🫦Capítulo 7🫦

272 26 0
                                    

ELENA

Me alejé de él con un tumulto de emociones en mi interior, y rápidamente tomé mi vestido del suelo, poniéndomelo con prisa mientras me dirigía hacia la puerta. Tomé mi maleta y mi cartera, que aún estaba ahí sin saber por qué demonios.

—Eres mía, Elena Ortega, y yo soy el único hombre en tu vida —gritó tras de mí, su voz resonando en la habitación.

No me detuve. Corrí despavorida fuera de la habitación, mis pies apenas tocaban el suelo. Al llegar a mi habitación, gracias a Dios, encontré la tarjeta en mi cartera. La introduje en la cerradura y entré, cerrando la puerta de un portazo detrás de mí. Entonces, tomé mi teléfono para llamar a mis amigas, necesitaba su apoyo.

Llevaron enseguida.

—¿Qué pasa, cariño? —preguntó Ruth, su voz llena de preocupación.

—Tuve relaciones con él —dije, las lágrimas comenzando a resbalar por mis mejillas.

—¡Pero no llores! —exclamó Sofía con un tono conciliador.

—¿Cómo no voy a llorar? ¡Engañé a Diego y perdí mi virginidad con un desconocido! —grité, mi voz temblando entre la angustia y la confusión.

—Pero ya está hecho, no puedes simplemente ponerte a llorar —dijo Sofía, tratando de utilizar la lógica.

—Tengo que irme. No puedo seguir aquí. Debo regresar a España —dije, decidiendo que la mejor salida era alejarme de ese lugar y de esta pesadilla.

—Tranquila, todo estará bien —intentó calmarme Zoe, aunque sentía que su voz no llegaba más allá de la tormenta en mi cabeza.

—Quédense aquí, no arruinen esta semana por mí. Yo me voy —dije, firme en mi decisión.

—Somos mejores amigas. Si te vas, nos vamos contigo. Espéranos que alistemos nuestra maleta —dijo Sofía, llena de determinación.

Ambas se fueron a empacar, dejándome sola en mi habitación. Después de unos minutos, un golpe en la puerta me distrajo de mis pensamientos apesadumbrados.

—¡Entren, chicas, está abierta! —grité, pero mi voz se ahogó cuando la puerta se abrió y no eran mis amigas.

Era él, el extraño con quien había amanecido.

—¿Qué haces aquí? —pregunté, levantándome de la cama, sintiendo un frío recorriendo mi espalda.

—No te puedes ir —dijo, acercándose a mí con una intensidad que me heló el alma.

—Mira cómo lo hago —desafíe, intentando caminar hacia la puerta, pero se colocó frente a mí, bloqueando mi salida.

—¿Y qué piensas decirle a tu esposo cuando, en la primera noche que estén juntos, vea que no eres virgen? —preguntó, su mirada fija en la mía, como si quisiera desnudarlas todas mis inseguridades.

Sus palabras calaron hondo, y por un segundo, la realidad de la situación me golpeó. No tenía respuestas, solo el desasosiego de saber que, pase lo que pase, mi vida ya había cambiado. ¿Y si realmente interesaba lo que pensara Diego? Mi corazón se debatía entre el deseo de huir y la confusión de lo desconocido que había despertado en mí aquel hombre.

Con la mente revuelta, respiré hondo y sentí que las pautas de mi vida estaban en juego. ¿Cómo salir de esta situación? ¿Cómo lidiar con la culpa, la vergüenza y el deseo? Todo se sentía tan complejo, y sin embargo, era un reto que no sabía si estaba lista para enfrentar.

Camino de la tentación © {1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora