🫦Capítulo 27🫦

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DANTE

Fui directo a su habitación y allí estaba ella, acostada en la cama, escuchando el suave sonido de la lluvia que caía en su teléfono. Me acerqué a ella y, sin dudar, me subí a la cama, colocándome a su lado. La rodé con mis brazos, buscando que esa conexión, aunque fuera efímera, la envolviera.

—Te ves hermosa durmiendo —susurré, admirando su rostro sereno.

Ella comenzó a despertarse y se giró hacia mí. Sus ojos se abrieron de sorpresa, llenos de incredulidad.

—Tú —dijo, su voz entrecortada por el sueño.

—Sí —respondí, con confianza, casi desafiándola a que quisiera que me fuera.

Sin embargo, ella no estaba dispuesta a dejar que las cosas fueran así. Con un gesto decidido, quitó mi brazo de encima y se sentó en la cama, mirándome con enojo.

—¡Sal de mi casa! Necesito dormir —dijo, su tono firme y claramente indignada.

—Yo también quiero dormir. Vamos a dormir juntos —dije, con una sonrisa que sabía que la sacaría de quicio.

—Obvio que no —replicó, sin dejar de mirarme, pero ya estaba decidido a ignorar su respuesta.

La empujé de nuevo hacia la cama, asegurándome de que quedara en mi pecho. Esta vez no luchó más; se acomodó, y pronto escuché cómo su respiración comenzaba a tranquilizarse, diciéndome que se había vuelto a dormir. Hice lo mismo, dejándome llevar por el cansancio, cayendo en un sueño profundo.

Sin embargo, no tardé en despertarme cuando mi teléfono comenzó a sonar, rompiendo la paz que habíamos encontrado. Lo saqué de mi bolsillo con cuidado, esperando que Elena no se despertara con el sonido.

—Dime —respondí, sin tener idea de quién era.

—Sr. Castillo, el ex prometido de la Srta. Elena está muerto y el policía también —la voz de Saúl resonó al otro lado de la línea, con un tono grave.

Una oleada de satisfacción me recorrió. La muerte de aquel miserable era un paso que había planeado, un alivio para ambos. Sonreí al recordar cuánto había deseado este desenlace.

—¿Estás seguro? —pregunté, intentando mantener la calma, pero la excitación se filtraba en mi voz.

—Lo estoy, jefe. Tuvimos que actuar rápido. Hablaremos más cuando llegue —dijo Saúl antes de colgar.

Mis labios se curvaron en una sonrisa mientras dejaba el teléfono a un lado. "Buen trabajo", pensé. La idea de que esa estúpida excusa de hombre ya no formara parte de su vida me llenaba de una energía renovada. Estaba decidido a proteger a Elena a toda costa.

Miré hacia ella, todavía dormida a mi lado, ajena al mundo exterior y a lo que acababa de suceder. Tendría que hacerle entender que ahora estaba libre de esas ataduras, de ese pasado que la mantenía prisionera. El triunfante eco de su liberación reverberaba en mi mente.

Acaricié su cabello mientras el ritmo de la lluvia continuaba, imperturbable. Sabía que esta noche era solo el principio, que el caos que había desatado seguiría su curso. Pero no iba a importarme. La guerrera que llevaba dentro estaba lista para enfrentar lo que viniera. Elena era el objetivo final, y esta vez iba a ser mía de verdad, sin sombras que amenazaran nuestro futuro.

Camino de la tentación © {1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora