⊹₊ ⋆ Capítulo 63

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Advertencia; contenido sensible, no apto para todo público. 

Capítulo 63: La cena de los Miya, un silencio ensordecedor y el colapso de las mascaras. 

𝑼𝒏𝒂 𝒔𝒆𝒎𝒂𝒏𝒂 𝒂𝒏𝒕𝒆𝒔 𝒅𝒆 𝒍𝒐𝒔 𝒂𝒄𝒐𝒏𝒕𝒆𝒄𝒊𝒎𝒊𝒆𝒏𝒕𝒐𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝑲𝒂𝒓𝒂𝒐𝒌𝒆 

El comedor de la familia Miya, otrora escenario de alegres reuniones y animadas conversaciones, se había sumido en un silencio tan denso que casi podía palparse. Lo único que perturbaba aquella quietud sepulcral era el tintinear metálico de los cubiertos contra la fina porcelana, un sonido que, lejos de resultar reconfortante, solo acentuaba la tensión reinante.

La señora Miya, con sus ojos oscuros nublados por la preocupación, recorría la mesa con la mirada, deteniéndose brevemente en cada uno de sus seres queridos. Su esposo, un hombre de facciones duras y mirada impenetrable, mantenía la vista clavada en su plato, como si en él pudiera encontrar las respuestas a preguntas que ni siquiera se atrevía a formular. A su derecha, Osamu, el menor de los gemelos por apenas unos minutos, masticaba mecánicamente, su mente claramente ausente. Y finalmente, Atsumu, cuya usual energía y carisma parecían haber sido reemplazados por una quietud inquietante, un volcán dormido a punto de entrar en erupción.

Los días desde el regreso de los padres se habían arrastrado con una lentitud insoportable. Cada comida compartida, cada encuentro en los pasillos de la casa, se había convertido en un ejercicio de evitación y silencios incómodos. La señora Miya sentía que caminaba sobre un campo minado, temiendo que el más mínimo paso en falso pudiera desencadenar una catástrofe. En el pasado, cuando ellos regresaban de sus viajes o del trabajo, la casa se llenaba de risas y anécdotas. Los gemelos competían por acaparar la atención, relatando sus experiencias con un entusiasmo contagioso que solía prolongarse hasta altas horas de la noche. Pero ahora, el silencio era tan opresivo que incluso su esposo, normalmente ajeno a estas dinámicas familiares, parecía incómodo, evitando a toda costa cualquier intento de conversación.

Incapaz de soportar por más tiempo aquella atmósfera sofocante, la madre decidió romper el hielo. Dejando sus cubiertos a un lado con un movimiento deliberadamente suave, como si temiera que el más mínimo ruido pudiera hacer estallar la burbuja de tensión, se aclaró la garganta.

— ¿Y cómo van los estudios? — preguntó, intentando infundir a su voz un tono de normalidad que sonó forzado incluso a sus propios oídos. Sus ojos se movieron entre Osamu y Atsumu, buscando desesperadamente una conexión, una chispa de la complicidad que solía existir entre ellos.

Osamu fue el primero en responder a la llamada silenciosa de su madre. Levantó la mirada de su plato, esbozando una sonrisa que no llegó a iluminar sus ojos. Por un instante, giró levemente la cabeza hacia Atsumu, como buscando apoyo o quizás permiso. Pero su gemelo estaba absorto en una batalla de miradas con su padre, un duelo silencioso cargado de emociones contenidas y palabras no dichas.

Con un suspiro apenas audible, Osamu volvió su atención a su madre. 

— Bien, por el momento no he tenido pruebas importantes. — respondió, su voz suave y medida, como si temiera que hablar más fuerte pudiera romper algún frágil equilibrio.

La señora Miya le devolvió la sonrisa, agradecida por ese pequeño gesto de normalidad. Luego, girándose hacia Atsumu, esperó con una mezcla de esperanza y aprensión su respuesta.

Atsumu, sintiendo el peso de la mirada de su madre, finalmente rompió el contacto visual con su padre. Sus ojos, usualmente chispeantes de picardía, ahora reflejaban una tormenta interior. 

— No he tenido tiempo para la última prueba. — comenzó, su voz cargada de un desafío apenas disimulado — Pero no me he sacado una mala calificación.

˚₊‧ 𝐍𝐨 𝐦𝐞 𝐠𝐮𝐬𝐭𝐚𝐬 ‧₊˚→ ᴀᴛsᴜʜɪɴᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora