⊹₊ ⋆ Capítulo 50

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¡Capítulo 50!: Los chicos del Voleibol. 

Hoy era jueves y el silencio de mi habitación parece amplificar el latido de mi corazón mientras reflexiono sobre los eventos del día anterior. Aún puedo sentir la presencia de mis compañeros de equipo, sus voces y risas haciendo eco en mi memoria, como si las paredes aún retuvieran fragmentos de su energía. Pero es la presencia de Tobio, su tensión y su mirada esquiva, lo que permanece más vívido en mi mente, como una sombra que se niega a desvanecerse con la luz del día. Recuerdo cómo llegaron todos, sus rostros iluminados por la emoción de verme después del entrenamiento. El aroma a sudor y determinación aún se aferraba a sus camisetas, mezclándose con el olor familiar de mi habitación. Era una sinfonía de voces animadas y palmadas en la espalda, una cacofonía reconfortante que llenaba el espacio que la enfermedad había dejado silencioso durante demasiado tiempo.

Pero en medio de toda esa alegría, Tobio era como una isla de quietud, un contraste agudo con la exuberancia de los demás. Sus ojos, parecían buscar refugio en cualquier rincón de la habitación que no fuera yo. Era como si hubiera construido un muro invisible a su alrededor, y cada vez que nuestras miradas se cruzaban accidentalmente, podía sentir cómo ese muro se solidificaba un poco más.

No pasó desapercibido para los demás. Pude ver la preocupación en sus ojos, las miradas de soslayo que intercambiaban entre ellos. Las preguntas comenzaron a llover: "¿Ha pasado algo entre ustedes?", "¿Están peleados?". Cada pregunta era como una pequeña puñalada, recordándome la brecha que se había abierto entre Tobio y yo, una grieta que parecía ensancharse con cada segundo que pasaba. ¿Qué podía decirles? La verdad era demasiado compleja, demasiado personal para compartirla en ese momento. Así que me limité a sonreír, a restar importancia al asunto con un encogimiento de hombros y un "No es nada, solo estamos cansados". Mentiras piadosas que se sentían como arena en mi boca, pero que servían para desviar la atención, al menos por el momento.

Cuando finalmente todos se fueron, el aire en la habitación cambió. La energía vibrante que habían traído consigo se disipó, dejando tras de sí una quietud cargada de tensión no resuelta. Tobio, para mi sorpresa y nerviosismo, decidió quedarse. Su presencia, ahora solitaria, parecía llenar cada rincón de la habitación, haciendo que el espacio se sintiera a la vez más pequeño y más vasto de lo que realmente era.

Reuniendo todo el coraje que pude, rompí el silencio con un susurro que sonó casi como una súplica: 

— Me gustaría poder conversar contigo. — Las palabras salieron de mis labios casi inaudibles que me sorprendió a mí mismo. Era una invitación, un puente tendido sobre el abismo que se había abierto entre nosotros.

El silencio que siguió fue como un ser vivo, respirando entre nosotros, cargado de emociones no dichas y verdades a medio revelar. No sabía si era un silencio incómodo, triste o tranquilo. Quizás era una mezcla de todo eso, un cóctel de emociones que ninguno de los dos sabía cómo manejar.

Cuando Tobio finalmente habló, su voz era apenas un murmullo, como si las palabras fueran demasiado pesadas para ser pronunciadas en voz alta: 

— No podemos ser amigos. — Sus ojos, fijos en sus manos, evitaban los míos con una determinación que dolía ver. Pude notar cómo sus dedos se entrelazaban y se separaban, un baile nervioso que traicionaba la calma aparente de su voz.

Inhalé profundamente, intentando centrarme, tratando de procesar el peso de sus palabras. Podía imaginar cuánto le había costado llegar a esa conclusión, cuánto valor había necesitado para expresarla en voz alta. Era evidente que no veía esto como el inicio de una conversación, sino como la declaración de una decisión ya tomada. Mi corazón se apretó ante esta situación de que era un final, no un comienzo.

˚₊‧ 𝐍𝐨 𝐦𝐞 𝐠𝐮𝐬𝐭𝐚𝐬 ‧₊˚→ ᴀᴛsᴜʜɪɴᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora