ELENA
Entonces miré al hombre mirarme con una sonrisa fría mientras le quitaba el seguro de la pistola y la apuntaba de nuevo a la cabeza de mi madre. El brillo en sus ojos no dejaba lugar a la duda: disfrutaba cada segundo de este tormento.
—Recuerda, conejita, esto es culpa de Dante —dijo, sus palabras resonando como un eco del horror que se avecinaba.
Entonces, un tiro resonó en la habitación, un estruendo ensordecedor que ahogó mi grito. El sonido era un monstruo voraz que devoraba el aire, y el grito más desgarrador salió de mi boca cuando vi el cuerpo de mi madre caer al suelo, con un disparo en la frente.
—¡Nooo, madreee, noooo! —grité, intentando levantarme de la cama, sin importarme cuánto daño pudieran hacerme con las esposas. La desesperación se apoderó de mí.
Él se giró hacia mí con una sonrisa burlona, como si esto fuera algo normal en su vida, como si cada día se dedicara a sembrar este tipo de terror. Era una rutina para él, un ejercicio de poder sobre el más débil.
—Llévesela y ya saben qué hacer con su cuerpo —dijo, sin piedad, como si estuviera ordenando el envío de un paquete.
La rabia ardía en mi interior.
—¡Juro que te voy a matar! Lo juro, ¡te mataré! —grité, dejando que la rabia fluyera a través de mí, sin importar que pudieran acabar conmigo por ello.
Él me ignoró, y los hombres que habían entrado a la habitación tomaron el cuerpo sin vida de mi madre por los brazos y piernas, tratándola como a un mero objeto, peor que a un animal. La arrastraron fuera, llevándose con ellos la última chispa de esperanza que me quedaba.
—Todo esto es culpa de Dante, tienes que entenderlo —dijo, acercándose a mí, como si su justificación pudiera borrar la monstrosidad de sus actos.
—¿Quién eres? ¿Por qué me haces esto? —dije, intentando mantenerme firme a pesar del miedo que temblaba en mi voz.
—Soy Raphael Robles, enemigo a muerte de Dante Castillo —respondió, su tono era frío como el acero. Lo que decía era la antesala de mucho más dolor.
Algo poderoso debió haber hecho Dante para que este hombre sintiera la necesidad de vengarse así. Pero mi mente estaba demasiado abrumada con el horror de lo sucedido para procesar lo que esto significaba.
Raphael se acercó más, y en un abrir y cerrar de ojos, se situó sobre mí, rompiendo mi vestido con un movimiento brusco, dejándome en ropa interior. El terror me paralizó, pero una chispa de resistencia aún ardía dentro de mí.
—¿Qué haces? —grité, moviéndome con lágrimas en los ojos, suplicando que se detuviera— ¡Déjame en paz!
—Ahora viene tu turno, conejita. Te voy a enseñar cómo es un hombre de verdad en la cama —dijo, cada palabra impregnada de una amenaza palpable, su sonrisa era lo único que brillaba en esa oscuridad.
Mi mente luchaba por escapar de esta pesadilla, tratando de encontrar una salida mientras la rabia y el miedo se entrelazaban. No era solo mi vida lo que estaba en juego; ahora sabía que debía luchar, no solo por mí, sino por la memoria de mi madre y por la justicia que, en ese momento, parecía tan lejana.
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Camino de la tentación © {1}
ActionUna noche, impulsada por la diversión y el alcohol, Elena acepta un reto de sus amigas: besar a un desconocido. Sin saber que ha elegido al hombre más peligroso y seductor del mundo, un temido mafioso llamado Dante, se lanza a una aventura efímera q...