multishipper."  Fantástico. Tenía como compañero de equipo a un fan de fanfiction viviente.

Decidí que era hora de una retirada estratégica. Con el permiso de faltar al entrenamiento en mi bolsillo como un salvoconducto dorado, me alejé de la escena. No sin antes recordar, con una mezcla de gratitud y resignación, que mis queridos compañeros de equipo — esos traidores con corazón de oro — habían prometido ayudarme con la decoración esa noche. Aparentemente, mi confesión de ser un negado para las manualidades había despertado en ellos un espíritu de caridad digno de una ONG. O quizás solo querían tener material de chantaje para el futuro. Con este equipo, nunca se sabe.

— ¿Por qué te vas solo? — La voz de Osamu, cargada de una molestia tan falsa como un billete de tres dólares, me alcanzó mientras recogía mis cosas. Mi respuesta fue un brillante ejemplo de elocuencia fraternal:

— No soy bueno respondiéndole a los demás. — contesté con el entusiasmo de una planta de plástico.

— Te acostumbrarás. — declaró Osamu, propinándome un golpe en el hombro que pretendía ser alentador pero que probablemente me dejaría un moretón. Genial, ahora tendría un recordatorio físico de su "apoyo".

Nos sumergimos en el auto como dos sardinas en una lata, asegurándonos con los cinturones de seguridad porque, hey, si vamos a morir en el tráfico, al menos que sea cumpliendo las normas. Nuestro destino: el centro comercial, ese templo del consumismo donde iríamos a sacrificar nuestro tiempo y dinero en el altar de la decoración festiva.

Estacionar fue una aventura digna de una epopeya homérica. Osamu, en su papel de copiloto, demostró tener la habilidad de orientación de una brújula borracha. Sus indicaciones, un coro cacofónico de "Dale, dale" que sonaba más a porra de estadio que a guía útil, me llevaron al borde de un ataque de nervios. Por algún milagro de la física o quizás por pura compasión del dios del estacionamiento, logré encajar el auto en un espacio que parecía diseñado para un carrito de golf.

˚₊‧ 𝐍𝐨 𝐦𝐞 𝐠𝐮𝐬𝐭𝐚𝐬 ‧₊˚→ ᴀᴛsᴜʜɪɴᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora