🫦Capítulo 21🫦

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ELENA

La mañana siguiente desperté en mi cama vacía. La soledad me abrazó como un manto helado, y por un momento, la habitación se sintió como un gallinero vacío. Tenía la esperanza de que él estuviera a mi lado, que, de alguna forma, todo esto fuera un mal sueño del que despertaría pronto. Pero Dios, no me reconocía. ¿Qué era lo que había pasado?

Me levanté, tratando de sacudirme la confusión y fui al baño a darme una ducha. El agua caliente era un consuelo efímero, pero cada gota parecía lavarme de los recuerdos de la noche anterior. Cuando terminé, salí envuelta en una toalla, pero la tranquilidad fue interrumpida cuando me miré al espejo.

Vi las marcas en mi cuello. Eran cinco, tal vez más. Las marcas de un encuentro que nunca debió suceder. Dios mío. Ese hombre sacaba de mí lo peor. Los ojos me ardían al pensar que tenía que ocultar eso. "¿Cómo demonios iba a taparme eso?", pensé.

Echándome el cabello hacia atrás, me hice una coleta, buscando una forma de esconder esas marcas de un momento de locura. Tomé una bufanda y la coloqué cuidadosamente alrededor de mi cuello, como si pudiera cubrir la vergüenza que todavía sentía.

Luego, tomé mi teléfono, buscando a mi madre. No era normal que desapareciera así. Comencé a revisar los mensajes y vi unas fotos de ella en un resort con Pedro, el hombre que había estado conociendo.

Bajé a la cocina, intentando concentrarme en algo que no fuera lo ocurrido. Comencé a preparar algo simple para desayunar: unos panes con huevo revuelto y un jugo de naranja. La rutina, aunque momentáneamente, era un alivio.

Mientras intentaba comer, mi teléfono comenzó a sonar. Miré la pantalla y me congelé al ver el nombre de mi esposo. Jamás había agregado a alguien así; hasta Diego, que era mi prometido, lo tenía guardado con su nombre.

Con manos temblorosas, respondí la llamada.

—Buenas —dije, tratando de sonar neutral.

—Buenos días, mi reina. ¿Cómo amaneciste? —su voz resonó a través del teléfono, cálida y envolvente.

Por Dios, si era Dante. ¿Cómo demonios había puesto su número con ese título?

—Ahora mal, a ver, ¿qué te atreviste a hacer? ¿Revisar mi teléfono y agregar tu número? —dije, intentando contener la rabia.

Lo escuché reír, una risa que me provocaba más desprecio que cariño.

—¿Te gustó el apodo? También te tengo agregada así, mi esposa. ¿Apoco no se escucha lindo? —su tono era burlón y eso sólo me irritó más.

—No, porque no eres mi esposo y nunca lo serás. —Las palabras escaparon de mis labios como un latigazo.

Un silencio pesado siguió, y por un momento, dudé. Pensé que tal vez aceptaría esto después de lo que había sucedido anoche.

—Lo de anoche fue otro error —afirmé, mi voz temblando con la convicción que comenzaba a desvanecerse.

—Maldición, reina, estoy haciendo las cosas por el camino del bien contigo —dijo con una mezcla de frustración y súplica.

—Pues devuélvete y continúa por otro camino, pero no conmigo —contesté, sintiendo una brisa de firmeza a pesar de mis temores.

—Eso no funciona así, mi reina. Lo nuestro es para siempre —su tono se volvió urgente, casi desesperado.

Todo mi ser deseaba colgar, pero algo en mí se rehusaba a dejarlo sin respuesta.

—Que pase un feliz resto del día —le dije, queriendo cortar la comunicación.

—¡No te atrevas a colgarme la llamada! —gritó, su voz llena de rabia.

—Adiós —respondí, terminando la llamada con un toque seco y definitivo.

El silencio me envolvió de nuevo, y aunque había cortado la comunicación, mi corazón seguía resonando con las palabras de Dante. En algún lugar dentro de mí, una batalla comenzaba a gestarse, cediendo al eco de su promesa. Pero yo debía ser fuerte. Nadie me diría quién debía amar.

Miré por la ventana y cerré los ojos, intentando pensar en lo que debía hacer a continuación. ¿Cómo me liberaría de esta red en la que me había dejado atrapar?

Camino de la tentación © {1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora