ELENA
Llegamos a Cancún y, después de un largo viaje, tuvimos que pedir dos taxis. Me subí con Sofía y la emoción de llegar a nuestro destino nos hacía reír y hablar sobre alló que nos esperaba. El aire cálido y el ambiente festivo de Cancún nos envolvían mientras llegábamos directo al hotel Mousai Cancún, un lugar que prometía lujo y diversión.
Al entrar al hotel, el vestíbulo nos recibió con un aroma a mar y una decoración moderna. Allí estaban Zoe y Ruth, quienes nos estaban esperando con sonrisas de oreja a oreja. La energía en el aire era contagiosa.
—Alquile habitaciones separadas, así pueden llevar a un chico —anunció Zoe, guiñando un ojo, llena de entusiasmo.
—Chicas, me da pena, pero voy a pagar mi habitación de hotel. Ya hicieron mucho con comprarme el vuelo —dije, sintiéndome un poco incómoda pero gratamente sorprendida por su generosidad.
—Nada de eso, son nuestros regalos. Todas pusimos el dinero para esto —intervino Ruth, seria pero con un brillo de complicidad en los ojos.
Sofía, siempre lista para el siguiente paso, agregó:
—¿Qué esperamos? Vamos a la habitación, tenemos que descansar un poco para ir a la discoteca que hay aquí. ¡He oído que es increíble!
Tomamos el ascensor hasta nuestras habitaciones, y mientras nos dirigíamos a la recepción, el personal nos dio la tarjeta y el número de habitación. Subí a mi habitación, dejando atrás la energía vibrante de mis amigas, y me senté en la cama un instante. El cansancio me venció y, tras un breve titubeo, me acosté a dormir profundamente.
No sé cuánto tiempo pasó, pero de repente desperté con el estómago rugiendo. Decidí pedir algo de comer a la habitación. Cuando finalmente llegó la comida, el olor delicioso me animó a atacar el platillo. Justo cuando estaba por dar el primer bocado, un golpe en la puerta resonó en la habitación, interrumpiendo mi momento de felicidad.
—¡Pasen, chicas! —grité, sin siquiera pensar en quién podría ser.
La puerta se abrió de golpe, y ahí estaban ellas, muy cambiadas y peinadas, listas para salir.
—¿Qué haces comiendo? ¡Tienes que bañarte! —gritó Sofía, con su energía inagotable, como si el tiempo se hubiera detenido para mí.
—Saben que usted también tiene que comer —dije, intentando defenderme mientras ponía una mano en la cadera, aunque sabía que tenía razón.
—Ya lo hicimos. Vinimos a buscarte, pero al parecer estabas dormida —dijo Ruth, con una mezcla de preocupación y diversión en su voz.
—¡Muévete, vete a bañar! —gritó Zoe, casi arrastrándome con su entusiasmo.
—Está bien, maldición —solté, resignándome y riendo al mismo tiempo. No podía evitarlo, su energía era contagiosa y sabía que no podía dejar pasar esta oportunidad.
Me levanté, me duché rápidamente y rápidamente elegí un vestido deslumbrante que había preparado para nuestra primera noche. Al salir del baño, las vi esperándome con impaciencia, listas para una aventura que sabíamos que sería memorable.
Cuando finalmente bajamos, la discoteca estaba en plena acción; música, risas y un grupo de personas ya preparándose para la fiesta. Miré a mis amigas y sonreí, sintiéndome afortunada de estar aquí con ellas. Era el inicio de un viaje que prometía ser épico.
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Camino de la tentación © {1}
ActionUna noche, impulsada por la diversión y el alcohol, Elena acepta un reto de sus amigas: besar a un desconocido. Sin saber que ha elegido al hombre más peligroso y seductor del mundo, un temido mafioso llamado Dante, se lanza a una aventura efímera q...